Editorial 509-510: Sonrisas y lágrimas – Carles Such

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Entonces la vida era más simple, más lineal y más predecible. 50 años hace del estreno de esta película que nace tras un musical de Broadway, basado en una novela de la familia Trapp y que devendrá de nuevo en musical en estos últimos años. Y es que hay estribillos que encajan en cualquier canción vital, sea cual sea el espacio, el tiempo y la condición.

Y quizá el éxito no será la edulcorada ambientación de la película, ni el prototipo candoroso y feliz de Hollywood con Julie Andrews, ni la rectitud de todos los hijos de la familia, enhiestos como palos con sonrisas desbordantes. Simplemente, la alegría es contagiosa, y por más que se intente exterminar, cualquier brote desencadena una nueva plaga de consecuencias inimaginables. La alegría no es producto de mercado sino experiencia vital que, sin apenas publicidad ni marketing se convierte en un efecto viral. La alegría es entraña humana, sustrato desde donde hacemos crecer nuestras vidas. Al igual que el frío no existe pues es la carencia de calor, tampoco existe la tristeza, sino que es ausencia de alegría. Situaciones dolorosas, incomprendidas, violentas o simplemente ruidosas, hacen huir la alegría del ser humano. Es posible vivir alegre en medio de la pobreza, o de la enfermedad o de la violencia. Podrán decirnos que no sonriamos, forzar nuestras lágrimas o exterminar lo más amado y deseado de nuestras vidas, pero nunca podrán exterminar la semilla siempre operativa de la alegría en nosotros. Por densas, duraderas y grises que sean las nubes, siempre irrumpe el sol por algún resquicio y, en ocasiones, a borbotones como un caudal desenfrenado e impúdico que hiere las sombras hasta el exterminio.

¿Es posible la alegría? ¡Tanto como la vida! Esa es la gran verdad del Evangelio de Jesús y de su propuesta de vida. En el núcleo, en el cogollo del nuevo discurso vivido que trae Jesús de Nazaret, irrumpe con novedad y descaro (como el rayito entre las nubes), el grito de la alegría para los pobres, los tristes, los que lloran, los que buscan la paz, los perseguidos, los misericordiosos… LAS BIENAVENTURANZAS. ¡Alegres! es el nuevo evangelio, la Buena Nueva que trae el Hijo de Dios. Él brota en el seno de quien se alegra y se le reconoce como tal: ¡Alégrate! y desde entonces, su nacimiento, su crecimiento, sus palabras y obras, su muerte y su resurrección, son consecuencia de la alegría del Padre en el Espíritu Santo.
Hacer pastoral, o evangelizar o vivir la misión no es más que vivir esta alegría: “La Alegría del Evangelio -Evangelii Gaudium- llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría…” (EG 1)
La Escuela de Pastoral con Jóvenes ha querido poner en evidencia esta realidad en ocasiones olvidada. Y la trae como experiencia fundamental (fundamento) de la evangelización de los jóvenes, pues será muy complicado atraer al mundo juvenil sin un testimonio elocuente y veraz de la alegría humana. No se trata de una impostura, de una alegría ‘de postureo’, sino de un estado permanente, de un ‘desde donde’ se vive todo lo demás. La alegría cristiana es una profunda experiencia psicológica que se torna en realidad teologal, como un regalo de Dios para aquellos que se viven en manos del Padre, acompañados por el Hijo y sostenidos y animados por el Espíritu Santo. La Fe, la Esperanza y el Amor son vividos desde la alegría como su hábitat natural.
Durante los días 26 y 27 de septiembre de 2015 se vivieron momentos de intensa alegría en la EPJ. Ya solo la presencia de más de 350 acompañantes de jóvenes (de los cuales casi la mitad eran menores de 35 años) de más de 30 instituciones diferentes (Congregaciones religiosas, Movimientos y Diócesis), hablan por sí solos. Por eso, desde RPJ nos hemos comprometido a dar cobertura en uno de nuestros números a la EPJ, para reflejar y hacer llegar esta experiencia eclesial de comunión en torno a la evangelización de los jóvenes, a muchas otras personas que no pudieron asistir a la Escuela. Mucho de lo que se compartió y vivió queda presentado en estas páginas, pero es muy difícil reflejar en papel la experiencia humana del encuentro vivido con la presencia de cuantos participaron.
Pues que sea de provecho y sirva para alimentar nuestra alegría y el convencimiento de la belleza que proporciona la comunión de carismas y sensibilidades en nuestra Iglesia. Y siempre quedará la oportunidad de participar en la EPJ 2016 que ya está en marcha.
Sin duda, estos eventos requieren de ‘sonrisas y lágrimas’ de muchas personas que dejan vida, ilusión, tiempo y creatividad, pero si al final conseguimos que la Pastoral con Jóvenes tenga una banda sonora reconocible y tarareada por muchos, habrá valido la pena. DO… RE… MI… FA…
¡Feliz Adviento!

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