Editorial RPJ nº 534, QUE LOS JÓVENES NOS SAQUEN DE NUESTRAS CASILLAS – Juan Carlos de la Riva

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Estoy remozando una frase de Tony Catalá, que usaba este juego de palabras, pero con los pobres de protagonistas. Lo decía de broma, pero muy en serio: que nos muevan el suelo, que nos remuevan inercias, que nos inviten a los menos jóvenes a hacer buenas cosas, y a su modo.

No son tan diferentes. Están simplemente pidiendo a gritos que los escuchemos, que les queramos, que les dejemos participar y actuar. No ven eso en la Iglesia. Lo ven más en Fortnite.

Acabo de ver en un medio que El Rubius va siendo desplazado por otro youtuber, otro dios de nuestros muy jóvenes, que habla solo de Fortnite y que habla sin reparos de que ha llevado su dinero a Andorra porque aquí hay que contribuir demasiado. Y mis alumnos/as seguro que le siguen…

Creo que no les ha llegado el deseo de la Iglesia de escucharlos pronunciado con tanta fuerza por el Sínodo de este pasado octubre. Seguramente no, y se lo tendré que hacer notar yo mismo.

A ver cómo les cuento que el influencer más influencer de todos los influencers, el hípster más original, el que no les va a fallar nunca, ese mismo que les ayudará en todo, se llama Jesús. Que tiene muchísimos seguidores y que siguen creciendo, aunque esta fría sociedad secularista reniegue de su importancia y su pertinencia.

Y les diré que el challenge máximo, el necknominate más alucinante no es llenar un cubo de alcoholes varios y alguna pastilla más, sino llenar diez termos de chocolate caliente y con una caja de bizcochos irse a invitar a los sin techo de tu ciudad… Y si lo hace, que seguro que si le acompaño lo hará, que nomine a sus amigos del alma; porque lo bueno se comparte, se etiqueta, y a lo malo se le puede poner freno.

Y a ver cómo les cuento a mis hermanos y hermanas enamorados ya de Jesús e involucrados ya en su community, que para entrar en el nuevo y decisivo atrio de los gentiles que es el Instagram y sus postureos, donde hablan tanto de gustarse y creerse que su vida vale, aunque no sea tan divertida como la de otros, o en los vídeos virales que ven, nunca salen las cosas guays que hacemos.

De momento, esta revista, que se cree lo de los jóvenes, y mucho, se lanza a la piscina con una propuesta valiente, un consejo formado por gente joven, de momento trece, con muchas ganas de evangelizar a otros jóvenes y mostrar las buenas cosas de la vida y de la vida siguiendo a Jesús, a través de la evangelización digital. Ya están trabajando en nuestras redes sociales y pronto también nuestra web será una revista digital con otro aire, su aire.

Era el 20 de noviembre: ocho jóvenes en Madrid, unos cuantos más conectados en pantalla… comenzaba a andar el consejo joven de redacción de RPJ, con el compromiso de participar en su dimensión digital, apoyar al existente consejo en las revistas físicas y, sobre todo, liar a más gente. Me volví para mi casa con un corazón rebosado por el agradecimiento a Dios que inspira a los jóvenes. Y los dos meses de avance confirman ese sentimiento. También en RPJ el joven es protagonista.

Mucho se está escribiendo y comentando sobre la palabra sinodalidad; incluso en el propio Sínodo hubo varias intervenciones pidiendo un sínodo sobre la sinodalidad. El Documento final del recién celebrado Sínodo no deja lugar a la duda: la misión necesita para anunciar y transmitir la fe una forma sinodal (nº 121). Y el sentir de los obispos y participantes en el Sínodo ha dejado claro que es importante recoger los dones de todos los miembros de la Iglesia, comenzando por los jóvenes (nº 114).

Hemos querido en este número hacer hincapié en esta idea que va ganando más peso cuanto más avanza el acompañamiento de Francisco a su Iglesia y que tras el Sínodo deberá impregnar cualquier plataforma de pastoral juvenil hasta convertirla en el hogar de escucha, acogida, diálogo y discernimiento común que transforme a la Iglesia y también al joven que la transforma en más Iglesia, más Evangelio, más luz.

Joven protagonista significa que nadie como el joven puede evangelizar a otros jóvenes. Significa que empoderamos al joven, que al pronunciar el credo con su vida se sabe constructor de Iglesia y no víctima de sus inercias. Significa que le invitamos a lanzar a bocajarro sus preguntas, sus denuncias, sus miedos, sus quejas, sus propuestas. Significa que le queremos dentro sin mirar cuánta fe tiene ni cómo la expresa. Significa que le sentamos a la mesa de nuestras estrategias evangelizadoras y nos dejamos cambiar en ritmos y modos. Significa que nos creemos la coherencia de sus ideales y no los invalidamos por las posibles infidelidades, que también son nuestras. Significan muchas cosas, claro que sí.

Algunos jóvenes nos las contarán en estas páginas. También algunos mayores nos lanzaremos a pensar en cómo todo esto puede dar, y ya lo hace, muchos y buenos frutos.

Termino con otra cita del Documento final, que en el número 122 dice que «la Iglesia está llamada a asumir un rostro relacional que ponga en el centro la escucha, la acogida, el diálogo, el discernimiento común, en un camino que transforme la vida de quien forma parte de ella». Una Iglesia hogar, dice por otro lado, una Iglesia de personas que hablan, se animan, disciernen juntos, arriesgan con la seguridad de la cuerda de escalada que nos une a los hermanos y hermanas.

Podemos seguir viendo las estadísticas de jóvenes creyentes y comprometidos cayendo a plomo, o podemos hacer caso al Sínodo. «Estamos llamados a ser «el apóstol Pablo digital» del tercer milenio», explica la Asamblea del Sínodo, lanzando la propuesta de crear una oficina especial para la pastoral y la misión digital con el fin de evangelizar. Solo espero que en esa oficina haya jóvenes que aporten su visión y nos enseñen a hacer las buenas cosas con sus buenas maneras. Y si a alguno nos sacan de nuestras casillas… ¡bendito sea Dios!

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