¿DÓNDE BUSCAR LA VERDAD? – Juan Jesús Gutierro

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Juan Jesús Gutierro

jgutierro@comillas.edu

Quizá, pienso al escribir este artículo, la propia pregunta sobre la verdad es algo contracultural. El problema no es siquiera tratar de encontrar una respuesta sino formular la misma pregunta. ¿Para qué necesito buscar la verdad?

La verdad da miedo porque te confronta contigo mismo, con tus debilidades, con aquello que te hace vulnerable y que dibuja una realidad en la que no todo es de color de rosa. Por ello, surgen comúnmente dos actitudes: ignoro la pregunta por la verdad o la busco y la asiento únicamente en mi subjetividad.

Si decido ignorarla voy en contra de una tendencia humana: querer saber. El ser humano siempre quiere saber más, no por cotilla, sino porque la plasticidad de su cerebro le abre una y otra vez a la capacidad del asombro, del conocimiento nuevo. El hombre no solo quiere sobrevivir como el animal, sino que aspira a encontrar lo que es la realidad en sí misma.

Y quizá la otra actitud es la más propia de nuestro mundo posmoderno. Hoy que se han caído todos los grandes relatos: el de la Iglesia, el de la política e, incluso, el de la ciencia, solo hay uno que permanece: el del subjetivismo. Quizá representado por Mr. Wonderful, vivimos rodeados por continuos eslóganes que acentúan la individualidad, la capacidad de autosuperación, la conformación de los propios valores, en definitiva, tú eres la verdad. De hecho, si haces la prueba tecleando en Google la pregunta que encabeza estas líneas: ¿dónde buscar la verdad?, te aparecen enseguida estos dos resultados:

  • Para encontrar tu verdad en cada aspecto de la vida simplemente sé real y fiel contigo mismo, con tus valores y creencias.
  • La verdad está en nosotros, no puede buscarse la verdad en ningún otro lugar que no sea en nuestro interior.

La verdad está en tu interior, en ti, en tus creencias y valores

La verdad está en tu interior, en ti, en tus creencias y valores. Pero incluso si asumimos este paradigma de la posmodernidad, aún tenemos, los que trabajamos con jóvenes, un pequeño hueco: ayudar a construir su escala de valores.

Quizá no le faltaba razón a san Agustín o a Max Scheler cuando nos hablaban del ordo amoris como aquel que ordena nuestra personalidad moral. Forjamos esta en función de lo que situemos en lo alto o en lo bajo de la escala: «Mi amor es mi peso; por él soy llevado adondequiera que soy llevado» (Confesiones, XII, cap. 9,10). ¿Qué amo primero? ¿A mí mismo? ¿A mi familia? ¿Entran los otros en mi ecuación de amor? Y aquí es donde entran en conexión verdad, valores y libertad, entendida esta última como esa capacidad de contraer los vínculos que yo quiero, aunque me abran al fracaso. Libertad es autodeterminación al bien y quizá nosotros tenemos la posibilidad de mostrar qué es el bien. El mal lo conocemos todos: egoísmos, guerras, envidias, inseguridad…; el bien, sin entrar en demasiada filosofía, exige de la virtud, un hábito que se adquiere en la puesta en práctica del bien, en educar nuestra subjetividad para la elección, siempre, del auténtico bien. La felicidad es, al fin y al cabo, el bien que todos buscamos, pero sabemos que no todo lo que me pide el cuerpo es bueno para mi felicidad, ¡cuántas veces lo que me apetece no es realmente lo bueno! En eso consiste la virtud, en un intento de combinar tendencia o instinto con aprender a querer lo mejor.

Y para conocer lo mejor, el bien, tengo, en definitiva, que buscar la verdad. En ocasiones caeré en la cuenta de que, por más que busque en mí, solo encuentro un poco de caos. Ese es el momento en que nos fijamos en modelos a nuestro alrededor: tu madre, un amigo, un profesor, una religiosa; alguien que inspira en ti una manera mejor de ser, alguien que te hace ser más plenamente humano y feliz.

Quizá es el testimonio que damos los que trabajamos con jóvenes lo que más les puede abrir a la pregunta por la verdad, quizá ahí es donde cobre sentido la misma pregunta. Pero esto nos confronta con nuestra realidad: ¿Qué es realmente lo importante en mi vida? ¿Qué sitúo antes o después? ¿Dónde pongo mi esperanza? ¿Dónde encuentro la felicidad? Y quizá es este nuestro momento. Quizá más allá de racionalizaciones de tiempos pasados o resoluciones rápidas estilo ChatGPT, es el momento de que nuestra vida irradie a Cristo, que irradiemos a aquel que es Camino, Verdad y Vida porque entonces, y solo entonces, cobrará sentido nuestra libertad.

¿Qué es realmente lo importante en mi vida? ¿Qué sitúo antes o después? ¿Dónde pongo mi esperanza? ¿Dónde encuentro la felicidad?