ESTO SE ALARGA
Juan Carlos de la Riva
La dinámica consistía en contar qué habían hecho en Semana Santa. Tras escribir varios Post-it® con las diferentes actividades, les presentamos una fotocopia de un Jesús amable y sonriente, y otra de un pato Donald disfrazado de demonio (si sumamos maldad y capacidad de hacer patochadas, nos sale un concepto de pecado bastante entendible por un joven).
La más chusca fue cuando algunos terminaron confesando que habían salido a correr por el barrio a las tres de la madrugada, en pleno confinamiento, poniendo a prueba a las autoridades y a su sentido común. También hubo momentos de yoga, de paseo por el bosque, de familia e incluso de acercarse a la Semana Santa y desde ella a Jesús mismo. En el fondo son muy buena gente. ¿Por qué el arrebato?
Seguro que tú, lector, como yo, has notado los efectos de esta larga espera y esta añoranza de la vida que hacíamos y que aún no termina de regresar. Nada te cuesta trasladar esto a un joven, acostumbrado a socializar de noche, a disfrutar de espectáculos y concentraciones, a abrazarse y bromear, a hacer deporte y sentir el contacto del equipo… ¿No es normal que la ansiedad busque válvulas de escape?
La pregunta de esta revista es cómo acompañar pastoralmente la gestión emocional en estos tiempos de duelo. La presencia de educadores y referentes parece más importante que nunca, y la pastoral tiene que saber adaptarse y encontrar la manera, nueva, de estar con. La escucha es imprescindible. La palabra de ánimo, lo mismo. Y no digamos el testimonio personal de una trascendencia que nos da paz en lo profundo, cuando la superficie está revuelta, una fe que pueda ser motor de avance y crecimiento.
Porque la pandemia ha traído a los jóvenes muchas ansiedades, pero también muchas y buenas preguntas, como lo hacen todos los duelos que nos exigen vivir de otra manera porque hay algo que perdimos. Nuestros muchachos y muchachas se plantean a qué dedicar los tiempos de soledad, y unos hacen yoga, otros escriben y los hay que componen música o se graban. Nuestros jóvenes se preguntan qué significa ser amigo y amiga sin tanta algarabía, desde lo profundo. Nuestra nueva generación se cuestiona por el dolor, la enfermedad y la muerte, que antes simplemente no estaban en la mayoría de sus vidas. Los más críticos buscan entre las noticias, testeando la capacidad de esta humanidad vieja para afrontar problemas nuevos. Los que tienen responsabilidades ante otros niños o jóvenes, o acompañan a personas en situación de exclusión, están generando recursos nuevos para ayudar más y ser más luz. Los que solo se buscaban a sí mismos, quizá se están llegando a plantear si con la rabia y la queja avanzan o retroceden. En definitiva, hay crisis. Y crisis es sinónimo de cambio, no de problema. Y el Evangelio de Jesús también comenzaba con un ¡cambiad y creed!
Hemos preguntado a orientadores y a psicólogos, y también a pastoralistas y compañeros/as de camino, para que, con su ciencia en una mano y su experiencia de pastores y pastoras en la otra, nos dibujen caminos nuevos para la pastoral. La Pascua nos invita a resucitar nuestro entusiasmo por contagiar de vida lo muerto, y ahora que todavía es de noche, emprendemos el camino, como aquellos de Emaús, a los que la noche amedrentaba hasta que reconocieron a Jesús. En la noche de la pandemia que todavía no acaba, ¡corramos a anunciar lo que hemos visto!
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