Creo en el “MILAGRO” de un hijo que crece en Nazaret
como expresión de La naturalidad con que Dios se sitúa en sociedad.
Creo que muchas cosas comenzaron a cambiar.
Empezó a cambiar la presencia de Dios en la calle, en el templo, en la familia,
en la vida diaria, en el espacio donde amar y sentirse amado, perdonar y
ser perdonado, vivir la gratuidad de la entrega y la libertad para optar.
Y María tuvo mucho que ver. Seguro que no estudió psicología evolutiva, ni antropología,
ni análisis transaccional, ni teorías psicológicas… María tenía intuiciones de madre,
tenía amor maternal y punto. Por eso dejó crecer a Jesús; “crecer en edad, sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres”.
DEDIQUEMOS tiempo a estar sin prisas con la familia, con los amigos, con los mayores,
porque el estar es la mejor caricia y el mejor abrazo para renovar el amor.