ENSANCHA EL ESPACIO DE TU TIENDA RPJ 561Descarga aquí el artículo en PDF
ENSANCHA EL ESPACIO DE TU TIENDA HACIA LOS JÓVENES
En este nuevo número de RPJ queremos abordar la necesaria relación entre los grupos juveniles y la comunidad cristiana adulta y estudiar desde ahí las diferentes modalidades del acompañamiento y la acogida que la comunidad ha de hacer a las nuevas generaciones. Nos hacemos algunas preguntas importantes: qué estilo de comunidad cristiana será capaz de atraer a los jóvenes, qué mediaciones de acompañamiento interesa no olvidar en nuestra configuración comunitaria, en qué aspectos ha de acompañarse a los jóvenes en los últimos momentos del proceso evangelizador, en los que se deciden a integrarse activamente en una comunidad cristiana…
Cerramos esta introducción con dos citas de la Christus Vivit que nos pueden guiar en esta tarea de invitar a los jóvenes a ser comunidad e iglesia.
Tengo pendiente preparar el tema de la Iglesia para trabajar con el grupo de jóvenes que acompaño los viernes, en un horario bien nocturno, después de sus actividades de compromiso con otros jóvenes a los que ellos y ellas, a su vez, acompañan. Así como otros temas los dinamizarán y prepararán ellos, sinodalmente, y los animadores estaremos a la escucha y en el diálogo, para el tema de la Iglesia no han salido voluntarios. Les cuesta. En sus caras de hoy y en sus comentarios de antes, predomina cuando menos la distancia, y muchas veces la crítica y quizá la condena no expresada. La imagen de la tienda que el documento para el Sínodo continental ha utilizado, me inspira a ayudarles a darle la vuelta al tema.
Los jóvenes que acompaño disfrutan invitando, expandiendo lo que son, contagiando a otros
La Iglesia es una tienda para el desierto de los ambientes agnósticos o beligerantemente contrarios a la fe en sus ambientes universitarios o laborales, para el desierto de la falta de referencias de vida verdadera en este mundo relativista, para el desierto de las desigualdades e injusticias… Necesitamos ese «toldo que protege del sol, el viento y la lluvia, delineando un espacio de vida y convivencia». Creo que el grupo juvenil está siendo este espacio. ¿Lo viven también en la comunidad local? ¿En la diocesana? ¿En la universal? ¿Lo viven mejor en otros espacios?
La Iglesia es una tienda llamada a «acoger a otros en ella, dando cabida a su diversidad» (IL 28). a expandirse, y parece que los mayores comenzamos a sufrir un estrés hídrico por falta de nuevas incorporaciones jóvenes a la comunidad. Podemos llorar y lamentarnos. Sin embargo, los jóvenes que acompaño disfrutan invitando, expandiendo lo que son, contagiando a otros. No les es extraño el verbo compartir, poner en red. Extender la tienda les gusta, compartir ese espacio de vida y convivencia les da sentido. ¿Ponemos a los jóvenes en misión, en convocatoria, en acogida? ¿Estamos más pendientes de que no se vayan, antes que de preparar su capacidad de contagio e invitación?
La Iglesia es una tienda llamada a no quedarse en un sitio fijo, sin dejar de portar el tesoro mayor, la presencia de Jesús, como el tabernáculo del pueblo judío cobijaba la propuesta de Dios. Las estacas o clavijas, los cimientos de la fe, deben estar firmes, pero deben poder anclarse en cada diferente situación vital o contexto social. Cualquier joven entiende la importancia de estos anclajes. Me siento invitado por esta imagen a consolidar la formación de nuestros jóvenes, a profundizar en aquello que les de firmeza y fortaleza, a combinar el saber teórico teológico con la experiencia vivida de Jesucristo. Esta experiencia está hecha de oración y celebración, de reconocimiento de su voz en los acontecimientos y de su presencia en los más pequeños. ¿Está esto presente en mi grupo y en mi pastoral juvenil? ¿Mi comunidad local camina, avanza, peregrina? ¿Fallan los anclajes? ¿Hemos discernido bien las tensiones correctas, la orientación de la tienda, la presión adecuada?
«En todas nuestras instituciones necesitamos desarrollar y potenciar mucho más nuestra capacidad de acogida cordial, porque muchos de los jóvenes que llegan lo hacen en una profunda situación de orfandad. Y no me refiero a determinados conflictos familiares, sino a una experiencia que atañe por igual a niños, jóvenes y adultos, madres, padres e hijos. Para tantos huérfanos y huérfanas, nuestros contemporáneos, ¿nosotros mismos quizás?, las comunidades como la parroquia y la escuela deberían ofrecer caminos de amor gratuito y promoción, de afirmación y crecimiento» (ChV 216).
«La experiencia de grupo constituye a su vez un recurso para compartir la fe y para ayudarse mutuamente en el testimonio. Los jóvenes son capaces de guiar a otros jóvenes y de vivir un verdadero apostolado entre sus amigos. Esto no significa que se aíslen y pierdan todo contacto con las comunidades de parroquias, movimientos y otras instituciones eclesiales. Pero ellos se integrarán mejor a comunidades abiertas, vivas en la fe, deseosas de irradiar a Jesucristo, alegres, libres, fraternas y comprometidas. Estas comunidades pueden ser los cauces donde ellos sientan que es posible cultivar preciosas relaciones» (ChV 220-221).
¿Ponemos a los jóvenes en misión, en convocatoria, en acogida?