“Estaba aún lejos cuando su padre lo vio y sintió compasión; corrió a echarse a su cuello y lo besó.”
(Lc. 15, 20)
Si mirar hacia atrás fuera fácil.
Si estuviera orgullosa de cada minuto vivido. Si nunca me hubiera equivocado. Si creyera haber hecho siempre lo correcto. Si hubiera sido fiel, sensata, pacífica.
No sabría nada del amor que espera día y noche mi regreso. No sabría nada del abrazo reconciliador. No sabría nada de la grandeza de tirarse al suelo y que una mano cálida te levante. No sabría nada de la incondicionalidad. No sabría nada de ti.
Y no sabría amar.