El Espíritu y nosotros – Iñaki Otano

Pentecostés (A)

 

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. En esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”. Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: “Paz a vosotros”. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.

Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo”; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.  (Jn 20, 19-23).

Comentario:

          El 5 de agosto de 1968, el patriarca de Antioquia, Ignacio Hazim, en la inauguración de la Conferencia ecuménica  de Upsala (Suecia), pronunció un discurso sobre el Espíritu Santo, que algunos calificaron de memorable. He aquí algunas de sus ideas. Como en todo extracto, quedan párrafos importantes sin reproducir…

Sin el Espíritu, Dios está lejos, Cristo pertenece al pasado; el Evangelio es letra muerta; la Iglesia, una simple organización; la autoridad, despotismo; la misión, propaganda; el culto, una evocación mágica; el comportamiento cristiano, una moral de esclavos… Gracias al Espíritu, sin embargo, Dios es cercanía infinita, infinita Ternura, Amor-Amistad, Presencia viva, Misericordia entrañable, Trinidad-Familia, misterioso Hogar, el gran Amigo del hombre, que quiere su plena realización, como activo colaborador suyo, y que respeta temblorosamente su libertad. Entonces, la adoración no es esclavitud sino “el éxtasis de amor”

Con el Espíritu Santo, Dios para nosotros es Abbá. Y nosotros somos para él hijos pequeños, entrañablemente amados…

Sin el Espíritu, Jesús es simplemente un personaje histórico, que vivió y que pertenece irremediablemente a ese pasado, que nos dejó ciertamente un magnífico ejemplo de vida y un esplendoroso mensaje doctrinal, pero nada más… Con el Espíritu, en cambio, Jesucristo está infinitamente vivo y presente y es la persona más actual del universo, contemporáneo de todos los hombres. Más íntimo a nosotros que nosotros mismos.

Sin el Espíritu de Jesús, la autoridad es poder y dominio.  Sin el Espíritu, la autoridad se convierte en autoritarismo o en permisividad… En cambio, con el Espíritu Santo, la autoridad es diakonía, servicio humilde de amor a los hermanos y, por lo mismo, un auténtico servicio de liberación, que garantiza y promueve la verdadera libertad de los hijos de Dios

Sin el Espíritu, la vida “cristiana” deja de ser verdaderamente cristiana, porque ya no es una vida en Cristo y desde Cristo; y deja también de ser también verdaderamente espiritual, porque no es una vida en el Espíritu y desde el Espíritu. Y la moral se hace una “moral de esclavos”… Sin embargo, con el Espíritu Santo, la vida es de verdad cristiana y espiritual, tomados estos adjetivos en su sentido más riguroso y profundo. Porque Cristo y el Espíritu son de verdad los auténticos protagonistas de esta vida y la persona humana se deja guiar, “vivir” y vivificar por Ellos, alcanzando, de este modo, la más alta cumbre de la humanización y de la divinización.