A esta función profesional el CM católico debe añadir una capacidad para “tejer, administrar y fortalecer comunidades cristianas con presencia en el mundo digital”. No debemos olvidar que internet, dejando aparte el debate de si es una herramienta o un lugar, es un grupo de personas en relación, y que ese vínculo es cada vez más estrecho, configurando una auténtica comunidad.
Actualmente, cualquier institución tiene una presencia en la red, bien sea intencional, bien sea espontánea. El CM debe gestionar esa presencia de la marca, como rostro más próximo al internauta. Por ejemplo, unos padres de familia que busquen información sobre un colegio para su hijo, buscarán primero en internet. Esa primera imagen, cuenta. Y si se ponen en contacto a través de la web, o de las redes sociales, una respuesta inadecuada, o un silencio, pueden resultar negativamente definitivos.
¿Qué debe intentar el CM para llevar a cabo satisfactoriamente su misión? Básicamente, “construir comunidad” a través de las siguientes acciones:
escuchar lo que se dice de nosotros y de nuestro ámbito en la red;
trasmitir la información que recibe y publicitar la propia;
buscar apoyos en personas significativas que respalden su labor y contar con la colaboración de más personas, generando una auténtica red.
¿Cuáles deben ser sus rasgos principales? Constancia, organización, empatía, detallismo y control emocional. Debe ser capaz de asumir su tarea como propia, aportando iniciativas y soluciones efectivas y rápidas, sin que ello signifique trabajar por libre. Estas virtudes, en el caso de un CM católico, deben acompañarse de una clara conciencia de misión, de que representa a la Iglesia y a Jesús, y anuncia su buena noticia. Y, por supuesto, las virtudes a las que un cristiano debe aspirar en su cotidianeidad, deben regir también su comportamiento en la red: la humildad, la acogida, el amor al prójimo, la vida en comunidad, la oración…
¿En qué redes sociales es conveniente estar? Amén de las presencias estándar (web, blogs, etc.) actualmente, es conveniente trabajar con Facebook, Twitter, YouTube e Instagram aunque no se pueden perder de vista otras plataformas emergentes como LinkedIn, Pinterest, Google + o FourSquare. Es importante destacar que, además del seguimiento de las redes con las que trabajamos mediante una formación y atención continuas, para exprimir al máximo sus posibilidades, es imprescindible observar el comportamiento de otras redes y herramientas que surgen por doquier. Nunca se puede caer en el conformismo; la actualización debe ser permanente. En conclusión, en el Congreso iMisión se debatió si la red, si internet, es un lugar, o es una herramienta. Puede ser una discusión fascinante, pero, creo que, en el fondo, es irrelevante. Lo decisivo es el comportamiento que tenemos en internet, en las redes sociales; y esa actitud no puede ser sino la que desarrollamos en nuestra vida habitual. El trabajo de la Pastoral en la red debe ser la continuación del trabajo en los colegios, con los chicos, con los niños, con los padres. La profesionalidad, el rigor, la amabilidad, la sinceridad, la buena intención, en definitiva, las virtudes a las que debemos aspirar en nuestro día a día, deben regir necesariamente nuestra labor en internet. No podemos crear un Facebook y desatenderlo. No podemos crear un Twitter, y no interactuar con nuestros seguidores. No podemos pedir material para compartirlo, y no compartirlo, o retrasarnos. No podemos animar un foro, y no dar respuesta. No podemos tratar a nuestros seguidores y colaboradores, con indiferencia, desidia, vanidad o desprecio. Esas reglas, básicas en nuestra vida, aunque escasamente practicadas, deben guiar la actividad en la red, porque no puede ser de otro modo. En palabras del Papa Francisco, en uno de sus más recientes tweets ¿Qué significa evangelizar? Dar testimonio con alegría y sencillez de lo que somos y creemos.
Felicidades a iMisión por la extraordinaria organización del iCongreso; y enhorabuena a Daniel, por su claridad y generosidad.
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RPJ nº 499 – El community manager evangélico – Daniel Pajuelo
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