Invitado al Colegio Calasanz de Vitoria, en su 50 aniversario, Rafael Díaz-Salazar nos da en su conferencia unas claves educativas que son perfectamente asimilables a nuestros procesos pastorales, además de hacer un subrayado especial a los movimientos infantiles y juveniles de la Iglesia a la hora de educar para un cambio social.
Los movimientos sociales y eclesiales, importantísimos actores educativos
Desde mi discutible punto de vista, y asumido que no vengo a enseñar nada, porque sé poco, sino más bien a compartir e interaccionar, lo menos importante es cómo se aprende. Estamos en la fase de lo menos importante, siendo esto importante. Lo más importante es qué se aprende, los contenidos, y desde luego, lo más, más importante es ¿y para qué se aprende? Las finalidades. Y en los debates sobre el presente y el futuro de la educación esto prácticamente no aparece. Y las finalidades marcan los contenidos, y al servicio de contenidos y finalidades es esencial innovar las formas, pero en función de lo otro.
Quiénes están innovando (que no son todos): pues profesores y profesoras, con unos niveles de esfuerzo y creatividad muy loables. Como soy consciente de que sé muy poco, estoy en posición radar continuamente, y por eso estoy mapeando la educación en España, tanto la pública como la concertada y la privada. En modo alguno tengo todo, por supuesto. Y estoy maravillado de la inmensa creatividad que existe. Para qué queremos a Finlandia si ya tenemos aquí los finlandeses. No los tenemos en los gobiernos, pero tenerlos los tenemos. Y si las leyes de educación se hicieran de verdad con un método de democracia participativa, como los presupuestos participativos, entonces claro que tendríamos una de las mejores educaciones de Europa, igual que tenemos uno de los mejores sistemas de salud de Europa con las peores facultades de medicina de Europa y quizá del mundo. Tenemos muy buenos médicos…
Ahí hay un segmento muy importante. Pero claro, la educación no depende solo de los profesores y las profesoras, ni fundamentalmente. La educación depende fundamentalmente de las familias, que salvo excepciones tienen prácticas perversas que pueden acabar con cualquier innovación educativa, que son prácticas de subcontratación de su tarea educativa. Subcontratan todo, y no solo las familias sino toda la sociedad subcontrata sus problemas a la educación, y así en la escuela tiene que entrar desde la educación vial hasta la educación sexual… todo. Y eso no puede ser.
Hay que ver cómo ayudamos a las familias a través de pedagogías cariñosas y cercanas, gandhiano pero con mucha asertividad. Esto de traer niños al mundo es una grave irresponsabilidad, porque a menudo mundo los traes, como para encima subcontratar. Pero ¿quién le enseña a esa familia qué es eso de educar a tus chavales, más allá de preguntar en la reunión de padres si tienen buenas instalaciones? Parece gente maja e incluso inteligente, y encima se colocan. Por ahí hay que innovar también.
Otro elemento que me preocupa muchísimo es el de los movimientos educativos infantiles y juveniles, que son los que a mí más me han educado. Mi familia me ha educado y han sido buenos padres. Los centros de enseñanza también. Pero sobre todo han sido los movimientos de educación no formal. El asociacionismo cívico es fundamental. Cada vez que voy a un sitio, pregunto si hay movimiento infantil y juvenil. Yo quiero hacer una ONG que se llame «lactantes sin fronteras»: más bien un movimiento social, que la madre le dé dos o tres días la teta para que sobreviva al principio, y luego lo mande a la militancia. ¿No tenemos que aguantar la tontería de que los niños nacen nativos digitales…? ¿Y por qué no nativos poetas o nativos ecologistas? El niño nace niño o niña, y es fruto de las interacciones con que se encuentra.
Esto es fundamental y es un reto tanto para el Estado en sus diferentes variantes, como también para la Iglesia. Ella ha sido una de las principales instituciones de generación de movimientos educativos fuera del ámbito escolar, y hoy hay en eso también problemas.
El para qué de la educación tiene que ver mucho con quiénes educan, y he hablado de tres actores (luego hay muchos más en la medida en que todo tiene su impacto) y tienen que innovar y tejer alianzas, contratos y redes entre los tres tipos de actores. El mejor colegio por sí solo nunca podrá tener un éxito educativo en las claves que voy a hablar. La mejor familia es aquella en la que matan al padre y a la madre, porque si no tienes que gastar luego en un psicoanalista (estoy hablando, claro, freudianamente, no vayáis a casa y le digáis a vuestro hijo, «Hijo mátame que me lo han dicho en los escolapios»). Los hijos vuelan hacia la nada, hacia el botellón o hacia grupos educativos interesantes. Lo importante es que haya red entre esos sujetos. Y eso lo dan en buena medida las asociaciones y movimientos infantiles y juveniles.
Educar para ser persona
Las escuelas son lugares a los que se va a aprender. Eso nos lo han dicho hasta a los que nos educamos en las viejas escuelas con la Enciclopedia Álvarez; también hacíamos caligrafías, que no estaría mal que se hiciera ahora, y dictados, y leíamos todos los días, y hacíamos una redacción todos los días. Y en mi escuela, afortunadamente, hacíamos una poesía cada día. No está nada mal. Y solo había un maestro con todo eso y pupitres de madera. Todo lo que era la escuela de los años sesenta. Entonces, a la escuela, se va a aprender.
Pero a aprender qué. Una de las cosas más terribles es que damos por hecho lo que hay que aprender: hay que aprender matemáticas, lengua, física… Y los padres, si aprenden bien todo eso, porque luego tienen una prueba, y luego van a la empresa, porque el ser humano es ser productor de algo, se reduce lo humano a lo económico, y luego lo que queda fuera de la producción es consumo, y así vivir es producir y consumir, resultado y fruto de una sociedad rematadamente enferma.
Pero el aprendizaje no consiste en aprender asignaturas: esto, que parece de sentido común, no lo tenemos en cuenta. Los aprendizajes son cinco:
Los aprendizajes son cinco:
Aprender a ser persona
Aprender a convivir
Aprender a conocer
Aprender a hacer
Aprender a cambiar la sociedad
- Aprender a ser persona: digo mucho en este libro (Educación y cambio social) que no porque un padre y una madre te hayan hecho nacer ya eres un humano. Ahora hay en filosofía mucho debate sobre el sujeto posthumano, fruto de la industrialización. La humanidad es algo que se conquista. Por ejemplo Trump o Jean Marie Lepen, ¿son humanos…? Alguien que con tanta ferocidad habla contra los mexicanos… pues estatuto de vida, quizá lo consiga, pero no somos humanos por el hecho de vivir. Estos chavales que están ya desde la preadolescencia con alcoholismo, o los jóvenes que mueren por sobredosis, no han conquistado su humanidad, igual que el alto pico de una montaña hay que conquistarlo. Aprender a ser humano, a ser persona.
- Aprender a convivir: es fundamental. Cada vez estamos en una sociedad más compleja y más totalitaria. Los medios de intoxicación de masas han lanzado esto del populismo, lo cual le viene muy bien al poder que quiere seguir mandando: lo que estamos es ante nuevos totalitarismos que están alimentando una xenofobia muy cruel. Me preocupan no solo los efectos sociológicos y económicos, sino los antropológicos: el problema no es Trump o Le Pen, sino la cantidad de personas que vibran con ellos y que les votan. El reto es convivir en diversidad.
- Aprender a conocer, fundamentalmente, ciencias y humanidades interdisciplinarmente. Basta ya de lo de «tú vas para letras y tú para ciencias». Tenemos que ir hacia una tercera cultura, el encuentro entre las ciencias y las humanidades. Esa es una de las tareas del aprendizaje.
- Aprender a hacer, un saber hacer profesional: la enseñanza tiene mucho que ver con las profesiones, y por eso me interesa la innovación en Formación Profesional, fundamental no solo para el aparato productivo, sino para la dignidad de los trabajadores, para la superación de la precariedad, y para la lucha por los derechos sociales. No solo para que tengamos obreros con mayor cualificación. Hay una tendencia a pensar en la educación en función de la empleabilidad y de las profesiones: profesiones para qué, ¿para seguir la destrucción del planeta consciente o inconscientemente?
- Aprender a cambiar la sociedad. Aquí se plantea algo que es muy interesante y que surge en los debates sobre la reforma de la Constitución, los procesos constituyentes… un debate político en el que estoy también metido. Releyendo la Constitución, en el artículo 27.2 dice: «la educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana». La mayor parte de los ministros y técnicos de educación, seguramente no se lo han tenido. ¿Cómo se mide esto en Pisa? Pisa hay que pisarla, hay que desacralizarla, no es el oráculo de Yavé, sino un constructo de una organización de desarrollo económico, que ha desplazado a la Unesco a la hora de marcar las pautas educativas en el sistema. Ojalá que volviéramos a los grandes informes de Delors y de otros sobre la educación que tuvo lugar en la Unesco.
La suprema innovación es cómo vinculamos la enseñanza con la educación, porque no siempre lo hacemos. Podemos hacer una enseñanza que diga que aprender es aprender a conocer y aprender a hacer. Le quitamos lo de aprender a ser, lo de aprender a convivir y lo de aprender a cambiar el mundo… no vaya a ser que nos salgan revolucionarios. No sea que vayan a hacer caso a Jesús de Nazaret cuando dice que ha venido a prender fuego en la tierra y cómo me gustaría que estuviera ya ardiendo… La escuela católica corre peligro de auto-secularizarse, conformarse con la innovación en los métodos, para tener mucha matrícula.
La suprema innovación es cómo vinculamos enseñanza en sentido tradicional con educación. Y aquí es cuando tenemos que meternos en el tema de los fines, las finalidades de la educación… y también algo sobre contenidos. El mundo de las finalidades es fundamental. A la hora de pensar las finalidades tienes que hacer un cierto diagnóstico cultural, social, político y económico. Para innovar es importante un diagnóstico de lo que está pasando en la cultura, en el mundo, en los modelos de familia, en el tipo de niños y niñas que nos vienen… ¿qué está pasando ahí?
Hay algo que quiero destacar. Cuando se hace un análisis hay que ver algo positivo, y si no ves nada positivo, te lo inventas. Lo mismo para un análisis personal. Me miento a mí mismo y digo algo positivo. Es muy malo hacer los análisis empezando por lo negativo. Primero porque la realidad no es así: en la realidad hay cosas positivas, hay justicia, verdad…
Pero yo me voy a centrar en una cosa, que como análisis es insuficiente, pero que creo que es importante. Nuestra cultura está marcada por el nihilismo. De una forma que se comprende rápidamente es eso de «no me comas el coco». Quizá ahora ya no se dice así, que hasta para eso soy antiguo. La generación de no me comas el coco es la generación del coco recomido por la nada, porque el coco siempre tiene que estar comido por algo. Tú tienes que tener la cabeza, las manos, los pies, los afectos… llenos. Si no, si estás en una cultura nihilista, es lógico que impere el hedonismo primitivo (ojalá fuera el hedonismo primitivo, eso lo firmo ahora mismo) sino el que se percibe en el consumo de drogas a edades cada vez más tempranas. Los padres que cometen la tremenda torpeza de concebir la educación hasta los 11 años como darle muchos besos, consentirle todo y llevarle a un buen colegio nunca piensan que esa chavalita a los 10, 11 años, saldrá a la selva de la precarización productiva, la del consumo, la del ocio que ya no se puede controlar. Hacia esa red de familias, escuelas, movimientos educativos infantiles y juveniles, una cosa fundamental es ayudar al chaval a elaborar un proyecto personal de vida, para que la vida no se la coma la nada o el mercado. Hoy las vidas están consumidas o por la nada, mientras los padres te sigan dando pasta, o por el sistema productivo que te precariza. Nada o mercado. Pero es que el arte de auto-educarse es hacerte soberano de tu propia vida y luego luchar contra los que quieren arrebatarte tu soberanía personal. Hemos trabajado mucho en la soberanía de las naciones frente a los estados, pero tenemos que trabajar la soberanía personal sobre todo tipo de manipulaciones y totalitarismos. Eso es fundamental y aquí está la quintaesencia de nuestra educación.
¿Y qué es esto del proyecto personal de vida? Concatenadamente nos plantea cuál es el sentido de la vida de los profesores y profesoras y de los padres y madres. Lo primero es descubrirte como persona, descubrir el sentido de tu existencia. Vivimos existencias atropelladas, y con esto de estar todo el día «applicados», viviendo permanentemente en una cultura del sobrepasamiento donde hay una nueva vivencia del tiempo. Esto es un problema físico y metafísico al mismo tiempo. La chica que me ha entrevistado antes me ha preguntado que qué pienso de la aplicación de las nuevas tecnologías. Le he contestado lo que pienso, que yo predico el ayuno audiovisual, el silencio y la contemplación, y el cultivo de la sabiduría, y si queda algo de tiempo, dale a la tecla. Quizá lo que digo es exagerado, pero algo de control de tu propio tiempo respecto de la pregunta sobre qué pinto yo en este mundo, es importante.
Segundo, la vocación. No se trata de que haya más frailes y más monjas. No es eso. Que ya lo habló Max Weber, y era agnóstico, no tenía oído para la religión, y fue el gran sociólogo de la vocación. Es la indagación en tu interior para descubrir la llamada interior que tú tienes y los talentos que tú tienes para la misión. ¿Qué misión tengo en este mundo, en esta sociedad? Lograr ser arquitecto o médico o abogado… o sea, lo que sueña mi abuela: el máximo éxito, triunfo total, el súper de Vitoria, ¿dónde se fabrica? No, la misión es diferente de la profesión. Al final sí viene la profesión, pero que tiene que estar al servicio de la vocación y la misión. ¿Qué tenemos en los colegios? Pues orientadores profesionales que te pasan un cuestionario y dicen «este niño vale para ciencias o para letras». Si te dice que para letras, te llevas un disgusto… Si te dice que tiene inclinaciones para la filosofía, qué catástrofe… O para la pintura o la música, qué fatal… Y decimos «¿y no podría valer este niño para algo práctico?».
Y ahí están los chavales que no saben qué estudiar, y es normal que no lo sepan: la personalidad está desgajada.
Esto nos lleva a la educación del ser persona, que se ha divulgado como educación de la interioridad, aunque yo tengo sobre la palabrita mis más y mis menos. Yo hablaría más de la educación del ser personal por dentro… pero como hay que reducir palabras, vamos a dar por buena la de la interioridad.
Puede haber más, pero creo que hay ocho dimensiones en la vida que tenemos que cultivar. Me gusta la idea del cultivo: la desruralización de la sociedad y el hiato con la tierra me preocupa. Somos terrícolas, y si queremos una transformación ecológica de la sociedad tenemos que volver a la tierra. Y cultura tiene que ver con cultivo, y cultivo tiene que ver con agricultura. A mí, lo que más me gustaría aprender es ser agricultor y ser jardinero, fundamentalmente labrar la tierra. La cultura tiene que ver con el cultivo y el cultivo con el cuidado: tenemos que aprender a cultivar el huerto interior. Cuando hablas con algunas personas uno dice: «madre mía, ¡qué maleza!». No de malo sino de… ¡qué desierto, como de serrín! En otras personas, en cambio, dices «¡qué frondosidad!». Si más que huerto es una selva, como de Costa Rica o así, si tiene boas y pelícanos, y es arborescente, y encima tiene ríos y cultiva tomates interiores y calabazas, es que te alimenta esta persona… ¡cuánto me gusta estar dentro de tu ser!, porque ahí hay un ecosistema en el que se puede habitar.
Ocho dimensiones en la vida que tenemos que cultivar:
- La autoestima.
- El ser reflexivo.
- La práctica de virtudes morales y conciencia moral.
- El amor a la belleza y el arte.
- La meditación laica.
- La mirada contemplativa.
- La religiosidad.
- El vínculo que tenemos todas las personas con el sufrimiento social y el sufrimiento ecológico.
Si le das esta tierra a un agricultor, te saca una cosecha que te hace decir «¡menudo artista!». Pues eso pasa con el huerto interior. Y pasa por el conocimiento de sí. Lo que más ignoramos es lo que somos. Encantada de desconocerte. Y a esta velocidad de vértigo en la que se vive, no te conoces, no te haces ni autostop contigo… Vas muy rápido para llevarte contigo, esquizofrénicos, estás tan cansado de consumir y de divertirte… y cuando te das cuenta pues hasta luego, Lucas… ¿Incineración o tumba? Luego se casan dos desconocidos entre sí y terminan desconociéndose mutuamente, normal, se aburren. El conocimiento de sí, socrático, la psicología aplicada. Hay que dar herramientas para el autoconocimiento. Vente a la consulta que tenemos una psicóloga que te va a conocer y te va a dar un informe que te diga «este eres tú» no vale. En una sociedad con tanta precarización hay que cultivar la autoestima, porque el sistema les da demasiado fuerte e introyectan lo de que no valen, y pasan de rabiosos a siervos de la gleba. Préndele fuego o vete a la India.
Sé reflexivo. Ya se ha encargado la OCDE de que se vaya quitando la filosofía, por eso nuestro anterior ministro de la educación, don Ramón María del Valle Inclán, se ha vendido al sistema. Nos enseñan planes de educación… Siempre pregunto si tienen el programa de filosofía para niños a partir de ocho años… sí el de Lipmann, y te dicen que no. Para qué quieren ordenadores entonces, si no piensan. Yo he visto ese programa en indígenas de Oaxaca: los indígenas piensan. Un dvd que se llama Solo es el principio, es una experiencia en un suburbio de París, con reflexividad. Hay que pararse, pensar. El pensamiento tiene que ser complejo, no simplista. Vamos hacia cerebros Twitter, donde cabe muy poco.
Práctica de virtudes morales. Soy un enemigo declarado de la educación en valores. Si oigo hablar de educación en valores tres veces, estoy a punto del ictus cerebral… porque esto es una nueva retórica. No señor, la educación moral no consiste en proclamar valores. La educación moral, que es fundamental, ha de ser la práctica de la virtud. ¿Por qué somos hombres y no animales, hombres y no robots? ¿Por qué somos todavía humanos y no post-humanos? Pues lo somos en la medida en que somos capaces de practicar virtudes morales. Y las virtudes morales se pueden enunciar. En la interacción con los padres, todo colegio expresa que quiere que sus hijos e hijas sean virtuosos. Pero es que aquí lo vamos a practicar, porque las virtudes se aprenden practicándolas. Yo conozco a muchos profesores de ética, que como practicantes de valores dejan mucho que desear.
Esto es importante, y también la creación de una conciencia moral, porque no todo es relativo, hay verdades y mentiras, hay bondades y maldades. Uno tiene que ser responsable de lo que hace y de lo que no hace pudiéndolo hacer. Y eso se llama formación de la conciencia moral.
La educación moral, que es fundamental, ha de ser la práctica de la virtud.
Otro aspecto muy importante es el amor a la belleza y el arte: esto es lo que nos salva, lo que nos dignifica. Yo tenía un problema que era que si a mí me gusta tanto la belleza y el arte, ¿cómo lo hago compatible con la lucha por la justicia? Me ayudó a resolver este antagonismo el ver una obra de teatro de Buero Vallejo, Las meninas. El personaje es Velázquez y en un momento dice: «Solo quien es capaz de contemplar la belleza del mundo, es capaz de indignarse y sublevarse ante lo insoportable de su dolor». La belleza te lleva al descubrimiento de la armonía, y la injusticia y la destrucción medioambiental es la destrucción de la armonía y de la belleza. Y por qué no hay más gente implicada en un cambio eco-social: porque está muy embrutecida, y porque la sociedad está extendiendo la fealdad. Yo de vez en cuando compro la revista más leída, que es el Hola, y veo el programa más visto, Sálvame Deluxe. El mundo es muy feo, hay feísmo. Hay un libro que yo recomiendo mucho, La dictadura del videoclip, que es un análisis sobre los videoclips que más ven los jóvenes del mundo. La base está sobre más de dos millones de descargas. Hay que ir con una bolsa de vomitar para ver los 10 videoclips más vistos por los jóvenes en el mundo. Y son más de dos millones. Tú puedes estar leyendo a Pedro Salinas o escuchando a Leonard Cohen, pero eso no lo ven dos millones de seres humanos. Lo que marca tendencia es Shakira. Y las hay peores. Pura basura. Vuestros hijos se alimentan de eso: los videoclips son el mayor consumo en la red. Cómo luego van a implicarse en otras cosas.
El tema de la meditación laica. Ser humano es aquel que medita. Y por qué laica, porque no hay que meditar sobre Dios siempre. El está ahí siempre, hasta que te mueras, y «si me niegas, no pasa nada, no hace falta que medites sobre mí», nos dice. Por eso me alegro mucho de que haya cada vez más formas laicas de meditación, escuelas que meditan, profesores que meditan y muchos materiales interesantes sobre el tema de la meditación.
Otro elemento importante es cultivar la mirada contemplativa, cómo miramos el mundo, aprender a contemplar. Una de las cosas que más me emociona, y me emociona profundamente, es cuando vas a un museo y no es una de esas exposiciones que van en un paquete turístico, con gente que se saca fotos en la pintura pero no ve la pintura, sino que forman parte del recorrido. Has visto el Prado, sí enterico, en veinte minutos, luego te envío un Whtasapp con las fotos. A mí en cambio me emociona mucho el momento en que estás en un museo, la gente está callada… (siempre hay alguno que está explicando, cállate, no entiendes, calla ya…) pero bueno, por lo general la gente en silencio, tiene su interacción con el cuadro… Así se empieza y luego a lo mejor se termina en una iglesia. Hay prácticas de contemplación muy importantes: las directoras pedagógicas de museos se quejan de que no haya mayor interacción con los colegios, para que vengan los alumnos y sentados, aprendan a mirar, a contemplar.
Luego está el tema de la religiosidad. Aquí hay un gran debate. Estamos en el país más laicista analfabeto del mundo, lo cual es una desgracia. Me gusta el laicismo francés, el belga, el canadiense, pero tengo que dialogar con el laicismo español, que salvo excepciones es deplorable. Aquí se ha desarrollado una cultura extendida entre gente progre, metaprogre y despistados varios en que la religión forma parte de un estadio pre-humano, pre-racional, de seres no dotados de aparato racional que cultivan ese esoterismo de la religiosidad. Fijaos que no le he puesto nombres. Porque tenemos la religiosidad de Einstein, cósmica, la de las diferentes religiones, etc. Nuestros colegios cada vez van a ser más interreligiosos. El tema de la religiosidad ha de ser una propuesta educativa porque forma parte de una de las posibilidades más potentes de desarrollo de la personalidad humana. ¿Eso quiere decir que si soy agnóstico o ateo tengo que hacerme creyente? En modo alguno. Pero sí es un terreno que hay que explorar y en el que hay que penetrar… y luego hay que tener la libertad suficiente para quedarse en ese terreno o quedarse en él. Pero amputar de la cultura educativa, o diré más, de la cultura nacional, el tema del acercamiento a la religiosidad, me parece propio de un pueblo de bárbaros. En la muy laicista Francia existe una publicación que se llama Le monde des religions. Le monde es un gran periódico y esta revista se vende en los periódicos todos los meses. Hay una cita de Ortega y Gasset (entre finales 1910 y principios de 1920), don José Ortega y Gasset, que no era cualquier persona, y más en aquella época: él no era creyente. Un ateneísta se le acercó y le dijo: «Don José, yo soy como usted, no tengo el más mínimo interés y sentido por lo religioso». Y dice Ortega: «Y aquel bárbaro creía que me iba a halagar. Igual que existe el sentido del tacto y el del gusto, está el sentido religioso de la vida humana. Desgraciadamente yo no tengo desarrollado ese sentido». ¿Qué quiere decir esto? Pues que es una dimensión importante de la vida humana.
Cada quien, escribimos y pensamos desde una cultura de fondo, y conviene explicitarla. Yo parto de una cultura cristiana, y eso no quiere decir que sea la única ni la mejor del mundo. Pero yo creo que la laicidad consiste en la interculturalidad, en el diálogo entre culturas, creencias e increencias distintas, no en la supresión de las identidades. No construimos una mejor sociedad si ocultamos nuestras identidades y culturas de fondo: y ese es el gran defecto de la laicidad francesa, que es solo una de las muchas laicidades que existen en Europa y en el mundo, y que necesariamente está en revisión, porque si no, no entiendes nada. Y el muy laicista estado francés tiene muchos institutos de investigación sobre la inserción de la religión como transversal en la educación, y en España no hay ninguno.
El último elemento de la educación del ser o la interioridad es ayudar a explicitar el vínculo que tenemos todas las personas con el sufrimiento social y el sufrimiento ecológico, descubrir el vínculo de conexión. De ahí vienen mis críticas contra algunas pedagogías de la interioridad. Y sobre todo mi absoluta sorpresa, por no decir mi jactancia, cuando en ciertos colegios inspirados en congregaciones con potentes tradiciones religiosas, parece que se les acaba de aparecer el nuevo Cristo cósmico a través del Mindfulness, y entonces yo levito y alucino. No tengo nada contra el Mindfulness: me parece una forma barata de budismo barato, pero como estamos en una sociedad barata, más vale tener una baratija que no tener nada. Solo digo que si hay algo que especifica la interioridad cristiana es que no puede dejar fuera la interioridad. Si no, estamos haciendo una muy mala educación en el ámbito del cultivo de la interioridad.
Una de las finalidades por tanto de la educación tiene que ver con esto de la educación del ser. Y qué tiene que ver esto con las matemáticas o con la educación física. Pues en esto consiste la innovación: si además hay aprendizaje cooperativo, aparatitos, gamificación, pues genial. Así cuando vengan los robots, pues estarán al día. Esa es la innovación: cómo vinculamos lo que constituye un colegio (porque no hay que quitar las matemáticas…). Estos ocho elementos tienen que ser cultivados en las familias, en las escuelas y en los movimientos educativos de educación no formal, pero también en la educación formal, y el arte es ese.
Aprender y conocer
Para terminar: la segunda finalidad de la educación es la del aprendizaje y el conocimiento (los centros están para aprender a conocer las humanidades y las ciencias, y también lo que acontece en las sociedades, qué son los problemas sociales). Yo los he tematizado en torno a diez. Se pueden añadir otros, esto es lo que verdaderamente marca la vida de las personas: las desigualdades internacionales, especialmente en el ámbito de la pobreza infantil, la destrucción del medio ambiente, los conflictos bélicos y el militarismo, la violación de los derechos humanos, la exclusión social y la pobreza en los países ricos, la inmigración, la precariedad laboral y la explotación capitalista, la discriminación de las mujeres, el consumo antiecológico, la alienación publicitaria frente al comercio justo y consumo responsable y, finalmente, la intolerancia, la xenofobia y el choque de culturas. ¿Hay más cosas en el mundo? Claro que hay más cosas. Pero estos temas son los que hay que convertir en problemas íntimos. El arte de la educación es convertir estos diez problemas sociales en problemas personales, porque si no resolvemos estos problemas, no puede haber belleza en el mundo La mayor belleza no es la belleza mística: la mayor belleza es la justicia. ¿Cuál es la mayor belleza del mundo? ¿La hacienda pública? Sin ella no tendríamos sistema universal de salud. Nuestros centros de salud no son normales en el mundo, incluso viniendo de países con renta media alta, como México. La mayor belleza es la construcción de la justicia, que tiene como base el dinamismo de la bondad, y lo que nos hace humanos es practicar la virtud de la bondad, y esta consiste en aquello que dicen los Hechos de los Apóstoles: Jesús como aquel que pasó por el mundo haciendo el bien. Y esto para cualquier ateo inteligente o agnóstico inteligente. El bien requiere la construcción de la justicia.
Qué enseñar:
Las desigualdades internacionales, especialmente en el ámbito de la pobreza infantil.
La destrucción del medio ambiente.
Los conflictos bélicos y el militarismo.
La violación de los Derechos Humanos.
La exclusión social y la pobreza en los países ricos.
La inmigración.
La precariedad laboral y la explotación capitalista.
La discriminación de las mujeres.
El consumo antiecológico, la alienación publicitaria frente al comercio justo y consumo responsable.
La intolerancia, la xenofobia y el choque de culturas.
Estos diez problemas tienen que formar parte sustancial de los currículos. Y aquí viene el qué enseñar. La gran transformación es cómo hacemos una física ecosocial, una matemática ecosocial, un latín ecosocial… Será que no da el latín… Mira Cicerón y la República y Julio César, que se puede relacionar con los actuales totalitarismos. Ese es el supremo arte, porque si no, para qué queremos matemáticas, física, lengua… ¿para que se reproduzca el desorden establecido, como decía Emmanuel Mounier, o para realmente transformar la sociedad, conectando el conocimiento con la lucha contra el sufrimiento? Esta me parece que es la gran revolución pendiente en el mundo educativo. Y eso logrará que pongamos el conocimiento no solo en función del conocimiento por el conocimiento, que no está de más, no solo en función de una profesión, que depende, porque la mayoría son engranajes para repetir lo existente, sino que lo pongamos en relación con la creación de activistas promotores del cambio social. Entonces la educación se convierte en algo muy decisivo en el cambio social.
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RPJ nº 520 – Editorial – Educar para el cambio eco-social – Rafael Díaz-Salazar
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