«Es la hora de los laicos, pero parece que el reloj se ha parado». Fue el 26 de abril de 2016 en una carta a toda América Latina, Francisco nos vuelve a hacer sonreír, pero, sobre todo, pensar. La denuncia del clericalismo en la Iglesia ha sido una de las constantes del magisterio del papa. En este número de RPJ queremos hacernos eco de la necesidad imperiosa de valorizar y dignificar todas las vocaciones en la Iglesia, especialmente las diferentes formas que el don bautismal puede adquirir en la Iglesia para devolverle su profecía.
Abril 2016 El papa envió una carta al presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, el Cardenal Marc Ouellet «El clericalismo lleva a la funcionalización del laicado; tratándolo como “mandaderos”, coarta las distintas iniciativas, esfuerzos y hasta me animo a decir, osadías necesarias para poder llevar la Buena Nueva del Evangelio a todos los ámbitos del quehacer social y especialmente político».
En el punto 33 de la Gaudete et exultate, Francisco cita a los obispos de África occidental: «Estamos siendo llamados, en el espíritu de la nueva evangelización, a ser evangelizados y a evangelizar a través del empoderamiento de todos los bautizados para que asumáis vuestros roles como sal de la tierra y luz del mundo donde quiera que os encontréis». (Conferencia Episcopal Regional de África Occidental, Mensaje pastoral a la conclusión de la II Asamblea Plenaria, 29 febrero 2016, 2.)
En el año 1997, en las proposiciones conclusivas del Congreso Europeo sobre las vocaciones al Sacerdocio y a la Vida Consagrada, número 16, se dice «hay necesidad de apertura a los nuevos carismas y ministerios, sin duda distintos de los habituales. La valoración y el puesto de los seglares es un signo de los tiempos que, en parte, está todavía por descubrir y que se está manifestando cada vez más fructífero». Y el mismo documento usaba una expresión contundente: «¡Cuántos abortos vocacionales a causa de este vacío educativo!» refiriéndose a la necesidad de educadores que ayuden a todo joven a descubrir su verdadero yo vocacional.
Y una última cita de un gran animador de la pastoral vocacional como es Cencini: «La crisis vocacional no quiere decir ya una reducción numérica de los aspirantes al sacerdocio; querrá significar especialmente la crisis de todas las vocaciones. Y si de hecho comienza a difundirse en nuestro entorno una “cultura de las vocaciones”, entonces no habrá que dedicarse ya a la crisis vocacional, sino a la “abundancia de carismas y ministerios”, todos como respuesta a las llamadas». (A.Cencini, Una pastoral vocacional en la comunidad parroquial).
Me atrevo a formular un pequeño decálogo vocacional que puede iluminar nuestra pastoral juvenil. De todo esto va este número de RPJ.
- Jesús es la referencia de todo bautizado, que nos invita a participar de su misma vida entregada en el aquí y ahora que nos toca vivir. Todas las personas tenemos vocación, y todas las vocaciones son dignas y se engloban en la llamada común a la santidad desde el seguimiento a Jesús. No tiramos la toalla como educadores y evangelizadores ante la primera negativa de un joven a buscar y encontrar su vocación.
- Las vocaciones se necesitan unas a otras en una comunidad entendida como ecosistema de diversidad vocacional, de manera que trabajar lo vocacional es trabajar para que surjan todas las vocaciones.
- La Iglesia local, tras un análisis de la realidad coherente y profético, instituye los ministerios laicales necesarios para el ejercicio de su misión evangelizadora. Los tiempos que corren nos invitan a una mayor creatividad ministerial, que lejos de replegar a la Iglesia sobre sí misma, la lancen a la realidad para permearla de vida, especialmente hacia aquellas situaciones de especial oscuridad y sufrimiento.
- La creciente secularidad nos invita también a cuidar los espacios de silencio y encuentro con Dios para poder escuchar y reconocer su Palabra, interpretarla y responder a ella.
- La crisis vocacional no es tanto de llamados cuanto de llamantes: es necesario suscitar y formar personas que, con su testimonio y calidad de vida y con su cercanía y escucha, acompañen procesos de discernimiento.
- La comunidad cristiana alienta especialmente el papel de la mujer en la Iglesia y promueve en su seno el discernimiento necesario para potenciar su participación corresponsable en ella.
- La comunidad se esfuerza especialmente en acompañar y celebrar las vocaciones que se insertan en las realidades más seculares y se sienten llamadas a la transformación de las estructuras sociales injustas: economía, política, igualdad de género, marginación, ecología, pacifismo, etc.
- Las vocaciones consagradas a la vida religiosa son ejemplo de búsqueda de la voluntad de Dios y contagian el deseo de responder a la llamada personal que Dios hace a cada persona.
- El ministerio pastoral contribuye al enriquecimiento mutuo de todas las vocaciones que florecen en la comunidad cristiana, fortaleciéndoles con el alimento de la Palabra y los sacramentos, y propiciando una organización de la comunidad que se beneficie de las aportaciones de todos sus miembros.
- Como regalo de Dios que son, la comunidad cristiana ora al dueño de la mies para que envíe obreros a su mies.
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