ESTRELLA DE MAR Y EL ANCIANO – Joseph Perich

Joseph Perich

Un joven iba caminando al atardecer por una playa desértica. Mientras caminaba, divisó un anciano a lo lejos. Al acercarse, notó que éste se agachaba constantemente, recogía algo y lo arrojaba al agua. Una y otra vez lanzaba cosas al océano. Ya más de cerca el joven vio que el anciano recogía estrellas de mar que se habían clavado en la playa y, una a una, las iba devolviendo al agua.

El joven se sintió confundido. Se acercó y dijo:

Buenas tardes, amigo. Me pregunto qué está haciendo.

Devuelvo estas estrellas de mar al océano. Ve, en este momento, la marea está baja y todas estas estrellas quedaron en la costa. Si no las echo nuevamente al mar, se mueren aquí por falta de oxígeno.

Ya entiendo respondió el joven pero ha de haber miles de estrellas de mar en esta playa. Es imposible recogerlas a todas, son demasiadas. Además, seguramente esto pasa en  cientos de playas a lo largo de toda la costa. ¿No se da cuenta de que no cambia nada?

El anciano sonrió, se agachó, levantó otra estrella de mar para arrojarla de nuevo al océano y respondió:  

  ¡Para ésta, sí cambió algo!

Reflexión:

A menudo encontramos personas «radar» que están al corriente de lo que pasa en la otra parte del mundo. Saben dar solución de cómo debería ir el mundo de aquí, de allá y de más allá, pero son incapaces de darse cuenta de lo que les sucede a los que viven cerca, incluso a los de su propia casa. Lógicamente no moverán un dedo a la hora de colaborar para hacer un poco más humano su entorno. Me recuerdan aquellos políticos que se llenan la boca de cómo va la «macro-economía» de nuestro país sobre ruedas (evidentemente por los Bancos, Cajas, los especuladores… y los ladrones con corbata) mientras resulta que la mayoría de las familias, sobre todo jóvenes, tienen que soportar unas condiciones laborales y unos horarios de trabajo deshumanizadores si quieren afrontar una hipoteca para la vivienda. ¡Y no hablemos de los que hacen auténticos milagros para subsistir honradamente en la precariedad!

¿No hay nada que hacer? Recuerdo que un niño de ocho años decía a su abuela imposibilitada:

– «Yaya, cuando tenga 16 años te cogeré en brazos y te sentaré en una silla de ruedas. Ahora no tengo fuerza».

– De Acuerdo. ¡Pero ahora sí que tienes fuerza para darme un beso!

Aquel niño, delante de mí, se tiró al cuello de la abuela para comérsela a besos.

No podemos quedar bloqueados ante tantos imposibles. La sabiduría ruandesa nos ayuda a deshacer este nudo con un proverbio:

«Si no tienes prisa, un elefante se puede cocer en un pequeño bote».

Dios viendo que en la tierra no había «un palmo limpio» se fijó precisamente en una débil chica para «desembarcar» en nuestro mundo… «Todo el que dé un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños les aseguro que no quedará sin recompensa «(Mt.10).

Este verano nos brinda la oportunidad de ser ese «vaso de agua fresca» para las personas más acosadas de nuestro entorno. Nada menos: agacharnos para coger con ternura «la estrella de mar» que Dios nos ha puesto cerca y devolverla al mar de la vida donde pueda nadar como pez en el agua.