Iñaki Otano
Domingo 26 del tiempo ordinario (A)
En aquel tiempo dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: ‘Hijo, ve hoy a trabajar en la viña’.
Él le contestó: ‘No quiero’. Pero después se arrepintió y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: ‘Voy, señor’. Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre? Contestaron: ‘El primero’”.
Jesús les dijo:”Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y aun después de ver esto vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis”. (Mt 21, 28-32)
Reflexión:
Una persona puede ser refunfuñona, pero capaz de darlo todo después del primer impulso de rechazo. Otros se ofrecen desde el principio para todo, pero no son capaces de perseverar en el compromiso: tras un comienzo fulgurante, se quedan sin fuerzas a mitad de camino. Se puede finalmente decir sí a todo, pero solo por fórmula, sin voluntad de llevar adelante lo que se dice.
En el tipo de respuesta y de actitud puede contar el modo de ser personal y la precaución para no comprometerse ni comprometer a otros por encima de las posibilidades. Puede contar también el deseo de dar buena imagen, pero sin la voluntad de que el ser responda al parecer. Sucede a veces que la primera respuesta negativa está condicionada por el miedo, pero, tras la reflexión, decimos sí de corazón.
Todas esas actitudes y reacciones se consideran posibles en la parábola de hoy. La viña a la que debemos ir a trabajar es la realidad de cada día: el Señor comprende que tengamos dificultad para dar siempre la respuesta más adecuada. Nuestras dudas, nuestros tanteos, nuestros arrepentimientos, nuestras “vueltas a empezar”, son humanos y no nos deben avergonzar.
Quizá somos conscientes de haber respondido con un no cuando debíamos haber dicho que sí, o de habernos equivocado en el momento de dar una respuesta adecuada. Siempre hay la posibilidad de responder sí ahora, con la experiencia adquirida y en nuestras circunstancias concretas actuales.
Al mismo tiempo, decir sí con los labios, pero no con las obras puede significar no estar dispuesto a cambiar de actitud cuando es necesario.
Se puede llegar a ser demasiado autosuficiente y despreciar a los otros, considerándolos “los últimos” o “lo último” por sus defectos e imperfecciones visibles. Sin embargo, estos “últimos”, que tienen tantas dificultades para ser reconocidos como personas, son comprendidos por el Padre en sus luchas y en su impotencia para comportarse de modo que su dignidad sea reconocida. Por eso, dirá Jesús a los que se creen buenos y sin defectos y desprecian a los “pobrecillos últimos”: los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios.
El Señor comprende este navegar nuestro entre el sí y el no. Nos dice que no nos quedemos en un sí solo de palabra, Es mejor reconocer que a veces decimos no y, al mismo tiempo que reconocemos eso, pedir su ayuda para vivir diciendo sí con la vida.