Es mío, no de Rudyard Kipling – Elena Pérez Hoyos

Te quiero contar una historia que merece una publicación.

Elena Pérez Hoyos, caminando por la Gran Vía de Bilbao, y deteniéndose en un escaparate de una tienda de la cadena Natura, comienza a leer un poema firmado por Rudyard Kipling. El poema habla de la vida y del amor, de la esperanza y de la alegría. No puede dejar de leerlo, porque ese poema lo llevaba escrito en el alma… ese poema lo había escrito ella misma veinte años antes.

Se pone nerviosa, llega a casa y se lo cuenta a su marido, y a sus tres hijos. No sabe qué hacer. Para qué entrar en la tienda, si se trata de una franquicia, y  los dependientes apenas habrán tomado decisión alguna sobre decoración de escaparates. Decide escribir un e-mail a la marca, y le contestan con una simple disculpa y a petición de una demostración de autoría.

El poema fue compartido a amistades y compañeros de viaje de la vida. Nunca se publicó, nunca se registraron autorías. Indemostrable la autoría del poema, pero al menos debería la marca no pecar de inculta y no atribuir a Rudyard Kipling algo que él nunca escribió.

Esta historia es el prólogo para presentar un alma cristiana que ha expresado con palabras los latidos de su corazón. Aquí te mando una muestra de su poesía religiosa y existencial. Creo que se merece una publicación ilustrada. Ya antes publicó un pequeño libro, apoyado con fotografías de su hermana. Te lo traeré.

Este es el poema que exhibe Natura como de Kipiling.

Te presentamos algunos otros poemas de la autora Elena Pérez Hoyos.

Palabras que me sustentan.

 

“Vosotros sois la luz del mundo…”  (Mt. 5, 13-16)

Eres preciosa. Brillas. Colócate en lo alto de la montaña, levanta los brazos, muéstrate. Comparte tu luz con el mundo, tienes mucho que ofrecer, eres preciosa. Hueles a esperanza y buenas noticias, no te ocultes. Brillas.

 

“Los árboles sanos dan frutos buenos, los árboles dañados dan frutos malos.” (Mt. 7, 17)

Eres la tierra que sustenta mis raíces,

tu humedad me alimenta, me eleva, y hace brotar el fruto de mis ramas.

Aunque no te mire sé que estás aquí, no puedo arrancarme de ti.

Sin ti no sería yo.

Sin ti no habría bosque.

Sin ti no sobreviviríamos al viento, al otoño, ni a la sequía.

Con ternura acogiste la semilla que fui y me hiciste frondosa, rodeada de otros, anclada a tu amor.

 

“Jesús se dio cuenta de que un gran poder había salido de él.” (Mc. 5, 30)

Me ha hecho alzar la cabeza, bendecir mi cuerpo, bailar.

Me ha hecho disfrutar el sol en el rostro, el viento despeinándome, el olor de la hierba.

Me ha hecho encontrarme con otros, reír, cantar.

Me ha llenado el pecho de emociones.

Me ha sanado.

Y sólo era el borde de tu manto.

¿Cómo será, Señor, cuando te abrace?