Educar ¿cuestión técnica o personal? – Irene Latorre

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Irene Latorre

i.latorre@uptoyoueducacion.com

Hoy queremos reflexionar sobre algo muy básico, sobre qué es educar. ¿Es una cuestión técnica o algo más personal? 

Cuando nuestros hijos son pequeños, les bañamos, les damos de comer, ¿con qué objetivo?, ¿con el de que algún día ellos puedan hacerlo solos? Es verdad que ese es el efecto final, pero ¿únicamente es eso lo que les estamos enseñando?, ¿habilidades para que algún día puedan ser autónomos, como se suele decir, o para que aprendan unas rutinas básicas?

Es verdad que el niño se fija en todo lo que hacemos, en cómo cogemos la cuchara, en qué hacemos con la esponja, pero nuestro hijo percibe mucho más que eso, percibe la intención con la que nos estamos acercando a él: si buscamos únicamente hacer lo que toca hacer en cada momento o si, además de hacer la tarea, estamos buscando un encuentro personal con nuestro hijo.

A veces pensamos que esta educación más personal es la que le corresponde a la familia, mientras que a la escuela le corresponde una educación más técnica. Es cierto que, conforme el niño va creciendo, todo se va especializando más y más, pero ¿cuál es el objetivo? ¿Que aprenda cosas que le sirvan para el siguiente curso? ¿Y, después, para la universidad, para encontrar trabajo, siempre afrontando el reto inmediato?

El niño percibe que alguien, no se sabe quién, va marcando desde fuera esa sucesión de objetivos, esa cadena de retos para que él pueda encontrar un huequecito en el puzle social, un huequecito que tiene una forma ya predeterminada, en el que él solo tiene que adaptarse y «encajar». Pero ¿quién tiene en cuenta lo que piensa el niño?, ¿quién atiende sus deseos, sus expectativas, su singularidad personal? 

Un educador que eduque de forma personal será alguien que ayude al niño a encontrar sentido aquí y ahora a todo lo que está descubriendo. Pensemos en algo tan sencillo como sumar. No es lo mismo que el maestro le dé unas instrucciones al niño sobre lo que tiene que hacer con los números, o que le presente el valor que tiene la suma: en qué momento se le ocurrió a alguien eso de sumar, a qué necesidades respondía, qué relación tiene la suma con la vida del niño, con la que tiene hoy, con la que le toca vivir.

De esa forma, el chico encontrará un sentido a lo que está aprendiendo, pero, además, verá que el educador se está preocupando por él, que le está tratando como persona. No se trata de colocarle las sumas, sea como sea, para que las aprenda sin estropearlas, sino de ofrecérselas para que las conozca, para que conozca su valor, para que sepa por qué y para qué las está aprendiendo. ¿Puede alguien pensar que el chico aprenderá peor a sumar por plantear la enseñanza de esta forma? Al contrario, si a lo que se está haciendo se le da una relevancia personal, el chico pondrá interés en hacer las sumas correctamente, querrá progresar, asumir retos más y más complicados cada vez.

Pero no echemos toda la culpa a la escuela si nos parece que no trata a nuestro hijo o hija de esa forma. ¿Le ayudamos los padres cuando llega a casa? ¿O más bien nos preocupamos de que haga la tarea, de que estudie para el examen, de que cumpla con sus obligaciones? ¿Qué estará percibiendo en ese caso: que nos interesa como persona o simplemente que nos interesa que consiga lo que se espera de él? Y no solo ocurre esto con los temas escolares. También en las actividades que compartimos en el día a día, le solemos decir a cada paso que da: bien, muy bien o, lo que es lo mismo, «has hecho lo que se esperaba de ti». 

Pero ¿se puede actuar de otra forma? ¿Se puede usar la realidad cotidiana para intensificar nuestras relaciones, para buscar un encuentro personal? Os invito a intentarlo, a aprovechar esos ratos de rutinas caseras para disfrutar de vuestro hijo. Cambiemos el «bien» que le decimos a cada paso por preguntas que muestren un verdadero interés en lo que está haciendo. Centrémonos más en su proceso que en juzgar el resultado final. Con esto, no dejamos de hacer la tarea que toca en cada momento, pero, a la vez, le estamos enseñando al niño un tipo de intención en la relación, la de buscar el encuentro personal.

Vale, podemos pensar, eso está bien con las rutinas que se aprenden en casa o con los primeros aprendizajes en la escuela, pero ¿qué pasa en la universidad? ¿Qué pasa cuando las matemáticas que está aprendiendo son las de una Ingeniería? Voy a contar una experiencia. Cuando yo hice el curso de UpToYou, estaba precisamente dando clase de ecuaciones diferenciales a los estudiantes de Ingeniería mecánica. Y decidí probar esta forma de enseñanza más personal. 

Les hablé primero de la relevancia que las ecuaciones diferenciales tenían para sus estudios profesionales y, después, les animé a que inventaran ellos mismos posibles formas de resolución. Y cada vez que a alguien se le ocurría una idea, toda la clase la tenía que probar, aunque yo supiera de antemano que no iba a funcionar. La experiencia fue preciosa. Esas pruebas les animaban a proponer nuevos métodos y a irlos perfeccionando, hasta que ellos mismos llegaban a descubrir la forma más adecuada de resolver cada tipo de ecuación. Es verdad que no dio tiempo a ver todos los métodos que había en el programa, pero los alumnos fueron capaces de mirarlos por su cuenta y, sinceramente, no creo que vayan a ser peores ingenieros por esto. Más bien creo que, el día que tengan que echar mano de una ecuación diferencial, no lo harán con ese regusto amargo que deja el sentir que lo que te enseña es para el profesor mucho más importante que tu propia persona.

¿Y qué pasa si un día vamos corriendo y convertimos la clase o el baño en una rutina? En UpToYou decimos que un acto puntual no educa. Lo que educa es un estilo mantenido en el tiempo. Pregúntate cuál es tu estilo, cuál es la forma de acercarte a tu hijo o a tu alumno, o a cualquier persona con la que te relaciones habitualmente. Aunque te parezca que, en algunos casos, es puramente técnica, no deja de ser una forma de tratar a la persona, una educación personal. Te invitamos a ir dando, poco a poco, pequeños pasos para convertirla en una forma de relación más humana. Ayudarás a crecer al otro, pero, sobre todo, crecerás tú al mismo tiempo que harás crecer la relación entre los dos.

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