Creo en el “MILAGRO” del amanecer de Pascua,
del sepulcro vacío, de la nueva presencia del ángel, del rumor de la mujeres,
-entre ellas María- del testimonio de los discípulos de Emaús,
como el SÍ de Dios para que el ser humano pudiera esperar contra toda desesperanza.
Creo que muchas cosas comenzaron a cambiar.
Empezó a cambiar las lágrimas en alegría, el miedo en seguridad, las dudas en fe plena,
el sinsentido en verdad, el vacío en paz, el Reino en una garantía de Dios “siempre con nosotros”.
María creyente sospechaba que el dolor y el gozo van unidos en la vida,
y no podía quedar defraudada, por que el mensajero de Dios que le dijo:
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo…, no tengas miedo”, regresa para anunciar: “
No os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, el crucificado; ha resucitado, no está aquí”.
RECONFORTEMOS con nuestro agradecimiento a aquellas personas mayores y enfermo
que se hacen fuertes en la fe y siguen procurándose del alivio y la frescura de la Madre de Dios.