“ESPEJO” DE LA PARROQUIA (EL) – Joseph Perich

Joseph Perich

Unos feligreses se quejaban habitualmente de que la parroquia parecía estar muerta. Era ya un tema habitual de conversación. Hasta que un domingo, el párroco dijo:

«Está bien. Dado que todo el mundo está de acuerdo en que la parroquia está muerta, deberíamos celebrar un funeral por ella y enterrarla de un modo cristiano».

Cuando la gente volvió al siguiente domingo a misa, encontraron que en el centro de la iglesia había un ataúd con seis candelabros a su alrededor, tres a cada lado. Había también una corona en la que se podía leer: «De tus devotos feligreses». Ante aquello, la gente se sintió realmente sorprendida. Al terminar la homilía, el sacerdote dijo:

«De acuerdo con la costumbre de nuestra parroquia, les invito a todos a acercarse y manifestar sus últimos respetos a la difunta».

Después él mismo se acercó al ataúd, miró dentro por unos segundos (previamente habían quitado la tapa), agachó su cabeza en actitud de oración y se puso a un lado para permitir a los demás hacer lo mismo. Una por una todas las personas se acercaron y miraron dentro del ataúd, volviendo luego a sus bancos. Parecían estar realmente impresionadas por la muerte de su parroquia. No era para menos. Dentro del ataúd había un espejo, de modo que cada feligrés, empezando por el párroco, tuvo la oportunidad de ver su propio rostro como el rostro de la parroquia muerta.

Reflexión:

Vivimos una época en que si no andamos vigilantes nos llevan a ser puros espectadores de la vida. Asumimos una actitud pasiva mientras otros actúan. La vida se ha convertido en una especie de espectáculo deportivo; con razón nos quejamos cuando el espectáculo no es suficientemente atractivo. Cada vez más la gente se va adaptando a la forma de ser de la televisión. Hay que añadir que también venimos de un pasado rutinario donde a menudo el cura lo decidía y lo hacía todo.

En estos tiempos de Cuaresma preguntémonos si vamos a misa de la misma manera que vamos a un supermercado a comprar, pagar y marcharse o por el contrario tenemos interés en hacer relación fraterna con los demás feligreses. Los primeros cristianos, antes de que fueran reconocidos con este nombre, se hacían atractivos y se les conocía como «aquellos que se estiman» ¡este debería ser nuestro horizonte!

El primer paso podría ser entablar más relación con las personas que habitualmente nos encontramos en la Eucaristía. No ir con el tiempo justo y no desaparecer tan pronto termina la celebración. Ir creando vínculos de confianza y cuando se propongan iniciativas, más allá de la liturgia, como charlas, voluntariado, leer la Biblia en grupo… tener una actitud receptiva y responder dentro de nuestras posibilidades. No esperar a que el cura me lo proponga, tomemos la iniciativa individual o colectiva para hacer nuevas propuestas que nos hagan sentir parte de la comunidad y a la vez corresponsales y misioneros en nuestro entorno familiar o social.

En esta Cuaresma nos haría bien «mirarnos en el espejo» de la Parroquia para comprobar si nuestra mirada es comunitaria y actuar en consecuencia. Aunque Jesús experimentó la debilidad de los suyos cuanto más se acercaba la Pasión, Él no se cansaba de rezar «Que todos sean uno, como tú, Padre, Tú en mí y yo en ti».