Estamos llamados a lanzar unas redes (nuevas) para rescatar a las personas del aislamiento y del egoísmo al que las corrientes actuales nos llevan
Adrián Merchán @SalleJoven
Hay una fuerza muy poderosa, más incluso que el querer tener razón, que nos va a permitir cambiar el mundo, y es el poder de la escucha. Vivimos rodeados de un mundo que está en constante cambio, a mejor, es cierto, pero ese cambio tiene la única intención de hacer mejor a uno mismo, al parecer. Y esto lo que está desencadenando es vivir en un completo aislamiento, y un constante egoísmo. No nos faltan tecnologías que nos facilitan las cosas, ni apps que hacen que nuestro día a día estemos en contacto con más personas. Y, sin embargo, eso es lo que estamos perdiendo, las relaciones «con–tacto».
Decimos lo primero que se nos pasa por la cabeza sobre los demás, porque ya no tenemos filtros (y eso que somos expertos en ello gracias a Instagram) y lo hacemos sin tener en cuenta al otro, sin ser apenas un poco empáticos.
Pero esto pasa porque solo oímos a los demás. No tenemos una escucha activa. Escuchar es dar valor al otro, a quien está abriendo sus puertas a nosotros. Y es que el ejercicio de la escucha, antesala del diálogo, implica muchas cualidades que están quedando en el olvido, como son la amabilidad o la paciencia.
Cuando nos paramos a escuchar a la persona que tenemos delante, sentimos cada una de las palabras que dice, y eso es un acto de generosidad, tanto para quien está hablando, como para quien escucha. Y esto es porque para quien cuenta, regala sus sentimientos, y quien recibe las palabras, regala su tiempo y su cariño. Ya lo decía el humanista y escritor francés Montaigne, «la palabra es mitad de quien la pronuncia y mitad de quien la escucha».
Pero para poder encontrar un momento de diálogo profundo, sentido, hace falta disponer el cuerpo, las ganas e intenciones. No se puede tomar a la ligera lo que nos cuentan, si no que tenemos que dar la misma importancia que le está dando la persona que nos esté contando aquello que quiera compartir con nosotros. Esto es tan sencillo como escuchar con el mismo entusiasmo con el que quisiéramos recibir, propuesta que ya nos hizo hace tiempo un influencer, hijo de carpintero.
Si quisiéramos enseñar a los jóvenes en nuestros grupos, en nuestras clases, o en otras situaciones distintas, a ser capaces de escuchar, de alcanzar diálogos reales, sin contenidos tan volátiles con cuestiones efímeras, tenemos que conseguir generar un momento de encuentro y de diálogo. Esto puede parecer difícil para algunas personas que no tengan tanta confianza (en el caso de los oradores) o no dispongan de tanto tiempo (en el caso de los receptores). Pues bien, encontrar ese lugar de diálogo está más accesible de lo que pensamos. Los humanos somos seres sociales y podemos crear situaciones de encuentro al principio en grupos más amplios, con temas más amplios, o que no necesiten una participación profunda, sino más bien que sea la vía de empezar a crear pequeños lazos de conexión entre las personas. Cuando nos sentimos identificados con los demás, es más fácil que nos predispongamos a escuchar y a hablar con sinceridad con los demás.
A partir de aquí, nuestros jóvenes ya están más sensibilizados para recibir lo que los demás piensan y sienten, y serán conscientes del trato que tienen que dar a los demás, sobre lo que les pueden contar, porque si son conscientes del valor que tiene la escucha, entenderán que saber escuchar bien a los demás es dar valor a lo que les han estado diciendo, y esto no es otra cosa que un acto fraterno de servicio.
Para poder encontrar un momento de diálogo profundo, sentido, hace falta disponer el cuerpo, las ganas e intenciones
Como músico de formación, creo que la música puede ser un elemento que favorezca de muchas formas la escucha activa. Y es que resulta que la música nos permite generar esa sensibilidad, ya sea como herramienta en los momentos de encuentro y diálogo, como proceso que trabaja directamente la escucha.
La música nos ayuda a desarrollar la empatía necesaria para entender e interpretar qué quería decir el compositor de una obra, o en la música vocal, los sentimientos que expresan las palabras. Pero gracias al ejercicio que hemos ido desarrollando con el tiempo, reflexionamos cuál es la lectura de una canción u obra. Ahora que hemos escuchado el mensaje, podemos entrar en diálogo y buscar entender qué nos mueve por dentro, o si esa música nos puede ayudar a sentirnos mejor o puede hacer sentir mejor a las personas a las que nosotros escuchamos.
En cualquier caso, la escucha que genera un diálogo con sentido y con corazón, y la música que ayuda a aprender a escuchar con atención, nos van a ayudar a encontrarnos con los demás, a entender que estamos llamados a lanzar unas redes (nuevas) para rescatar a las personas del aislamiento y del egoísmo al que las corrientes actuales nos llevan.
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