Editorial 540: Creatividad pastoral – Juan Carlos de la Riva

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En este número queremos hacernos una pregunta importante: ¿cómo andamos de creatividad pastoral? 

Es un tópico decir que los tiempos están cambiando con aceleración exponencial, y que nuestros jóvenes habitan una cultura muy diferente a la de hace unos años, pero es la pura realidad. Nuestro contexto cultural ha levantado un gran muro de prejuicio frente a la religión y su propuesta más institucional, y desde la Iglesia miramos con perplejidad cómo las nuevas generaciones construyen su vida sin echar de menos una armadura espiritual que vertebre sus decisiones para consigo mismos y para con la sociedad. La Iglesia ha dejado de ser para las grandes mayorías juveniles un referente útil para la toma de decisiones en los ámbitos personal y social.

Las décadas posteriores al Concilio Vaticano II fueron de mucha creatividad pastoral: la Iglesia se disponía a dialogar con el mundo en sus gozos y esperanzas, y se diseñaron propuestas pastorales para los jóvenes que integraron el compromiso social con la celebración de la fe en nuevos lenguajes adaptados y asequibles a los jóvenes, sin eludir el acompañamiento en los temas más vitales y existenciales para construir un proyecto de vida coherente con el Evangelio. 

Hoy, sin embargo, la Iglesia pierde capacidad de convocatoria y cae con frecuencia en dos tipos de tentación: el repliegue a los cuarteles de invierno desde los que mantener una actitud fundamentalista y beligerante con un mundo que le es ajeno, o el acomodarse a lo que hay, diluyendo la propuesta cristiana, acompañando sin cuestionar, y dejando simplemente de ofrecer su diferencia. 

Nos gustaría proponer un camino creativo que no cayera en ninguno de estos dos extremos y concretase nuevas maneras de acompañar y suscitar la vocación cristiana. No tenemos la fórmula mágica para el éxito pastoral en las actuales condiciones, pero podemos citar algunas claves que nos pueden ayudar. 

De la racionalidad a la afectividad. Las búsquedas de sentido de la vida no se están jugando hoy en día en el terreno de lo racional, de las verdades iluminadoras, de las ideologías… sino más bien en el terreno afectivo. Nuestra cultura está cercenando el deseo, la capacidad de soñar, la disposición para la ilusión y la utopía. Es una muy profunda mutación de valores que necesita ser trabajada desde el mundo de lo afectivo, pues es ahí donde se está bloqueando, en una dimensión inconsciente de la persona previa a la fe y que le incapacita para ella. Sin esta disposición, sin esta liberación del asombro y su deseo de más, el lenguaje religioso se torna invasivo y suena como una lengua extranjera. 

De la directividad a la sinodalidad. En la cultura de la sensación de omnipotencia tecnológica y sus inmensas posibilidades, y de la absoluta valoración de la autonomía del yo, nada se puede hacer para el joven sin contar con el propio joven. Es más, nada tendrá éxito con jóvenes si no ha surgido de ellos. Tomarse en serio la categoría pastoral de pueblo de Dios también con los jóvenes nos invita a tomar en serio el concepto de pastoral juvenil «popular», en clave de sinodalidad.

De la institucionalidad al encuentro. La construcción de la propia identidad, tarea ineludible en todo joven, no se está dando por pertenencia a un grupo o institución, de la que por sistema se desconfía, sino desde la autenticidad de los encuentros personales, desde la veracidad del testimonio de vida, desde la calidad de la comunicación «en familia». Necesitaremos un entramado de relaciones auténticas donde las propias búsquedas, con sus éxitos y fracasos, se puedan verbalizar y acompañar, discernir y decidir.

De la verdad dogmática a los relatos existenciales. Con la postmodernidad hemos pasado de una verdad objetiva a una verdad existencial, hecha a base de narraciones y relatos en los que se concretan las vidas. Si hemos de ofrecer una vida diferente habremos de relatarla y habrá de estar en consonancia con una praxis diferente. La incorporación a la comunidad cristiana podría sonar así: «Me quedo contigo porque eres auténtico, porque me gusta tu historia y vives lo que dices que vives». Y si se pronuncia en primera persona del plural, como un nosotros comunitario, mejor aún. 

Del trasvase de principios al discernimiento en movimiento. Ha cambiado el orden: no son primero los principios y desde ahí discernimos. Primero son los cruces de caminos, las frustraciones o los aciertos, los ensayos y sus errores, y desde ahí la necesidad de discernir. La creatividad pastoral deberá hacerse presente en estos momentos de búsqueda, para aportar ahí la asombrosa propuesta del Evangelio, que marca la diferencia respecto de la cultura dominante. Y esta conexión solo puede hacerse desde una pastoral en movimiento, en acción, en experiencia.

Esperamos que los aportes de este número de RPJ nos hagan pensar en los nuevos caminos que ha de recorrer la pastoral juvenil para que en los próximos años vivamos un nuevo despertar de la creatividad pastoral.

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