Las redes sociales han cambiado mucho el escenario social en el que nos movemos y no solo la manera de comunicarnos, sino también la manera en la que nos entendemos como hombres y mujeres miembros de una sociedad construida por todos. Estos escenarios digitales han irrumpido con tanta fuerza y celeridad en la vida de todos que todavía no hemos acabado de calibrar sus efectos ni de entender sus consecuencias, sobre todo en el ámbito ciudadano, político y, también diría yo, educativo.
Por de pronto, las redes sociales nos traen una sociedad horizontal como nunca se había visto antes. Es verdad que la sociedad sigue siendo ciertamente jerárquica y que la autoridad está graduada según funciones, roles, rangos… pero lo cierto es que en las redes todos tenemos un perfil de igual valor y todos estamos al alcance de todos. Nunca un presidente del gobierno, ni un papa, ni un gran empresario estuvieron tan al alcance de cualquier comentario, sugerencia, insulto o alabanza por parte de cualquiera. En ningún otro lugar su «perfil» era tan similar al de cualquier ciudadano. Y eso, evidentemente, tiene su parte positiva y su parte negativa. Por un lado, nos entendemos política y socialmente iguales y hacía mucho tiempo que no se percibía la autoridad como un servicio, más que como una imposición. Las redes sociales están contribuyendo a la igualdad de todos y eso es una idea muy cristiana. Los roces actuales con las figuras de autoridad son evidentes y necesitamos entre todos redefinir dónde está el punto justo. No podemos pasar ahora a desdeñar la lógica idea de que, en ciertos momentos, en ciertos lugares, bajo ciertas circunstancias, todos y cada uno estamos sometidos a una autoridad que procura el orden mínimo social. Pero, claro, ¿qué pasa con los países, las personas, las sociedades… donde este acceso a la red social no es sencillo, no es limpio, no es libre… o simplemente no es posible por cuestiones de pobreza y desarrollo? Pues que la brecha aumenta y que el extremo hacia el que se caminan es aún más duro si cabe.
Otro de los aspectos que nos traen las redes sociales es una evidente posibilidad para expresarnos libremente. Claro que eso ya existía en las sociedades occidentales, pero vamos mucho más allá. Hoy, todos y cada uno de nosotros, podemos hablar sobre cualquier cosa, opinar sobre cualquier cosa, tener nuestro lugar propio en la red donde emitir nuestras valoraciones, nuestros juicios… ya no necesitamos las cartas al director de los periódicos ni participar en un programa de radio. Y la televisión, tan lejana ella, puede ser hoy sustituida por mi propio canal de YouTube donde generar mis propios contenidos. Es una aportación directa y no mediada que nos permite comentar cualquier noticia, opinar sobre cualquier producto y servicio, cuestionar cualquier aspecto y también aportar lo mejor de nosotros mismos y compartirlo con los demás. Y esto con un nivel real de influencia en otras personas. Cristianamente es una oportunidad increíble que no podemos dejar pasar para que nuestros jóvenes, nuestros mayores, nuestras instituciones compartan lo mejor de ellas, su vida, Cristo, para que otros reciban esa luz que puedan necesitar.
El último aspecto que me gustaría comentar en este breve análisis, aun sabiendo que hay mucho más, es que las redes sociales dan voz, y deben darla, a las miserias humanas, a las necesidades de otros, a las pobrezas injustas, a los sufrimientos descarnados, a las guerras inexplicables, a los vacíos de memoria de las sociedades ricas. La red tiene un enorme poder político y ciudadano de movilización e información. Es cierto que vivimos tremendamente sobreinformados, es cierto que todo va a una velocidad inusitada, pero no es menos cierto que sin las redes sociales no tendríamos acceso informativo a mucho de lo que sucede en el mundo, tanto bueno como malo, aquello que no encuentra un lugar, por determinadas razones, ni en prensa, ni en informativos de televisión, ni en el resto de medios generalistas, normalmente controlados por grandes corporaciones de comunicación con evidentes intereses y enfoques. La red hace más fácil que no caigan en el olvido escenarios que ya no son noticia para otros, que la actualidad ha desplazado de las parrillas informativas, pero que siguen lejos de estar resueltos. Y todo cristiano tiene aquí también una responsabilidad: la de promover la justicia, la paz, el reparto de riqueza… en definitiva, la de no abandonar al prójimo a su suerte y mirar para otro lado.
Como en todo lugar, nuestra presencia en la red puede colaborar a que el Reino se expanda o puede colaborar a su oscurecimiento. De nosotros depende. Sigamos a muchos perfiles, leamos a los que opinan distinto a nosotros, estemos al tanto de lo que sucede, demos nuestra visión cristiana de la realidad, movilicemos esperanzas y voluntades, impliquémonos también aquí en un mundo mejor.
Un abrazo fraterno.
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