ENCONTRARSE CON JESÚS ES ARRIESGARSE A CREAR LAZOS DONDE OTROS VEN BARRERAS
Fernando Arriero
La fe bien se podría definir como un encuentro. No obstante, en un tiempo en el que llamamos «encuentro» a casi cualquier contacto, se hace necesario precisar que la fe:
NO es un encuentro…
- Consigo mismo, que empieza en mí y termina en mí. La fe no es «ombligocéntrica».
- Con un conjunto de ideas y dogmas que podamos defender con más o menos ardor en discusiones más o menos ortodoxas.
- Con una serie de mandamientos y normas morales que nos pudieran llevar a una competición farisaica. ¿Quién será el más «perfecto», el que viva más acorde a las cláusulas divinas?
- Que me posicione en la élite VIP, que me desmarque de las situaciones dolientes del mundo como si el olor a incienso y el olor a miseria fueran incompatibles.
- Que me haga creer que mi grupo de referencia, comunidad, movimiento o parroquia es la «guay», mientras que los otros simplemente no tienen la suerte de conocernos.
SÍ es un encuentro…
- Con Jesús resucitado, con Dios Abba y con el Espíritu que nos abren a más amar y servir.
- Transformador, porque al dejarnos «tocar» el corazón por un amor previo e incondicional, las quejas se diluyen en un agradecimiento emocionado.
- Sanador, porque no nos importa reconocer nuestras parálisis, cegueras, heridas… y experimentamos que sus manos y sus palabras no nos dejan permanecer en el victimismo ni en la creencia ingenua de que somos «intocables».
- Que nos lleva a acoger al otro sin preguntarle su nacionalidad, preferencias políticas, religión, orientación sexual, likes en RRSS, carisma congregacional o diócesis.
- Que nos posiciona de manera parcial a favor de los empobrecidos de la tierra.
En definitiva, la fe es un encuentro que posibilita encuentros verdaderos, desde el corazón, en los que se teje la fraternidad universal.
TEXTO DESTACADO
La fe es un encuentro que posibilita encuentros verdaderos, desde el corazón.
Propuesta orante.
- Antes de comenzar el rato de oración de grupo, vamos a dedicar un tiempo a elegir entre todos el texto del Evangelio que será el corazón de nuestra plegaria. Todas las escenas evangélicas presentan un encuentro de Jesús, pero… ¿cuál consideramos que es el más apropiado para el grupo?
- El encuentro con Nicodemo: un encuentro por la noche porque Nicodemo tenía miedo de que le vieran con Jesús. Nicodemo era un fariseo rico, miembro del sanedrín y maestro de Israel. Sin embargo, Jesús le invita a nacer de nuevo, nacer del Espíritu (Jn 3,1-8).
- El encuentro con la sirofenicia. Una mujer no judía que le mostró al mismo Jesús que el reinado de Dios tenía vocación de universalidad. Ella consiguió la curación de su hijita y Jesús se admiró de tanta fe y amor (Mt 15,21-28).
- El encuentro con el hombre rico, que era «buena gente», que había cumplido todos los mandamientos desde que era joven. Él quería dar un paso más en el seguimiento de Jesús. Jesús le mostró que ese «más» pasaba por vender todas sus posesiones y dárselas a los pobres. Este hombre se fue entristecido: no podía dar ese paso extra (Mc 10,17-30).
- El encuentro con Zaqueo. La curiosidad de Zaqueo por ver a Jesús se convirtió en una comida con Jesús y sentados a la mesa, Zaqueo comprendió que su vida no podía ser igual. Era necesario romper con el pasado y recomenzar de nuevo (Lc 19,1-10).
- El encuentro con Bartimeo. Jesús no quiso que se mantuviera a la vera del camino, le convocó al seguimiento, pero le hizo una pregunta que no quiso dar por supuesta: «¿Qué quieres que haga por ti?» (Mc 10,46-52).
- El encuentro con la samaritana. Rompiendo la costumbre de no hablar con mujeres en ámbitos públicos, Jesús quiso ofrecerle un agua viva gracias a la cual ella nunca volvería a tener sed. A pesar de haber tenido varios maridos, su corazón seguía anhelando un amor pleno (Jn 4,5-42).
- El encuentro con Poncio Pilato. Entre cuestiones de poder y de reinados, surgió una cuestión que quedó en el aire: ¿Y qué es la verdad? (Jn 18,28-38).
- Hacemos silencio exterior y sobre todo interior durante unos segundos para tomar conciencia del encuentro orante que se va a vivir.
- Motivación. Varios son los encuentros que hemos tenido en el día de hoy, pero ahora nos reunimos con ilusión para uno muy especial: con Jesús. Encontrarse con Él nos ayuda a poner en perspectiva y calibrar los encuentros experimentados hoy y los que viviremos próximamente. Y es que Él nos va configurando por dentro como hombres y mujeres de encuentro, de conciliación, de escucha tolerante y de entusiasmo por la cooperación. Jesús abole cualquier atisbo de fanatismo excluyente. Por eso, estar a su lado en oración nos «vacuna» de extremismos de cualquier tipo que, reconozcámoslo, son también una tentación para nosotros.
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4. Vamos hacia adentro. Escuchamos la canción: Ven, Señor Jesús, Hermana Glenda: https://youtu.be/THWtg46yyPw
5. Se proclama el Evangelio que previamente hemos elegido.
6. Después de un tiempo de silencio, ponemos en común nuestra oración. A lo mejor nos pueden servir estas cuestiones.
- ¿Qué conflictos, desencuentros, agresividades… que percibo en mi entorno o en los medios de comunicación me duelen de manera especial?
- ¿Qué luz me aporta el Evangelio a la hora de percibir o posicionarme ante las realidades de conflicto, desunión, cerrazón?
- ¿A qué me invita Jesús en este tiempo de oración?
7. Plegaria final
Jesús, hombre de encuentros,
moldea nuestros corazones
para hacerlos dóciles para la acogida de la diferencia,
para dar nuevas oportunidades a quienes socialmente son estigmatizados sin piedad,
para perdonar a quienes nos han herido a nivel personal y social,
para no perder la esperanza en la humanidad.
Pero también te pedimos que nuestros corazones sean intolerantes
a la injusticia y a la explotación, venga de quien venga,
a la violencia, sea del tipo que sea,
a la mentira, sean obscenas o «piadosas».
Jesús, estar cerca de ti aumenta en nosotros
el deseo de hacer de cada encuentro un kairós,
un tiempo de gracia, una gran oportunidad,
para que el mundo sea mejor, más acorde a lo que el Padre soñó.
Jesús, hombre de encuentros,
gracias por encontrarte hoy con nosotros. Amén.
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