Cuidar la casa común
Iñaki Otano
Domingo 33 del tiempo ordinario C
En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: “Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido”. Ellos le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?”. Él contestó: “Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usando mi nombre diciendo: ‘Yo soy’ o bien ‘el momento está cerca’; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis miedo. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá enseguida”.
Luego les dijo: “Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo. Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a los tribunales y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre: así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa: porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá: con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. (Luc 21, 5-19).
El premio Pullitzer de fotografía David Turnley obtuvo una instantánea impresionante: un niño negro moribundo que fenece frente a un buitre que espera devorarlo, como ave carroñera. Hay muchísimas fotografías impactantes que contemplamos constantemente por un medio u otro.
Es preciso pasar de la mera contemplación emotiva al sentido de la responsabilidad para contribuir a erradicar esas situaciones. Es, en gran parte, la ocasión de dar testimonio de que estamos con el Dios de la vida.
El Papa Francisco, en su encíclica “sobre el cuidado de la casa común”, en mayo de 2015, se lamenta de que “la tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería” (nn. 14 y 21).
La práctica despreocupada de los países ricos en materia ambiental ocasiona muchas de las miserias que, al contemplarlas, nos conmueven. “El calentamiento originado por el enorme consumo de algunos países ricos tiene repercusiones en los lugares más pobres de la tierra, especialmente en África, donde el aumento de la temperatura unido a la sequía hace estragos en el rendimiento de los cultivos” (nº 51).
Todas las pequeñas acciones cotidianas, por minúsculas que parezcan, para combatir la degradación ambiental son muy valiosas “No hay que pensar que esos esfuerzos no van a cambiar el mundo. Estas acciones derraman un bien en la sociedad que siempre produce frutos más allá de lo que se pueda constatar, porque provocan en el seno de esta tierra un bien que siempre tiende a difundirse, a veces invisiblemente. Además, el desarrollo de estos comportamientos nos devuelve el sentimiento de la propia dignidad, nos lleva a una mayor profundidad vital, nos permite experimentar que vale la pena pasar por este mundo” (nº 212).