Testimonio
«”Eres lo que eliges”: hace unos años, he leído esta frase en un banco de jardín. No me he sentado en el banco, pero me sigue ocurriendo “sentarme” en esta frase y en lo que significa.
ggSoy, por naturaleza, indeciso (algunos dicen que es influencia del signo). Ir a cenar fuera y encontrarme con un menú lleno de posibilidades es, para mí, un momento de tensión, sobre todo si el camarero, después de algunos segundos, se me queda mirando, como si el hecho de tardar un poco en elegir hiciera de mí un ser extraterrestre. Presionado, termino eligiendo al azar… Y, al final, me pregunto: ¿quién ha elegido el plato? ¿El camarero o yo? ¿He elegido o han elegido por mí?
Muchas veces, sentimos que no podemos controlar nada. De repente, es como si el mundo entero se pusiera a conspirar contra nosotros, como si todo nos cayera encima, sin tiempo para discernimientos o reflexiones. No elegimos perder un familiar, no elegimos la enfermedad, no elegimos el sufrimiento, no elegimos si encontrar o no el amor de nuestra vida, no elegimos separarnos de los amigos y echarlos de menos… Hay cosas que, sencillamente, nos pasan. Sin embargo, estoy convencido que podemos verdaderamente elegir el modo como queremos estar en estas situaciones. ¿Si es fácil? No, no lo es. Es difícil, a veces agotador, también porque hay muchas cosas que nos condicionan y hacen aún más arduo el camino (nuestro estado emocional, el trajín del día a día, la incomprensión de los demás…).
En fin… A veces hay que encontrar fuerzas que desconocemos para poder elegir, aunque alguien ya haya elegido por nosotros. Tenemos que tomarle el pulso a nuestra vida y tener la valentía de decirle camarero aquello del banco del jardín: “Yo soy lo que elijo; por eso, necesito tiempo para elegir bien”. Y, si el camarero se vuelve impaciente, seguimos pudiendo elegir: ¡nos levantamos y vamos al restaurante de al lado!».
Dinis, 29 años (Portugal)
Ecos del testimonio de Dinis
Querido Dinis, te escucho y ¡me encanta lo que dices! Por eso, me entran ganas de seguir profundizando…
No siempre es fácil «tomarle el pulso a la vida», sobre todo si eliges un camino distinto de los demás. A ti, ¿qué te ayuda a la hora de tomar esas decisiones?
A mí me ayudan tres cosas:
- Parar y escuchar mi interior. Aprender a distinguir lo que «quiero» de lo que «me apetece»; lo que «me gusta» de lo que «me hace bien»; lo que es un «sueño» y lo que es «posible, para mí, en este momento».
- Hablar con alguien. Alguien de confianza, que me deja libre para hablar y decidir, pero que también tiene la libertad de decirme si cree que algo no me ayuda. Hablar y escuchar. Y tener la humildad de aceptar lo que me dice.
- Arriesgar; ejercer mi libertad. Si lo que busco es el bien, el amor, sabré encontrar la «palabra oportuna» para decir lo que veo y lo que realmente quiero. Y los demás terminarán por aceptarlo y entenderlo, aunque no sea en lo inmediato.
¿Cómo haces para mantenerte firme en tus decisiones, en tus elecciones, en los momentos de duda y de tentación?
Para mí, a veces no es fácil. Las tentaciones son muchas, y a veces sutiles. Pero en los tiempos de duda y de tentación busco agarrarme firmemente a la decisión que tomé. No es tiempo de cambiar, porque, en los momentos de duda, es muchas veces el miedo el que nos conduce. Procuro mantenerme firme; recordar las razones que me llevaron a avanzar; enfrentar los miedos con valentía; decirme que quiero ser una mujer de palabra, que no huye ante la primera dificultad; y confiar que no estoy sola: Dios me acompaña y los que me ayudaron a elegir también.
¿De dónde crees que viene es fuerza escondida para elegir y mantener tus decisiones?
En mi caso, lo tengo claro: esta fuerza viene de Dios. Es Él el que me empuja a hacer el bien y a comprometerme con los demás; es Él quien me da ánimo cuando las cosas no son fáciles; me recuerda que está conmigo, «todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28,20); Él es quien me llama a «más», no quiere para mí una vida tranquila, fácil, cómoda. Me quiere a imagen de Jesús, «dando la vida hasta el extremo» como Él. Yo sé que, si lo escucho y le dejo que me ayude, nadie ni nada podrá separarme del Amor que me tiene y de la Vida verdadera que sueña para mí.
Eso le pasó a María, una joven creyente que vivía en Nazaret…
Me detengo a imaginar
Lc 1,26-38: la Anunciación
El relato es breve, sin muchos detalles. María está sola: puede que esté rezando o, sencillamente, haciendo sus tareas diarias, pero atenta a la presencia del Señor. El relato habla de un ángel y de un mensaje. Y es que a veces, si lo dejamos, Dios entra en nuestras vidas de manera inesperada, trayendo un mensaje concreto, una palabra de vida que nos invita a escuchar… y ¡a poner en práctica!
María escucha con atención: Dios sueña para ella algo grande, la llama a colaborar en su Historia de Salvación. María quiere acoger esta Palabra, pero todo le parece demasiado grande… se asusta, pero no huye; busca entender, por eso se atreve a preguntar: ¿cómo será eso? A la hora de dar su respuesta, no duda: confía. El Señor está con ella y eso le basta. María elige, porque se siente elegida. Puede amar, porque se sabe amada. Y por eso contesta: «He aquí la Esclava del Señor. Hágase en mí según tu Palabra».
Esclavas del Señor, como la «primera esclava»
Esclavas, como la primera esclava: así es como las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús queremos vivir nuestra vocación: haciendo de cada día un SÍ total, con todo lo que somos, para colaborar con Dios y construir su Reino. María, la primera esclava, se liberó de todas «sus cosas» —preocupaciones, sueños, proyectos— para centrar su vida en una sola cosa: alentar la vida de Cristo que llevaba dentro, dejarlo crecer en su interior, para luego ofrecerlo a los demás. Se hizo esclava del Señor, ¡y este fue su mayor acto de libertad!
Como María, la primera esclava, vivimos nuestra vida adorando a Cristo y sirviendo a los demás, haciendo de nuestra vida, como Jesús, pan que se entrega y vino que se ofrece por el mundo. Para colaborar con Jesús en la construcción del Reino, la Iglesia nos confía una misión concreta: la reparación al Corazón de Jesús: vivir nuestra vida mirando su corazón, procurando sentir con sus sentimientos, educar de corazón a corazón, y trabajar por la reconciliación de cada uno consigo mismo, con los demás, con Dios y con la creación.
En el sí de cada día —a veces sencillo y alegre; otras, doloroso, en forma de cruz— nos acompaña la certeza de que Dios «nos ama muchísimo, con privilegio especial», como diría santa Rafaela María; Dios está con nosotras y, para Él, nada es imposible. «He aquí tu esclava», decimos. Y nos dejamos llevar…
Papa Francisco, seguidor del «Señor del riesgo», del «siempre más allá»
Sugiero el texto del papa en la vigilia de oración con los jóvenes, el 30 de julio de 2016, al final de las JMJ.
A mí me gusta sobre todo a partir del 7º párrafo: «Pero en la vida hay otra parálisis todavía más peligrosa…». Hasta donde penséis que es bueno…
En clave de diálogo
- ¿Qué es, para mí, «elegir la vida»? ¿Cómo se concreta en mi día a día?
- ¿Qué me suscita el testimonio de Dinis? ¿También yo podría decir que «soy lo que elijo»? ¿Cómo contestaría yo a las preguntas que se hacen después del testimonio?
- ¿Qué me sugiere el texto de la Anunciación? Comparto el fruto de mi oración.
- ¿Qué me suscitan las palabras del papa sobre la verdadera felicidad? ¿Qué pasos concretos puedo dar para ser más libre, más atento, más despierto…?
.
ESCOJO LA VIDA
Esta mañana enderezo mi espalda
abro mi rostro, respiro la aurora
escojo la vida.
Esta mañana acojo mis golpes
acallo mis límites, disuelvo mis miedos
escojo la vida.
Esta mañana miro a los ojos
abrazo una espalda, doy mi palabra
escojo la vida.
Esta mañana remanso la paz
alimento el futuro, comparto alegrías
escojo la vida.
Esta mañana te busco en la muerte
te alzo del fango, te cargo tan frágil
escojo la vida.
Esta mañana te escucho en silencio
te dejo llenarme, te sigo de cerca
escojo la vida.
Benjamín González Buelta
(Salmos para sentir y gustar internamente)
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