Josep Perich
Un día un maestro preguntó a sus discípulos:
-¿Por qué la gente se grita cuando están enojados?
Los discípulos dieron algunas respuestas pero ninguna de ellas satisfacía al maestro.
Finalmente él explicó:
-Cuando dos personas están enojadas, sus corazones se alejan mucho. Para cubrir esa distancia deben gritar, para poder escucharse. Mientras más enojados estén, más fuerte tendrán que gritar para escucharse uno a otro a través de esa gran distancia.
Luego el maestro preguntó:
-¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran? Ellos no se gritan sino que se hablan suavemente, ¿por qué? Porque sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellos es muy pequeña. Cuando se enamoran aún más, ¿qué sucede? No hablan, sólo susurran y se vuelven aún más cerca en su amor. Finalmente, no necesitan siquiera susurrar, sólo se miran y eso es todo. Así es cuando están cerca dos personas que se aman.
Reflexión:
Recientemente el Papa Francisco, después de orar ante el Muro de las Lamentaciones de Jerusalén y de depositar un Padrenuestro escrito a mano por él, se abrazó simultáneamente con el rabino Skorka y con Abboud, ex secretario general del Centro Islámico de Argentina. Algunos testigos escucharon, después de un largo silencio, como se decían al oído: «Lo hemos conseguido». Habían realizado un sueño compartido. Estaban dando al mundo y a las propias comunidades un potente testimonio de fraternidad. Más aún, invitó a los presidentes de Israel y de Palestina en el Vaticano a orar (y trabajar) por la paz. Probablemente si se hubieran encontrado para discutir dogmas, habrían subido el tono de voz y las distancias se habrían hecho aún más abismales. Encontrar el camino del retorno no habría sido fácil. Los tres se dejaron llevar por el Espíritu y se dijeron sin palabras: «Si no nos entendemos por el lenguaje, entendámonos por amor» (URL).
* En el hospital de Santa Catalina de Gerona las enfermeras proponen a un enfermo de cambiar de habitación ya que su vecino, en estado terminal (cáncer de pulmón) lo pasa mal. El cambio no se produce, pues les dice: «Dejadme que me quede, nos hemos hecho amigos y los amigos de verdad en los momentos difíciles no se abandonan». Poco podía hacer un enfermo indefenso al lado de un enfermo terminal pero sólo con su tierna presencia solidaria era capaz de hacer de cirineo, de ayudar (y ayudarse) a llevar dignamente la cruz, y a saber si a recuperar la paz del corazón. Como si hubiera estado en esa habitación, el periodista colombiano Gabriel García Márquez se expresa así: «Mantén a los que amas en búsqueda de ti, diles al oído lo mucho que los necesitas, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles «lo siento», «perdóname», «por favor», «gracias» y todas las palabras de amor que conoces».
Todos sabemos como en los hospitales hay que hablar poco y bajito. Es lo que necesita el interno para sentirse acompañado y querido. ¡Y también los «externos»!