EQUIPO DEL REY LEÓN (EL) – Josep Perich

Josep Perich

El león, rey de la selva, tuvo una idea genial: formar un equipo de fútbol para jugar con los países vecinos y pasarlo bien. Rápidamente se fue a la selva para elegir a sus jugadores.

Atravesando una llanura vio una jirafa. Pensó que jugaría muy bien con la cabeza y la fichó para el equipo. Vio un oso muy robusto que podría ser un buen portero y también lo fichó. Vio una gacela y un leopardo corriendo como un rayo y pensó que podrían ser los mejores delanteros y también los fichó.

Fue escogiendo a sus futuros jugadores observando sus cualidades: las monas y el tigre para ocupar el centro del campo; un elefante y un rinoceronte para la defensa; una liebre para regatear. Finalmente consiguió un equipo con once jugadores.

Pero el primer día de entrenamiento fue un desastre. El leopardo quería comerse a la gacela. El oso quería atrapar a las monas. El elefante y el rinoceronte no paraban de pelearse. La liebre huía escapándose del tigre. Aquello no podía continuar así. El rey león, que era el entrenador, sopló con fuerza su silbato y detuvo el entreno. Se dio cuenta de que, al ser todos diferentes, no se respetaban ni se amaban entre ellos.

Así que, antes de enseñarles a jugar a fútbol, les enseñó a convivir en paz aprendiendo a respetarse y aceptarse tal como eran. De lo contrario, el equipo no podía funcionar. Al cabo de muchos días de entrenarse, solo en eso, consiguieron ser grandes amigos. Fue entonces cuando pudieron empezar a jugar a fútbol. Es más, se lo pasaban en grande aprendiendo este deporte, y llegaron a ser uno de les mejores equipos. Cuando se les preguntaba por el secreto de su excelente juego, ellos respondían:

-Porque somos buenos amigos y cada uno aporta al equipo lo mejor que sabe hacer.

Reflexión:

“Porque soy guapo, rico y un crac en el fútbol, me tienen envidia” Esta sentencia prepotente de un reconocido futbolista creo que, en el fondo, expresa el sentimiento de una buena parte de nuestra sociedad: el deseo, incluso envidia, de conseguir estos rasgos, o similares, para ser feliz. Es más, para lograrlo no hay que regatear esfuerzos, sacrificando en el altar del dios «éxito»: la salud, el tiempo que debería dedicar a la familia o los amigos,… si es necesario venderé mi dignidad o, no tendré escrúpulos, o destrozaré a quien se me ponga delante. ¿Es este el camino de la «felicidad» personal y colectiva?

Una vez más, hoy se hace realidad la escena bíblica del paraíso terrenal: Adán y Eva no aceptan la limitación humana, se dejan seducir, pretenden ser como Dios y se encuentran desnudos fuera del paraíso; y más aún, culpándose el uno al otro. Hoy, en plena crisis, vale la pena releer el capítulo tercero del Génesis.

Lejos de pensar que el fútbol, y menos en el de élite, sea el «paraíso terrenal» envidiado, me ha llamado la atención esta información: «Por segundo año, 300 chicos y chicas de entre 7 a 17 años, los equipos masculinos y femeninos del fútbol formativo del FC Barcelona, acompañados de sus entrenadores, han peregrinado este martes, 18 de octubre, a Montserrat. Han hecho una ofrenda floral a la Virgen. El hermano Sergi les ha acogido y la escolanía les ha cantado el «Nigra sum» de Pau Casals… «. Más allá de la dimensión religiosa o no de este encuentro, sí ese «perder tiempo», cuando podrían estar entrenando, les puede alentar un trasfondo personal y colectivo que vaya dibujando una fisonomía identificativa y motivadora, además de chutar la pelota. Se trata de tener cuidado de los contrafuertes de la persona.

Parece reinar la ley de la selva en nuestro mundo, donde todos nos sentimos amenazados. En este contexto debemos reclamar «tiempo» como hacen los entrenadores de baloncesto (el rey león) para rehacer no sólo la estrategia sino la confianza en el equipo, en la comunidad.

Precisamente el obispo de Brasil Pedro Casaldáliga presentando la Agenda de 2012, titulada «Buen Vivir – Buen Convivir», afirma: «Buen vivir frente al mal vivir de la inmensa mayoría y contra «la buena vida», insultante, blasfema, de una minoría que intenta ser y estar ella sola en la casa común de la Humanidad. Es inimaginable una buena vida humana que no sea una buena convivencia humana. Somos relación, sociabilidad, comunión, amor».