La “voluntad” va habitualmente asociada a su carencia. Se habla más de “falta de voluntad” que de “fuerza de voluntad”, aunque Google lo desmienta. Porque hablamos de ella cuando es débil y preocupa poco cuando es decidida.
En clave cristiana, se cultiva especialmente en Cuaresma. Como si el tiempo de la esperanza o el tiempo del agradecimiento, no requirieran de ella. Lo cual, aunque es en principio una trampa, leído en positivo significa que debe tener su espacio de cuidado y cultivo importante a lo largo del año. ¿Qué hago con mi voluntad, sobre todo hacia dónde se orienta y cuál es su capacidad?
Brevemente, la voluntad tiene dos frentes que abordar. La defensa y el ataque, en términos combativos. Como en tantos deportes, como en tantos momentos cotidianos de la vida. Por un lado, no dejarse asaltar (por ejemplo, por preocupaciones, miedos, distracciones, mentiras, promesas vacuas). Por otro, dar pasos decisivos y valientes, con confianza, “determinación” y “diligencia” (como en el caso de la toma de decisiones que nos sitúan en ciertos lugares del mundo, nos empujan a la soledad fuera de las masas, nos diferencian e incluso señalan dentro de un grupo de convicciones establecidas, nos limitan y nos sacrifican con tal causa). La voluntad tiene en sus dos vertientes la elección y las renuncias, un singular y un plural; y como virtud incuestionable, que la persona es dueña, en cierto modo al menos, de sí misma frente a las distintas esclavitudes.
Evangelizar la voluntad es un modo de expresar que no se vale de sí misma, ni se dirige por sí misma. Responde siempre a criterios, a mandatos. Como también la memoria, la apertura al conocimiento, la relación. De dónde provienen estos “mandatos”, tantas veces invisibles y poco concretos, es un reto. Esclarecer su origen, discernir movimientos en el corazón, el entendimiento, el deseo, no resulta fácil y mucho menos aún en soledad; peor aún, en ciertas compañías. Evangelizar la voluntad es una llamada, en nuestro tiempo, a cuestionar qué debe gobernarla. ¿Y si me dejase, en definitiva, llevar por Dios, el bien perfecto, la verdad más clara?