El filósofo Byung Chul Han escribe en su libro La expulsión de lo distinto lo siguiente: “Un sistema que rechaza la negatividad de lo distinto desarrolla rasgos autodestructivos”. Su lenguaje es tan conciso y hermético, que quizá esta expresión resulte oscura; pero en realidad no es difícil de entender y, sobre todo, no es difícil de ver reflejada en la realidad. Byung Chul Han está acusando a nuestro mundo de rechazar todo lo que puede crearnos dificultad, desasosiego, frustración. A todo lo que nos obliga a salir de nosotros mismos, romper nuestros esquemas, abrirnos a lo nuevo… lo llama negatividad. No porque sea realmente negativo, sino porque lo consideramos “negativo”, cuando en realidad puede ser sumamente positivo y puede ayudarnos a crecer y a potenciar nuestra capacidad, como ocurre con todas las experiencias que marcan nuestra vida. Pero puede que en nuestro contexto actual prefiramos acumular sensaciones en lugar de vivir experiencias.
Ya estas breves ideas deberían hacernos pensar sobre nuestra cultura, nuestra realidad global, nuestro modo de plantearnos la educación, nuestras opciones… Y, por supuesto, sobre nuestra realidad social, en la que esta expresión de ve reflejada de forma muy clara. Rechazar la negatividad de lo distinto queda profundamente ejemplificado en la postura de quienes se niegan a admitir a los emigrantes, porque los consideran amenaza, porque rompen nuestra seguridad, nos desestructuran… Pero ese rechazo, dice el filósofo, desarrolla rasgos autodestructivos. ¡Qué cierto! Es la autodestrucción de quien sólo se mira a sí mismo, cual Narciso adolescente, y rechaza todo lo diferente por feo, porque “no me gusta”, porque no lo quiero, porque me da miedo… Cuando hagamos del “me gusta” el criterio más sólido para hacer cualquier opción, estamos perdidos: estamos conduciéndonos a la autodestrucción. También aquí las palabras de Jesús son sumamente claras: “Quien guarde su vida para sí la pierde…”.