Es normal buscar dinero para construir una familia, un futuro, y para salir de ese papel de subordinación a los adultos que hoy los jóvenes sufren durante demasiado tiempo. Lo que cuenta es evitar experimentar la codicia de la acumulación. Hay personas que viven para acumular dinero y piensan que tienen que acumularlo para vivir, como si el dinero se transformara después en alimento también para el alma. Esto significa vivir al servicio del dinero, y hemos aprendido que el dinero es concreto, pero dentro tiene algo de abstracto, de volátil, algo que de un día para otro puede desaparecer sin previo aviso; piensa en la crisis de los bancos y en las recientes suspensiones de pagos. El dinero en función de la necesidad del sustento y, así pues, de trabajo. Puedo decirte que el trabajo es el alimento del alma, el trabajo sí puede transformarse en alegría de vivir, en cooperación, en suma de intentos y en juego de equipo. El dinero, no. Y el trabajo debería ser para todos. Cada ser humano debe tener la posibilidad concreta de trabajar, de demostrarse a sí mismo y a sus seres queridos que puede ganarse la vida. No podemos aceptar la explotación, no se puede aceptar que muchísimos jóvenes sean explotados por quienes les dan trabajo con falsas promesas, con pagos que no llegan nunca, con la excusa de que son jóvenes y deben adquirir experiencia. No podemos aceptar que quienes dan trabajo esperen de los jóvenes un trabajo precario y para colmo incluso gratuito, como sucede… Esto es explotación y genera las peores sensaciones en el alma; sensaciones que poco a poco crece y pueden incluso cambiar la personalidad de los jóvenes.