Creo en el “MILAGRO” de una madre que sufre con equilibrio y presencia
la dolorosa y trágica agonía de la pasión y muerte de su Hijo,
como la actitud de quien se siente siempre habitada por Él.
Creo que muchas cosas comenzaron a cambiar.
Empezó a cambiar definitivamente nuestra suerte, empezó a cambiar
la idea de entrega incondicional de la vida, la donación de la existencia
para redimir y salvar, la propuesta de amor por la humanidad.
María confiada descubrió en el dolor asumido, -porque evitó el sufrimiento neurótico
que achica el corazón y encierra la mente- la presencia de Dios que permanece fiel,
y que no se recrea en la tragedia humana, sino que acompaña para sanar, curar y acoger las lágrimas.
CUREMOS con sensibilidad, cercanía y cariño a los hombres y mujeres adultos
que han visto como la vida les ha arrebatado a sus hijos a temprana edad.