“Lleva la barca mar adentro, y echad las redes para pescar.”
(Lc. 5, 4)
En tu nombre me sacudiré el cansancio. Aunque el día ha sido largo y difícil, y regreso entumecida del mar que hoy parece estéril.
En tu nombre repararé mi barca, maltratada por las largas horas de trabajo. Mi barca de maderas astilladas y de un color antes vivo que se disolvió entre las aguas. En tu nombre la repararé, aunque he deseado mil veces que la devoren las corrientes. La veo tan pequeña y gastada que temo hundirme con ella cuando el mar se enfurece.
En tu nombre me haré a la mar de nuevo. Aunque está cayendo la noche, y el viento ha enfriado, y el horizonte se va oscureciendo con nubes de tormenta. Me haré a la mar de nuevo, aunque creí merecer el descanso.
En tu nombre remaré, aunque me fallan las fuerzas. Mis manos se resienten, mi cuerpo está dolorido, pero seguiré remando mar adentro, en tu nombre.
En tu nombre desplegaré mis velas, amarillentas y remendadas.
En tu nombre investigaré nuevas rutas para mi barca. Aunque creí conocer a fondo esta costa. Buscaré nuevos horizontes sin miedo a alejarme y viraré a favor de nuevos vientos que me guíen.
En tu nombre sabré que he llegado a mi destino, aunque sea ya noche cerrada y todo el cansancio del día, de todos los días, me pese sobre la espalda.
En tu nombre echaré las redes.
Y tú estarás a mi lado cuando rebosen.