Luis Manuel Suárez luismanuel@claretianos.es / @luismanuel_cmf
Escuchar y ser escuchados. O viceversa. Esa es la cuestión. Con una «y» en medio. Porque hay cosas importantes que se forman con la unión de lo que pudieran parecer contrarios. Parafraseando la frase de Eclesiástico 6,14, «quien ha encontrado alguien que le escuche, ha encontrado un tesoro». Y, además, aprende a escuchar.
Hay una escucha «de descubrimiento»: cuando, desde pequeños, vamos recibiendo palabras, ideas, valoraciones… en la familia, con los iguales, en la formación escolar o superior, que nos ayudan a situarnos en la vida. Hay una escucha de «amistad», donde lo que prima es la persona, y hay una aceptación incondicional del otro, aunque no siempre se esté de acuerdo en lo que diga. Y también hay una escucha «vocacional», que tiene mucho de amistad y de descubrimiento. Y que se ejercita en el discernimiento y en la oración.
El discernimiento es la escucha que podemos hacer de lo que sucede y del poso que ello va dejando en nosotros para, a la luz de la Palabra, descubrir el querer de Dios y llegar a decidir, en el ámbito que sea. El discernimiento puede abarcar todos los aspectos de la vida. Cuando se busca el querer de Dios para orientar la propia vida hablamos de discernimiento vocacional. Y uno de sus instrumentos importantes es el acompañamiento personal, donde el ser escuchado y el escuchar tienen un papel fundamental. Todo este discernimiento necesita de mucha escucha: a uno mismo –con sus capacidades y límites–, a los demás –con su realidad y sus necesidades–… y a Dios, desde todo lo anterior.
La oración es otra manera de ejercitar la escucha vocacional. La oración es la que puede sostener una vida que tenga sentido y una acción pastoral que llegue a dar fruto, en medio de las dificultades. Y en la oración hay un tiempo para ser escuchados y un tiempo para escuchar. Ser escuchados, poniendo ante Dios nuestra vida, lo que somos, lo que nos ocupa y preocupa… sabiendo lo que decía san Agustín: que Él es más íntimo a nosotros que nosotros mismos. Y escuchar, en el silencio, el susurro que Dios inspira en el corazón de quien se pone en su onda.
Si eres un joven, recuerda que la escucha, en su sentido amplio, es lo que puede marcar la diferencia entre que lo que digas sean palabras con sentido o palabrería hueca. Quizá por eso Dios nos dio dos orejas y solo una boca. Si eres un agente de pastoral, una de tus primeras tareas es la de escuchar y enseñar a los más jóvenes a escuchar, cultivando y proponiendo la oración y el discernimiento.
Escucha vocacional: el reto de vivir con los oídos abiertos a Dios, a la vida y a uno mismo, para llegar a dar la respuesta que Dios espera de cada uno de nosotros. ¡Contamos contigo!
- El #Tweet de Francisco: «La vocación, más que una elección nuestra, es respuesta a un llamado gratuito del Señor; por eso, llegaremos a descubrirla y a abrazarla cuando nuestro corazón se abra a la gratitud y sepa acoger el paso de Dios en nuestra vida» (Del Mensaje para la 57 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, 3 de mayo de 2020).
Para preguntarME / Para preguntarNOS:
- ¿Qué personas concretas conoces que sepan «escuchar» de verdad? ¿Por quién te has sentido «escuchado» de verdad?
- ¿Cómo puedes crecer en tu capacidad de escucha –a ti mismo, a los demás, a Dios–? Piensa tres estrategias concretas que te puedan ayudar a ello.
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