EL AMOR EN TIEMPOS DE LA GENERACIÓN Z – Fernando Donaire Martín, OCD

Etiquetas:

EL AMOR EN TIEMPOS DE LA GENERACIÓN Z Descarga aquí el artículo en PDF

Fernando Donaire Martín, OCD

fernandonaire@gmail.com

Nací en una generación (la de los 70) que se educó a espaldas del mundo afectivo, que quizá resonara de manera tangencial en algunos recovecos de la realidad, pero no tomó cuerpo en ningún plan educativo. Vivimos la crisis del SIDA, la polémica del «Póntelo, pónselo» y seguimos pensando en una dinámica de pecado y que mejor sería estar al margen de cualquier manifestación sexual de riesgo. Por si las moscas. 

Esto nos llevó a encerrarnos sin saberlo en una jaula afectiva de la que ahora, en muchos casos, no sabemos salir. Porque nunca nos explicaron los recovecos, no tuvimos claros los modelos ni supimos amarrar los laberintos. Esa es la historia de los que rondamos la mitad de la vida, por arriba o por abajo, pero las cosas ¿han cambiado para las siguientes generaciones? 

Para la generación millennial no es que la cosa haya mejorado mucho, aunque ya se pudieron ver algunos brotes verdes que acabaron de implosionar en la generación Z no tanto por los planes educativos como por la vía de la tecnología y el acceso sin límites a cualquier explicación y con ello al porno. Como apunta la psicóloga Jean M. Twenge «psicológicamente, los de la generación Z son más vulnerables que los millennials».

Esta educación vicaria a través de un modelo de relaciones basadas en muchas ocasiones en la violencia, en el poder del hombre sobre la mujer, en las prácticas de riesgo, en la brutalidad… puede ser vista por cualquiera que acceda sin control a la red. Como apunta Mireia Mullor en la revista Fotogramas: «una generación que probablemente descubrió que Papá Noel no existía por culpa de un meme en Twitter, que aprendió del sexo por primera vez en PornHub y midió su autoestima según el número de “likes” que conseguía en Instagram». Y hasta tal punto se está produciendo una grieta que el propio gobierno quiere dar una solución al problema. Como diría el refrán… ¡a ver quién le pone ahora puertas al campo! 

No estoy yo por la labor, de tirar ninguna piedra, de construir ningún muro, sino más bien al contrario, de adecuar un puente que sirva de paso a una nueva manera de entendernos afectiva y sexualmente anclada en el cariño, el respeto y el proceso personal. En estas páginas no pretendemos dar una solución al problema sino traer a colación cómo la cultura a través de múltiples expresiones está poniendo el dedo en la llaga de un problema que debe tener una solución de fondo, anclada a largo plazo en el cambio de mentalidad, de manera de ver las cosas, de la forma que tenemos de entendernos y mostrarlo a través de los medios audiovisuales: el cine, las series, la cultura, las manifestaciones que explotan a nuestro alrededor.

De la Euphoria a la Sex education

Una de las series que ha tratado el tema afectivo-sexual de una manera más frontal y más dura es Euphoria (Sam Levinson, 200 2T), en ella se hace un retrato sin censuras de la generación Z en donde conviven la ansiedad, la incertidumbre del futuro y la revolución que produce las tecnologías en la relación de las personas. 

La tecnología y la irrupción de internet en nuestras vidas ha supuesto un cambio fundamental: nuestra manera de relacionarnos, la forma de disfrutar, de informarnos, de participar. Y en medio de una sociedad hiperconectada el mayor cambio, el más contundente e inevitable, es la soledad. Y los mayores afectados por esta nueva pandemia son la generación que no ha tenido siquiera oportunidad de poner los pies en la piedra. Esta generación denominada Z, que ha comenzado como la letra que los define, por el final del abecedario. Y a pesar de contar con todos los hipervínculos posibles, se encuentran perdidos en la encrucijada de no saber qué hacer con sus vidas, paralizados ante las preguntas que afectan a su realidad. «Los adolescentes de hoy quizás vayan a menos fiestas y pasen menos tiempo con otras personas, pero cuando se congregan, documentan sus lugares de encuentro sin descanso, en Snapchat, Instagram, Facebook… Los que no están invitados a ese lugar se enteran y, en consecuencia, el número de adolescentes que se sienten excluidos ha alcanzado máximos históricos, así como el aumento de la soledad, el aumento de la sensación de exclusión ha sido rápido y significativo», apunta Twenge.

La protagonista de esta historia, Rue (la reconvertida Zendaya) se siente perdida, colapsada, desesperada por entender lo que le pasa por sentirse querida, abrazada, por enfrentarse al mañana con la ilusión de que todo irá bien… aunque sea mentira. Ella, como todos los personajes de la serie, intentan encontrar el momento de euforia, aunque la manera de buscarla y el lugar dónde encontrarla no es el más adecuado. Rue lo hace a través de las drogas como manera de apagar su murmullo interior; Kat (Barbie Ferreira) lo hace a través de la exposición en las redes como manera de superar su falta de autoestima, sus miedos; Maddy (Alexa Demie) se enfrenta a los deseos de los otros que tapan los suyos propios encapsulados en los concursos de belleza; Cassie (Sydney Sweeney) distorsiona cualquier atisbo de relación sana por miedo a ser abandonada… En definitiva, adolescentes y jóvenes que buscan la validación por parte de las familias, parejas o de la sociedad que les aprieta de una manera extremadamente exigente. 

Al hilo de esta realidad traigo a colación la imagen de la concursante más joven de la edición de Operación Triunfo, Ruslana, que expresa de manera muy clara lo que contamos anteriormente. Su paso por el concurso roza la perfección técnica, pero su juventud, su inexperiencia, su vulnerabilidad la convierten en una bomba de relojería cuando la frustración, la exigencia o el fracaso hacen mella en su vida.

A pesar de la dureza y lo descarnado de la propuesta creo que es una de las mejores series de los últimos tiempos donde su autor consigue, a pesar de la aparente dispersión, una síntesis entre forma y contenido en la presentación de sus personajes, en el cariño con que los trata sin renunciar al poderoso poder de las imágenes que muestra la evolución de una angustia adolescente entre la crudeza y la sofisticación.

Frente a Euphoria nos encontramos con Sex education, una serie muy diferente, en fondo y forma que aborda la gestión de las relaciones afectivas, el deseo y el autoconocimiento. Es una serie con una vocación mucho más didáctica, menos descarnada que la anterior y con una visión positiva de fondo que puede ser un referente muy bueno para los jóvenes que siguen encontrándose huérfanos de formación afectiva en la familia o en las escuelas. En estas últimas es donde debería estar esta educación desde la más tierna infancia como sustento para el crecimiento, en conexión con la impronta familiar que ayuda igualmente a la consecución 

Sin brújula ni ruta

Traigo a la mente la primera secuencia de la excelente película de Pilar Palomero, La maternal (2022) en la que los protagonistas de unos quince o dieciséis años se divierten comentando escenas de porno duro en sus móviles. Aunque no vemos las escenas, podemos entender la deriva emocional por la que transitarán los personajes. El cine también se hace eco de esta necesidad de educación y acompañamiento en el camino afectivo-sexual si no queremos repetir errores antiguos ni generar nuevos complejos que nacen de la exposición a la tecnología sin límite. 

El propio Barry Levinson, director de Euphoria apunta que «lo que hace que esta generación sea diferente es que es un mundo totalmente diferente: no hay brújula, no hay hoja de ruta, no hay nadie que pueda proporcionar ningún consejo que sea realmente aplicable». Esa pérdida de rumbo se ve de manera especial en dos películas que se estrenaron en el pasado festival de cine de Valladolid (Seminci) y que en estos meses se estrenarán en salas comerciales. Me refiero a The Sweet East de la directora Sea Prince Williams y How to have sex de Molly Manning Walker, ambas sin fecha de estreno en España.

La primera venía del festival de Sundance y en mi opinión se pierde en las referencias y en el juego con una chica adolescente actual que pretende hacer el viaje de la Alicia de Carroll, millennial y postmoderno. En ese escenario juega y, desde mi punto de vista, también naufraga. La segunda dirigida por Manning juega en otra liga, la que refleja las fiestas multitudinarias de jóvenes en playas turísticas para celebrar el fin de etapa escolar y la entrada en la universidad. Mucha droga, alcohol y fiesta. Y cosas por terminar y a las que enfrentarse, con apenas 17 años, total libertad de la familia y en medio de una ciudad sitiada para la fiesta y el placer. Se desarrolla en Italia, pero podría ser cualquier lugar costero de España. Muchos de nuestros jóvenes asisten a fiestas similares en Mallorca o Ibiza. Y la película muestra también el reverso de estas celebraciones que en algunos casos no dejan indemne a sus protagonistas apareciendo en forma de traumas y malas experiencias lo que pretendía ser una fiesta. Sin demasiada profundidad, pero con alguna que otra propuesta interesante.

Ambas películas tratan el tema del sexo y de la necesidad afectiva de los protagonistas y son necesarias para entender y profundizar en el mundo adolescente y juvenil, lo que sueñan, en lo que gastan sus días, en aquello que ponen sus esperanzas.

Los fantasmas de Mila

No quisiera terminar este somero acercamiento al tratamiento de lo afectivo-sexual en lo audiovisual sin traer a colación una de las películas españolas revelación de la temporada, Creatura de Elena Martín Gimeno. Casi sin hueco en el palmarés patrio lleno de abejas y de nieve, la película transita, con una poderosa narrativa sexual, en la evolución sexual y los traumas de una mujer que no acaba de encontrarse a sí misma. En un viaje iniciático contando desde el presente al pasado vemos cómo las edades de Mila nos cuentan una manera de educación que produce monstruos y que como una sombra alargada va ocupando la vida de la protagonista. 

Este recorrido, breve pero intenso entre películas y series nos muestra que aún hoy sigue haciendo falta un trabajo serio sobre la afectividad que ayude a poder enfrentarnos a los problemas que lleva consigo el tabú y la represión que muchas veces se esconde en medio de un mundo tan tecnologizado como el nuestro. Tiempos difíciles para el amor, tiempos recios para una generación sin referentes que no encuentra asideros en las generaciones pasadas. 

Referencias

MULLOR, M. ¿Por qué Euphoria es una de las mejores series del año? Fotogramas, 2019

Enlace:https://www.fotogramas.es/series-tv-noticias/a28636394/euphoria-serie-hbo-primera-temporada-analisis/ Consultado enero 2024

TWENGE, J.M.. Have smartphones destroyed a generation?

Enlace:https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2017/09/has-the-smartphone-destroyed-a-generation/534198/ Consultado enero 2024