«ENTRE TANTA GRIETA… EL CAMINO DEL DIÁLOGO Y EL ENCUENTRO CON LOS JÓVENES» – Cristian Saint Germain

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«ENTRE TANTA GRIETA… EL CAMINO DEL DIÁLOGO Y EL ENCUENTRO CON LOS JÓVENES»

Cristian Saint Germain

Mg. en Educación – Prof. Teología 

Instituto de formación en pastoral de juventud Cardenal Eduardo Francisco Pironio

Pastoral de Juventud- Conferencia Episcopal Argentina 

tasadu66@gmail.com 

 

Un espacio, una cátedra y un testimonio de la cultura del encuentro desde Argentina 

La grieta argentina y la polarización político-social y cultural en muchos países- 

Los argentinos solemos pensar que nuestros problemas son los peores, nuestro «caso» es único en las dificultades económicas y en las crisis recurrentes que atraviesan nuestro país. Sin embargo, otros países del mundo, «jóvenes» como el nuestro —que «apenas» cumplió hace poco sus primeros 200 años— o «viejos» como aquellos que forman nuestras raíces coloniales (España) o migratorias del siglo XX (Italia, por ejemplo): todos estamos viviendo una creciente polarización en la política, en la cultura y en la sociedad.

El periodismo argentino la bautizó grieta y, también, como en otros países, está alimentada por tragedias recientes que arrasaron con violencia desde el Estado (la represión de las dictaduras, la desaparición de personas) a todo aquel que representara una amenaza real, imaginaria o magnificada al «orden establecido»: grupos guerrilleros, militantes sociales, sindicalistas. Algunos de estos grupos eligieron la violencia armada como modo «ineludible» de luchar por la justicia y la liberación. Tanto desde el Estado tomado por las fuerzas armadas (especialmente el ejército) como desde los grupos de jóvenes militantes guerrilleros, hombres y mujeres de Iglesia, de la jerarquía y del laicado -explícita o implícitamente parte de estos actores sociales- alimentaron «desde la fe» dicha violencia fratricida. Si bien hubo procesos judiciales abiertos, claros y concretos que implicaron condenas a personas de la más alta responsabilidad, quedan aún responsabilidades por asumir, información no compartida, y juicios asimétricos en los que se ha oscilado en reconocimientos, amnistías (perdones) y responsabilidades claramente incompletas. Hubo y hay muy buenos y honestos intentos —en los que también participaron valientes testigos de la Iglesia como monseñor De Nevares, obispo de Neuquén, y otros de iglesias cristianas u otras confesiones— como el de la CONADEP: Comisión Nacional de la Desaparición de Personas, que publicó el histórico y señero informe «Nunca Más». En los últimos años algunos libros que retoman testimonios de los «hijos y nietos de la violencia» buscan traer y sanar la memoria del asesinato y/o desaparición de sus padres por parte del Estado, grupos armados de izquierda o de derecha, etc.[1] Cada 24 de marzo, en nuestro país, día dedicado a la memoria, sigue surgiendo también una simbólica lucha por el número de aquellos que fueron víctimas pero que parece siempre dejar fuera a algunas y algunos. También tenemos una innumerable «nube de testigos» que hoy ya tiene sus mártires en Wenceslao Maldonado (laico), Enrique Angellelli (obispo de la Rioja), Juan de Dios Murias (presbítero) y Gabriel Longeville (capuchino) beatificados por el papa Francisco.

¿La grieta es fruto de la violencia guerrillera de los 70 y el genocidio de la dictadura militar argentina (1976-1983)? No solamente: hay grietas que tuvimos en el propio origen del Estado argentino y que tuvieron las llamadas guerras de la organización nacional (1810-1868) cuyo reencuentro está significado en el frontispicio de la catedral de Buenos Aires que representa el reencuentro entre José, Jacob y sus hermanos (Gn 45).

Hay grietas sociales ancladas en prejuicios y generalizaciones: los villeros (habitantes de los barrios más precarios) son todos chorros (ladrones), vagos y drogadictos… Los ricos son todos evasores de impuestos, viven de la apariencia y explotan a los trabajadores…

Y los procesos modernos de urbanización, impulsados por el negocio inmobiliario y la creciente inseguridad (muchas veces exagerada por los medios de comunicación) llevan al refugio de las clases medias y altas en los barrios cerrados sin posibilidad de contacto cotidiano con otras clases sociales. La escuela de gestión pública, que en Argentina era lugar donde todos se encontraban, hoy está empobrecida, atravesada por una gestión discontinua y un compromiso del docente muy fragmentario.

¿Cuáles son las nuevas ágoras para que los distintos puedan conversar, discutir, debatir?

¿Dónde encontrarse? ¿Cuáles son las nuevas ágoras para que los distintos puedan conversar, discutir, debatir? Apenas los partidos de la selección argentina parecen ser de las pocas situaciones en las que todos se sienten parte de lo mismo: un pueblo. Los católicos diríamos: el Pueblo de Dios. Caminar a Luján sigue siendo para los jóvenes un itinerario de todos y para todos: la peregrinación nuclea alrededor de un millón de personas —jóvenes en su mayoría— para caminar 60 kilómetros al encuentro de María, desde 1975 de forma ininterrumpida (salvo el 2020 por la pandemia). Apenas unos gestos y momentos, pero priman los intercambios de descalificación, de odio y de rencor exacerbados por las redes sociales.

La(s) grieta(s) como ¿objetos de estudio? Poner palabras a lo que nos incomoda

La grieta —que es presentada en forma simplista como K (kirchnerista) o anti-K— es mucho más que una antinomia entre dos coaliciones políticas. Expresa muchas veces no solo la imposibilidad de dialogar y escuchar al que piensa diferente sino lisa y llanamente negar su derecho a existir. Los «otros» y su respectivo colectivo social son vistos como amenaza en su totalidad —sin distinguir demasiado sus pensamiento, ideas o sentimientos— y no se considera la posibilidad de acordar en proyectos, ideas o —en los ámbitos republicanos de representación— políticas públicas que vayan más allá de una coyuntura o un mandato del partido en el gobierno.

El dolor de los desaparecidos por la dictadura militar, la tristeza de las víctimas de la violencia guerrillera o de grupos paramilitares en los 70 son algunos de los factores más profundos que, más allá del camino sinuoso que atraviesan las causas judiciales, es necesario poner en palabras, expresar, estudiar con los más jóvenes que son nietos de esa generación.

Los prejuicios que tienen algunos respecto de los pobres (Adela Cortina habla de «aporofobia»), llevan a una barrera y etiquetamiento sin conocimiento del otro ni posibilidad de empatía. Es extraordinaria la charla Ted de Mayra Arena «¿Qué tienen los pobres en la cabeza?»[1], que hace un fuerte replanteo —sin acusaciones— del desconocimiento y distancia que separa las realidades socioeconómicas y culturales.

Grieta social, grieta cultural… divisiones, desconfianza, imposibilidad de acuerdos y consolidación de lazos para afrontar los desafíos de una sociedad, una nación: la deuda social, la falta de trabajo, 50 % de pobreza, una pandemia, la revisión de un proyecto educativo para una nación que se posicione democrática en el siglo XXI. Una nación que —en lo cultural— sabe compartir las riquezas de todos los que la conforman y aún vive —quizás con nostalgia— aquella declaración del preámbulo de su Constitución que ofrece su ser y sus objetivos para «nosotros y para todos los habitantes del mundo que quieran habitar el suelo argentino». A veces decimos que los argentinos somos solidarios, otras veces nos vemos como un «desastre desunido». Seguramente no somos del todo lo uno ni lo otro.

Cuando comenzábamos a visibilizar esta grieta en la mesa de los domingos —una auténtica institución nacional— nos dimos cuenta de que ya no bastaba cerrarnos en nuestra familia, en nuestro mundillo para no tener que discutir ideas con los que piensan diferente. La grieta también estaba en casa y se hacía difícil seguir reuniéndonos con todos los amigos o con la familia ampliada.

Un espacio de diálogo y encuentro con el que piensa diferente: Seminario de la facultad de ingeniería en la UCA

Corría junio de 2016 y pregunto —profesor de teología en la carrera de ingeniería ambiental— a los alumnos si les gustaría que el seminario del segundo cuatrimestre que continuaba la materia «Moral y Compromiso social» —que tiene como eje la DSI— lo dedicáramos a la reciente Laudato si’, ya que la mayoría iban volcar su quehacer profesional a la gestión medioambiental. Ante mi sorpresa, me dijeron: «No, profe, ya la estudiamos en todas las materias un montón. Está buenísima, pero queremos hablar de otra cosa». No tuve más remedio que preguntarles: «¿De qué?». «De política y religión, de política e Iglesia; ¿podrá ser?». «Bueno, déjenme pensarlo», les dije. Y unos 15 días después de rezarlo y pensarlo, les propuse: «Vamos a trabajar un seminario sobre Iglesia y Política: “La cultura del encuentro frente a la grieta de la argentina 2016”». Así surgió un espacio que se renovó año a año con nuevos jóvenes, chicos y chicas de clase media que transitan sus últimos años de ingeniería, promedio de 23 años. Cada curso viene teniendo una evaluación altamente positiva y movilizadora de cada una de ellas y ellos. Con el aporte de otros profesores y pensadores fuimos profundizando la cultura del encuentro y la misericordia que propone Francisco en el marco de nuestra historia y nuestro presente de búsquedas, palabras y desencuentros argentinos. En estos 5 años no solo pudimos leer, ver vídeos e historias que nos permiten asomarnos a las historias concretas de cada persona que trascienden ideologías, números y posicionamientos políticos, sino que también el propio seminario se convirtió en un espacio en el que se escucha con absoluto respeto (o se lee o se ve) lo que cada uno piensa, opina y siente sin descalificaciones de ningún tipo.

Un espacio en el que se escucha con absoluto respeto (o se lee o se ve) lo que cada uno piensa, opina y siente

Las historias, los problemas de aceptación del diferente, las violencias que atravesaron nuestra historia reciente las «hicimos» dialogar con los textos del Concilio Vaticano II y Puebla sobre la relación Iglesia y Política, los discursos sobre la misericordia como herramienta política que Francisco nos propuso y, en general, la propuesta de una cultura del encuentro que ha consolidado en el «Pacto Global Educativo» y en la encíclica Fratelli Tutti (2020). Lo que leíamos al comienzo del seminario en 2016 y nos resonaba como propuesta para construir puentes sobre las grietas, generar espacios de escucha de lo y los diversos y la necesidad de visualizar otro tipo de vínculos de amistad social nos sorprendió luego cada vez más presente en el magisterio del papa. Al mismo tiempo, muchos pensadores argentinos: desde la ciencia política, la sociología, la economía y la cultura como así también filósofos de la talla de Byung Chul Han (La expulsión de lo distinto) o François Dubet (Lo que nos une) plantean el riesgo de la avasallante uniformización y endogamización de las sociedades frente a la necesidad de un «reconocimiento positivo de la diferencia». A la vez, se hizo cada vez más central en la Iglesia la profundización creciente de su dimensión sinodal —hacia dentro— y —hacia fuera— la cultura del diálogo, del encuentro y de la fraternidad universal que atraviesa este pontificado, desde la elección del nombre que hizo Jorge Bergoglio aquel 13 de marzo de 2013 hasta la dimensión planetaria de Francisco de Asís como hombre del encuentro para toda la humanidad (FT 286).

Lo que comenzó por una propuesta de los alumnos fue tomando forma con los materiales de la cátedra y parecía cada vez más ser un signo de los tiempos que estamos llamados a responder con, de y para los jóvenes Se iba haciendo eje del camino que estamos llamados a transitar —juntos, claramente— en esta Iglesia de los «tiempos de pandemia». Claro está que la oración universal que gritó al mundo Francisco desde el «carajo» de la Iglesia-barca aquel 27 de marzo de 2020: «¡Nadie se salva solo!» fue también otra clave para pensar y repensarnos en nuestras heridas-grietas.

 

[1] https://www.ted.com/talks/mayra_arena_que_tienen_los_pobres_en_la_cabeza 

[1] Héctor Ricardo Leis: «quiero que cada argentino y argentina que participó en los 70 diga lo que vio y lo que hizo», película El Diálogo (2014) https://www.youtube.com/watch?v=VW2LyirejlE

 

 

Testimonios que animan a la esperanza y desafían a ser artífices de la fraternidad

Sería imposible y extensísimo compartir esos textos escritos o vídeos que nos animan a pensarnos desde el encuentro y la honesta mirada hacia el dolor y las violencias que nos atraviesan, pero no podemos dejar de ver y compartir la gracia que significó y significa para esta experiencia el testimonio de la Dra. Cristina Cacabelos que vamos a enlazar en este mismo número de RPJ. Ella, con dos hermanos asesinados en campos de detención por la dictadura militar y una hermana muerta en un enfrentamiento —bien dice, «la violencia de los 70 hizo implosionar mi familia que vivía la fe con un sentido compromiso social»— ha recorrido a la vez un honesto y profundo camino que ella misma vive como don y la ha llevado al perdón y a ser hoy generadora de encuentros personales con muchos militares que han sido actores centrales de ese genocidio. Además de dar su testimonio de diálogo y encuentro para sanar la grieta supurante de la violencia de esos años y dejar a las jóvenes generaciones un camino más allanado para la construcción de la nación, visita en prisión todos los meses a distintos militares (de la fuerza aérea, la armada y el ejército) para escucharlos y procurar también que puedan terminar de asumir su responsabilidad —más allá de las condenas incompletas o asimétricas de la justicia— y poner toda la información a disposición de la sociedad que muchos terminan llevándose a la tumba en ese contexto de odio y rencor.

Otros también han recorrido un camino de reencuentro como el exguerrillero montonero Héctor Leis, que escribió[1] —antes de morir— un reconocimiento de la responsabilidad de las organizaciones armadas en la violencia de los 70, a la vez que fue partícipe de un profundo, sereno y reparador diálogo con la dirigente política Graciela Fernández Meijide, madre de un hijo desaparecido por la dictadura a los 17 años. Una película documental disponible en internet, da testimonio de ello: El diálogo(https://www.youtube.com/watch?v=lHh0wY7ZU0).

De Evangelii Gaudium a Fratelli Tutti: diálogo, encuentro y amistad social

Los politólogos dicen que, pese a que se suele decir lo contrario, preferimos la grieta porque da claridad a los posicionamientos y parece que solo podemos definirnos en nuestra identidad en la medida en que ubicamos al otro en las antípodas y toda diferencia la leemos como amenaza de dilución de lo que somos o creemos ser[1].

Otro luchador por el encuentro con el diferente es el rabino Sergio Bergman[2], que plantea un itinerario que pueda ir de tolerar a aceptar y celebrar la diferencia.

En la experiencia personal, hablando con unos 500 jóvenes en el marco de los talleres del II Encuentro Nacional de Jóvenes, organizado por la Pastoral de Juventud Argentina, en Rosario —octubre de 2018-—, planteando algunas miradas sobre el proyecto de vida, al decir con claridad: «Un joven cristiano, católico no puede abonar la grieta. Es clara y definitivamente contraria al Evangelio de Jesús», recibí el más emocionante, unánime y cálido aplauso de los jóvenes que recuerdo en mi vida.

Será esta fraternidad el servicio a la humanidad

La maravillosa figura del poliedro que Francisco nos viene proponiendo desde hace varios años, se hace imagen clara del camino a recorrer. «No me basta “respetar” al otro para que podamos encontrarnos en un gran proyecto nacional. Tiene que nacer en mí el deseo de que el otro pueda desarrollarse y realizarse en la vida sin dejar de ser él mismo»[3].

«Hablar de cultura del encuentro significa que como pueblo nos apasiona intentar encontrarnos, buscar puntos de contacto, tender puentes, proyectar algo que incluya a todos. Esto se ha convertido en deseo y estilo de vida. El sujeto de esta cultura es el pueblo, no un sector de la sociedad que busca pacificar al resto con recursos profesionales y mediáticos» (Fratelli Tutti 216).

En eso estamos algunos, quizás unos pocos, aquí en Argentina y en el mundo. Y será esta fraternidad el servicio a la humanidad toda en su multiforme diversidad el don que la Iglesia con su riqueza evangélica pueda brindar a todos como soñaba san Juan XXIII cuando nos regaló su Pacem in Terris.

[1] Alberto Luis Quevedo, Ignacio Ramírez y otros (COMP.) Polarizados. ¿Por qué preferimos la grieta? (aunque digamos lo contrario), Capital Intelectual, Buenos Aires, 2021.

[2] Sergio Bergman, Celebrar la diferencia. Unidad en la diversidad” Ediciones B, Buenos Aires, 2009.

[3] Víctor Fernández, La propuesta del Papa Francisco sobre la cultura del encuentro, Educa, Buenos Aires, 2017.

[1] Héctor Ricardo Leis, Un testamento de los años 70. Terrorismo, política y verdad en Argentina, Katz Editores, Buenos Aires, 2013.

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