EL ÚNICO CAMINO – Fernando Donaire, OCD

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Fernando Donaire, OCD

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Empiezo a tener un poco de cansancio de todos los haters del papa Francisco que no le perdonan ningún gesto, ninguna palabra y que miran con lupa cualquier manifestación pública o cualquier declaración espontánea del pontífice. Están más preocupados por ver la mota en el ojo ajeno que la viga que cargan en sus dedos escribiendo tuits envenenados o instigando al odio en las redes. Hipócritas y fariseos del Nuevo Milenio que no hacen más que malmeter y crear confusión en esta nueva sociedad digital.

Por el contrario, la actitud del papa Francisco está en las antípodas de estas nuevas maneras de comunicación global que se han impuesto en algunas redes sociales. Francisco sigue alfombrando su camino de perdón y humildad, bases de su pontificado, desde la primera salida al balcón de Vaticano cuando fue elegido papa hasta la última visita Canadá este verano para pedir perdón por los desatinos llevados a cabo por la Iglesia con los indígenas.

El camino que está recorriendo Francisco no esconde tampoco el perdón a todas las víctimas de abusos sexuales, la lucha frente a la discriminación por el género o la condición sexual, y cualquier abuso de poder que pueda darse en la estructura de la Iglesia y, en particular, en la curia vaticana, que ha sido motivo también de revisión y reestructuración. No olvidemos igualmente todas las batallas que está librando por ayudar a los demás, a los más desfavorecidos, a los últimos de los últimos. Si leemos el Evangelio podremos encontrar que el hilo que une y engarza pasajes y escenas no es otro que la humildad y el perdón. Por eso no es extraño que el pontífice haya escogido este camino como guía para sus pasos.

Lo acompañan dos grandes santas y doctoras de la Iglesia, Teresa de Jesús y Teresa de Lisieux que igualmente insistieron en la humildad como camino para el encuentro con Dios. Para la primera como único camino para «andar en verdad» y la segunda como espacio vital desde el que llevar a Dios haciendo su particular «caminito». La humildad se da la mano con el perdón. No puede ser de otra manera. Quien reconoce su propia verdad, su pequeñez y su pobreza, tiene que estar abierto al perdón, a bajarse del estrado de sus principios e ideales. El perdón, como la humildad, es un camino que se recorre con determinación y paciencia, que son igualmente dos virtudes muy teresianas. La primera es fundamental para dar el primer paso y la segunda hace posible que se establezca en el tiempo. De nada vale escenificar un perdón si no es continuo en el tiempo y tiene un refrendo en la realidad cotidiana.

El papa Francisco ha decidido recorrer el camino de la determinación y la paciencia conjugándolo con la humildad para ir dejando señales, signos, pequeñas miguitas de pan que van señalando el único camino. No el de baldosas amarillas, sino el del perdón como antesala al encuentro con la Misericordia.