Domingo 20 del tiempo ordinario C – Iñaki Otaño

​Venciendo las dificultades

14 de agosto de 2022 – Domingo 20 del tiempo ordinario C

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “He venido a prender fuego en el mundo: ¡y ojalá estuviera ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra. (Lc 12, 49-53).

El escritor José María Mendiluce decía esto en una carta a Dios: “Comprenderás que la belleza de las mariposas y de un atardecer no justifica tu inacción ante los holocaustos y genocidios, inquisiciones y cruzadas, suicidas  criminales o ante la ignominia del hambre y de las modernas plagas. Ni que hayas creado una criatura monstruosa (a tu imagen y semejanza) capaz de destruir todo lo bello que, al parecer, también tú construiste, aunque pareciéramos hombres y naturaleza surgidos de distintos dioses”.

Pero cuando los cristianos hablamos de la bondad de Dios y la belleza de su obra, no estamos cerrando los ojos a los horrores del mal. Precisamente tenemos que intentar sumarnos a las fuerzas que apoyan decididamente el bien. Dios no se salta nuestra libertad y nuestra iniciativa.

​En el antiguo teatro griego, se utilizaba un artificio conocido como “deus ex machina” consistente en que, cuando el héroe se encontraba en máximo apuro, un dios, por medio de una máquina, descendía al escenario para rescatarlo o resolver la trama. No es así como Dios vela por nosotros: no somos eternos menores de edad que esperan milagros continuamente. Creer en su providencia es creer que acompaña tiernamente nuestra historia, no sustituyéndonos en la construcción de un mundo más fraterno sino mostrándonos el horizonte y luchando con nosotros en el camino.

Eso supone afrontar contrariedades, que a veces provienen de los que menos nos lo podríamos esperar. Querer mejorar una situación o simplemente actuar en conciencia trae incomprensiones. No podemos olvidar que Jesús, que dedicó su vida a hacer el bien, murió crucificado.

Para mejorar el mundo y ser fiel a mí mismo, aunque pueda encontrar quienes dificultan mi camino, será bueno no limitarme a una acción meramente individual, que pensada y realizada en solitario, puede corroerme y agotarme. Es verdad que trabajar con otros puede ocasionar freno al propio impulso y traer más de una desilusión, pero es bueno recordar lo que decía el obispo brasileño Helder Cámara (1909-1999), comprometido en la defensa de los derechos humanos: “Cuando los sueños se sueñan solos, sueños son, pero cuando comenzamos a soñar juntos se convierten en realidad”.

Ese sueño de Dios que es el Reino, o sea una vida más plena y feliz para todos, se irá realizando con nuestra implicación, aunque esta nos parezca insignificante. Ernesto Sábato (1911-2011) decía que “cada vez que hemos estado a punto de sucumbir en la historia, nos hemos salvado por la parte más desvalida de la humanidad” y que “en tiempos oscuros nos ayudan quienes han sabido andar en la noche”. Podríamos añadir que nos ayudan los que no se dejan vencer por los obstáculos que encuentran para la realización del bien.

 

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