Unos jóvenes hermanos comunitarios me trajeron, a la vuelta de Taizé, un pequeño regalito en forma de libro. Eran los escritos esenciales de Etty Hillesum (1914–1943). La historia de esta joven holandesa había conectado con ellos de manera profunda. Esta joven, considerada una heroína singular de la época nazi captó profundamente mi atención por la asombrosa búsqueda interior a la que se aventuró. Y de la que salió fortalecida como una profunda mística. Esto la capacitó para entregar su vida a los demás en mitad de los horrores de un campo de concentración. Quedé admirado. Al leer sus diarios encontré una profunda unión entre su experiencia y las vividas por los jóvenes millenials que acompaño. Aquí van cuatro conexiones pastorales:
El bloqueo: Dudas, confusiones, perezas, egoísmos
«Todo está otra vez confuso. Quiero algo, pero no sé qué. Todo en mi interior está otra vez inseguro, intranquilo y revuelto. Y la cabeza otra vez muy tensa de dolor. Me acuerdo de esos dos días pasados con cierta envidia: fueron días que me encontré ante mí como si fuera llanuras amplias ya abiertas: Yo podía caminar libremente por ellas, fueron días con perspectivas amplias y sin obstáculos. Y ahora me encuentro otra vez en medio de un matorral» (Diario 22–03–1941)
Etty se encuentra bloqueada, como tantos jóvenes con los que me encuentro entre los 20–30 años. Es en ese momento de su vida cuando comienza un acompañamiento con Julius Spier. Algunos de los elementos que siente en esa relación son:
- Que alguien cuida de ella.
- La necesidad de entregarse a los demás.
- Autoengaño.
- Enamoramiento.
- Admiración.
También en esta primera etapa encontrará cierta sensación de vacío de sentido vital. La pregunta fuertemente realizada por el sentido será uno de los grandes motores de su proceso personal.
Nombrar para dominar
Dice un eminente psiquiatra, Daniel Siegel, en su obra Tormenta cerebral que es necesario «nombrar para dominar», refiriéndose a la increíble importancia de poner nombre a lo que nos ocurre interiormente para poder controlarlo, asumirlo y gestionarlo. Etty comienza a poder nombrar todo aquello que le ocurre (sus innumerables sentimientos, pensamientos, ideas…). Al ver las luces y sombras de su interior, siente esos momentos como un «don», como auténticos regalos que le da la vida, no sin cansancio y esfuerzo. Creo que como agente de pastoral puedo tomar buena nota de que, sin estos previos, es difícil una posterior evolución espiritual de la persona. Es a este proceso al que Etty llegó de manera admirable. Esta voluntad por saber lo que nos ocurre a cada uno (o al menos poder nombrarlo) es lo que me gustaría transmitir bien a los jóvenes con los que vivo y acompañarlos a descubrirlo.
Conversión–cambio personal
Su trabajo personal diario e incansable la conduce a situaciones «límite» interiores que, como el agua que desborda un vaso, la hacen pasar a planos más amplios de su paisaje interior.
Un momento clave, un gesto aparentemente sencillo pero que esconde un gran significado, es cuando se arrodilla y siente en su interior esta afirmación: «Necesito de ti, Señor, para ser feliz». Este cambio personal que le lleva de sus asuntos y de su calma a bañarse en la corriente de ese deseo de un amor absoluto me parece uno de los momentos más significativos de su vida.
Me encanta una página de sus diarios que casi transcribirla es para mí hacer oración.
«Hay en un lugar dentro de mí un tipo de lamentación y de bondad, así como un tanto de sabiduría, que gritan por liberarse. A veces diversos diálogos diferentes me recorren interiormente al mismo tiempo, imágenes, y figuras, rachas, un repentino destello que debe ser mi propia verdad. El amor por los seres humanos, por lo que debe ser duro luchar, no mediante políticas o mediante un partido, sino en mí misma. Un montón de falsa vergüenza de la que hay que deshacerse. Y hay un Dios. La chica que no podía arrodillarse, pero aprendió a hacerlo en la dura esterilla de cocotero de un desordenado cuarto de baño. Estas cosas son a menudo más íntimas que el sexo. La historia de la chica que progresivamente aprendió a arrodillarse es algo que me gustaría escribir del modo más exhaustivo posible».
(22 de noviembre de 1941, sábado por la mañana)
De este extracto se puede deducir que para Etty:
- La vida es bella y hermosa a pesar de las circunstancias.
- Acepta el plan de Dios, su voluntad sobre la de ella.
- Desea darse a los demás desde el agradecimiento por lo recibido.
- Tiene un deseo de unidad.
- Siente continuamente la presencia de Dios. Esto la lleva a querer contagiar este regalo, esta presencia amorosa.
- Vive el amor universal caracterizado por un profundo amor a cada ser humano y utiliza el sufrimiento como escuela para amar más y mejor.
Sentido y acción de su vida
Ella utiliza estas palabras que resumirían el sentido de su vida: «ser bálsamo para tantas heridas», como si la mejor oración fuese su propia vida. El hecho de entregarla, de darla, de ofrecerla siendo el pan que se parte y se reparte para los hambrientos, como Jesús en la Eucaristía, se va convirtiendo en su modo de vida, sintiéndolo desde dentro.
Gracias a su proceso personal vivido en clave de experiencias de liberación y a pesar de tener una salud frágil, consigue sobreponerse y profundizar. Se enfrenta a las realidades más duras de sus tiempos, sintiendo en todo momento que ha sido bendecida por el don de percibir la vida como un regalo.
Persiste en ella el aroma de un anhelo profundo de creer y encontrarse con Dios. Ese Dios que llevamos dentro y al que tantas veces ella dice que intenta salvar. Lo que va viviendo es prueba de cómo el ser humano se encuentra con Dios en lo más bello de nosotros mismos. Nuestra intimidad más íntima está habitada por Dios, está deseando que le descubramos.
Nuestra propuesta para los jóvenes podemos formularla diciendo: ¡¡¡Salvar al Dios que está en nuestro interior, salvaguardándolo de nosotros mismos, pero también del exterior!!! A través del esfuerzo por mantener la atención hacia ese pedacito de Dios que llevamos en nuestro interior, Etty consigue el despliegue de un amor infinito, en medio de las terribles circunstancias que le tocó vivir. Vamos a caminar juntos en esta dirección.
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