Desde el nacimiento y a lo largo de toda la vida, nuestra subjetividad inicia su proceso de construcción a través de lo que el cuerpo percibe. Lo sensorial se constituye como el lugar de anclaje de los aprendizajes filosóficos, históricos, artísticos y culturales de la persona.
El cuerpo se relaciona con el entorno por medio de los sentidos, que se encuentran alojados en él y poseen una importancia fundamental. Nos conectan con la realidad. Todos los sentidos son importantes, no solo la vista, o el oído, sino también lo que experimentamos al tocar o al oler. Con los sentidos percibimos el espacio. Lo hacemos como una delimitación territorial, geográfica, tridimensional. En él interaccionamos con el entorno. Percibimos los objetos, los olores, los colores, percibimos la sensación de vacío o de angustia… El espacio es el lugar donde es posible entrar, permanecer, salir, habitar.
Cuando queremos experimentar lo religioso, es importante educar y estimular todos los sentidos para una mejor percepción de la expresión de lo divino. Jugar con el espacio involucra al espectador y lo hace participar de la experiencia estética de la obra. Algunos géneros artísticos actuales como la instalación, la performance o el videoarte, juegan con estas percepciones y nos invitan a dar un paso más en la forma de vivir experiencias estéticas. En estos géneros también hay artistas que tocan temas en torno a lo divino.
Una instalación artística utiliza el espacio como elemento clave de interacción con el espectador, que deja de ser observador y se convierte en parte de la obra de arte. Los artistas que crean instalaciones utilizan normalmente el espacio de la exposición directamente, y a menudo el espectador puede moverse en su interior e interactuar con él. Se puede utilizar una amplia gama de materiales: desde materiales naturales hasta nuevos medios como vídeo, sonido, dispositivos electrónicos e internet, y también materiales reciclados o cotidianos. Algunas instalaciones solo pueden existir en el espacio para el que se crean, por lo que son efímeras y responden a un objetivo concreto y un tiempo concreto, y luego desaparecerán. Generalmente se documentan a través de la fotografía o video.
En el ámbito celebrativo cristiano, este tipo de experiencias es más común de lo que parece. Durante la Edad Media y la Edad Moderna se construyeron «monumentos» (arcos de triunfo sacros, entramadas, fachadas ficticias o altares, teatros al aire libre sobre temas de la liturgia o el Evangelio…) o para celebrar la Semana Santa o la Navidad que luego desaparecían tras su uso. Con ello potenciaban la capacidad de ayudar a comprender la experiencia religiosa que se transmitía y reforzarla y potenciarla.
Hoy, el espacio tiene otros códigos y significados, pero sigue pudiéndose manipular para construir experiencias que nos remitan a lo profundo de la Vida y el Amor. La instalación religiosa pretende seguir jugando con esta capacidad de la persona de percibir más allá de una simple mirada y situar todo el cuerpo del participante en situación de apertura a Dios, en lo profundo del corazón. La observación y participación busca los estímulos de forma consciente, contrastando lo que se percibe con la experiencia interior.
Giovanni Canova es un artista italiano que juega con la sobriedad y las texturas de las formas y volúmenes en el espacio. En sus obras suele analizar las conexiones entre nuestra espiritualidad y la relación con lo divino. Entre su obra religiosa encontramos la instalación En nombre de Dios de 2005, que nos recuerda la pluralidad de la experiencia religiosa y la llamada a la comprensión y la comunión. 144 bolsas con tierra son los seres humanos, recipientes de experiencia, vida, historia, sentimientos, fe, identidad, cultura… Rodeadas por una cuerda de color púrpura que simboliza a Dios Trinidad que nos reúne convocándonos en su misericordia.
Willem Zijlstra realizó en 2005 su obra Agnus Dei. Sobre una pila de periódicos, que fue amontonando durante meses y que le evocaban la incapacidad de la humanidad de vivir en paz, y sobre un último titular sobre el Holocausto judío, Zijlstra colocó un cordero. Para él éste era el icono de Cristo, el que ofrece la vida en el conflicto y la violencia para defender la vida de los otros.
La artista madrileña Gloria Ceballos se centra en la fragilidad del ser humano en contraste con su capacidad de dar frutos cuando dejamos que Dios actúe en nosotros. Su instalación Acículas de 2010 habla de lo imperceptible como una acícula que cae de un árbol, simbolizado con unas cajas translúcidas que acogen a estas acículas. Dios está en estos detalles imperceptibles que nos sacan de nuestro egoísmo individualista y nos plenifican desde nuestro interior.