EL CLAMOR DE LA TIERRA RPJ 564Descarga aquí el artículo en PDF
Antonio Garrido Salcedo
Un año más el papa Francisco dirigió su discurso al Cuerpo Diplomático acreditado en la Santa Sede desde el Aula de las Bendiciones del Palacio Apostólico. Una oportunidad para reflexionar y analizar la situación política internacional, junto con los desafíos que se presentan en el año que comenzamos. Durante su alocución no pasó por alto la grave crisis que atraviesa el planeta, donde «el cuidado de la creación y la paz son los problemas más acuciantes y están interrelacionados».
Sin duda alguna esta idea debe ser uno de los puntos de partida si queremos comprender la importancia del cuidado de la creación, y la urgencia en su cuidado y protección. En nuestro imaginario colectivo, cuando analizamos la crisis climática solemos remitirnos a parajes que se encuentran en nuestras antípodas, que nos impiden comprender en profundidad el problema.
La imagen por antonomasia de este tipo de crisis es la destrucción de la Amazonía o cómo los casquetes polares se ven afectados por el sensible aumento de la temperatura global. Estampas que desde la perspectiva occidental quedan reducidas a la mera anécdota, alejando el problema en el espacio y en el tiempo.
Por eso tenemos que hacer un análisis sobre qué es lo que sucede en nuestra casa común, y cómo desde nuestra realidad podemos escuchar este clamor de la Tierra y el grito de los más pobres como se viene recogido en la encíclica Ladauto Si´.
Qué es lo que sucede en nuestra casa común
La situación en España también sirve para alertarnos de la vigencia real del problema. La imperante situación de sequía, con el nivel de agua en los embalses y pantanos, tiene una repercusión directa en la economía, como puede ser la agricultura y la ganadería, actividades de vital importancia y que son eje de muchas regiones. O también este año hemos podido observar cómo las estaciones de esquí han iniciado la temporada mucho más tarde debido a la falta de nieve en las cumbres. Y, finalmente, podemos comentar las graves consecuencias de la contaminación y mala calidad del aire, lo cual es una de las principales causas de muerte no naturales en España, aumentando los decesos provocados por los accidentes de tráfico.
Este ejercicio de reflexión debe ser nuestro punto de partida para seguir los pasos que nos propone la Doctrina Social de la Iglesia: ver, juzgar y actuar. Esta primera observación y aproximación a la realidad del planeta, a través de esta visión cercana del problema, nos puede servir para empatizar con esta crisis socioambiental como la define el papa Francisco. «No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socioambiental» (LS,139).
El segundo de estos pasos, juzgar, debe invitarnos a una profunda y pausada reflexión, que no nos deje arrastrar por modas e influencias imperantes en este momento. Entendiéndolo no solo desde la mera crítica, que es lo que suele evocarnos la palabra reflexión, también podemos detenernos en el aspecto positivo de los mismos.
Al iniciar este proceso reflexivo, nos puede asaltar una primera duda, sobre si nos estamos sumando a una nueva moda, nada más lejos de la verdad, la Iglesia ya ha hablado alto y claro con anterioridad sobre el cuidado de nuestra casa común, un tema que puede ser tratado aparte. Podríamos remontarnos de inicio a la célebre figura de san Francisco de Asís, o entrar a analizar la Doctrina Social de la Iglesia desde el siglo XIX o estudiar el magisterio papal durante el pasado siglo con las figuras de Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Pero, por otro lado, debemos eludir polémicas estériles y con un doble fondo. Gran multitud de empresas, organizaciones y entidades se han sumado al greenwashing, lo que viene a ser un lavado de cara ecológico. Logos en color verde, productos bio-, eco-, green– inundan los estantes y las mesas de múltiples marcas, tiendas y negocios. Pero al rasgar un poco esta primera capa, en el trasfondo de todo este tipo de elementos, vemos que la situación viene a ser la misma, con una desprotección del medio ambiente y de los derechos humanos. Solamente tenemos que recordar el ejemplo de una afamada marca automovilística, que no hace muchos años, ofrecía un modelo respetuoso con el medio ambiente, y que en el momento de la evaluación incrementaba los parámetros del resto de modelos.
Aquí es cuando se inicia el tercero de los pasos que tenemos dar, actuar. No podemos quedarnos con los brazos cruzados ante la situación, aunque muchas veces pueda resultar desalentador e ineficiente actuar contra datos de tal magnitud, donde las acciones individuales no tengan trascendencia. Estaría bien rememorar la frase de santa Teresa de Jesús, «hacer lo poco que pueda, y ay de mí».
Los resultados de este ejercicio de ver, juzgar y actuar deben plasmarse en nuestro día a día, siendo conscientes de las acciones que llevamos a cabo, y como estas pueden tener un determinado impacto en nuestra sociedad, e igualmente ser un modelo de conducta para la gente que nos rodea. Bien es cierto que en ocasiones es el propio sistema el que nos arrastra a comportarnos de determinada forma, pero siempre quedará un atisbo de libertad donde nosotros seamos la persona que escoge la acción y, por tanto, los resultados. Podríamos aquí enumerar una larga lista de ejemplos en cuanto al consumo, la movilidad, hábitos…
Apostar por nuevos estilos es una de las grandes demandas de la encíclica Laudato Si´, y que el papa Francisco ha ido repitiendo a lo largo de los últimos años. Dejando a un lado el derroche y el descontrol al que infinidad de veces estamos expuestos.
Con el nuevo año llega la oportunidad perfecta para iniciar este proceso de entender con una nueva visión qué es lo que está pasando en nuestra casa común y juntos, como una gran familia, atender a este clamor de la tierra y de los más olvidados. Y que no acontezca la teoría del gatopardismo, «que todo cambie, para que todo siga igual».
Los resultados de este ejercicio de ver, juzgar y actuar deben plasmarse en nuestro día a día.