Educar es dar oportunidades rezaba el lema de la ONG Entreculturas hace algunos años. No creo que haya ningún docente que no esté de acuerdo con esto porque con esa creencia ejercemos nuestra profesión. Esto se hace más presente cuando se trabaja en contextos vulnerables, como es mi caso. Creo firmemente que la educación es la herramienta más potente para acabar con la pobreza y la exclusión.
El colegio Nuestra Señora de la Asunción de Badajoz lleva medio siglo queriendo dar oportunidades en un contexto complejo donde la crisis económica ha dejado en situación de pobreza a decenas de familias de un barrio obrero de gente sencilla. Si a esto le sumamos su proximidad a una zona de «frontera» donde la marginalidad y las drogas campan a sus anchas, la tarea de educar no se hace sencilla.
En este contexto educar es dar oportunidades al alumnado, supone permitirles soñar, imaginar, crear un futuro mejor. Es ayudar a mejorar el barrio, sanar heridas invisibles pero muy dolorosas. También es permitirles mirar más allá, salir de su situación de ruptura y ver que ellos y ellas también pueden aportar mucho para transformar las injusticias de su barrio, de su ciudad y del mundo.
Lejos de amedrentarnos, muchos de los y las docentes de nuestro centro, creemos que es una oportunidad para vivir con autenticidad los valores del Evangelio, de dar testimonio de Jesús, de ese hombre que estuvo al lado acompañando, defendiendo y dando oportunidades a los que más sufrían.
Para ello es muy importante dejarse tocar por la realidad, tener los sentidos y el corazón bien abiertos para que la realidad te afecte y, desde lo cotidiano, desde la vivencia de nuestros alumnos y alumnas querer mejorar su situación. A veces con una sonrisa o con una caricia a tiempo, otras con un paseo tranquilo por los pasillos, siempre con un «tú sí puedes, vales mucho».
Es necesario dedicarles tiempo, conocerlos más allá de sus nombres, entenderles desde lo profundo, conocer a sus familias, sus situaciones personales, sus miedos, sus heridas, esas que a veces les generan problemas de disciplina, conductas disruptivas que, en ocasiones, te descolocan, te sacan de tus casillas, te dan ganas de tirar la toalla pero que, a pesar de todo, coges aire, paras, dialogas y… no dejas de creer en él o en ella, de confiar.
Siempre con actitud de servicio, como nos decía Jesús durante la celebración de la Última Cena en el Jueves Santo cuando lavaba los pies a los discípulos «os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis» Jn 13,15. Jesús continuamente se pone al servicio de la persona que más lo necesita, sin importarle su pasado, lo que haya hecho mal. Siempre ve las posibilidades, las grietas en los muros o los junquillos que brotan a través del asfalto. Y con cada gesto nos invita a actuar como Él, a ser los más parecidos/as a Él.
Y es que hay muchas formas de educar, pero si lo haces con la mirada de Jesús, si quieres EDUCAR de verdad, de manera integral y poniendo en el centro a las personas, especialmente a las más vulnerables, no queda otra que mojarte, que implicarte más allá de los conocimientos de tu materia. Es necesario ser luz y dar luz allá donde estés, aportar una mirada de esperanza, de confianza. Dios, a través de su Hijo, nos pide que nos ciñamos la toalla y nos compliquemos la vida, cada día, por los que más lo necesitan, por nuestro alumnado y por sus vidas.
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RPJ nº 530 – Mayo 2017 -Educar es dar oportunidades – Gema Fernández Holguín
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