Dios en la ciudad

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Silvia Martínez Cano
http://www.silviamartinezcano.es / @silviamcano

Jota Llorente es sacerdote salesiano, educador social y tiene una necesidad enorme de comunicar. Es diseñador gráfico, destacan los diseños de la revista de pastoral Misión Joven, y es fotógrafo también. Reflexiona sobre el poder de la comunicación audiovisual en la pastoral juvenil y su aplicación en la educación y en la pastoral.

Ha tenido la suerte, según expresa con pasión, de colaborar con el grupo musical Ain Karem.

En 2013 publicó un disco en solitario titulado Desnudo que nace de su experiencia de cura y educador social en el barrio de Pan Bendito. En 2012 se une a Santiago Casanova para comenzar una experiencia de diálogo literario-fotográfico creando #NarraLuz. A día de hoy tiene tres grandes proyectos fotográficos en marcha: #marcados #CosasQueSobra y #encajados.


Muchas veces me preguntan que por qué hago fotografías. La verdad es que no sé muy bien qué responder a esta pregunta, simplemente hago fotografía porque me gusta fijarme en la realidad, en lo que me rodea, en cómo interactuamos… Me gusta fijarme en la gente e imaginar sus historias… Tal vez sea por la frustración adquirida años atrás de querer ser pintor y no tener el tiempo necesario para ello, entonces acudí a la rapidez que da el objetivo.

Me formé en fotografía, primero química y después digital, porque quería sacar el máximo partido a lo que hacía, quería contar las historias que veía y que me impactaban, quería que esas historias perduraran y pudieran trasladar a otros hasta allí como a mí me trasladan las fotos que admiro y veo

Pero el tiempo va pasando y con él los hábitos de los seres que poblamos estas ciudades de color cemento. Ahora la fotografía forma parte de nuestro día a día: Facebook, pero sobre todo Instagram, han venido para hacer de la fotografía ese vehículo de comunicación claro, directo, pero, sobre todo, rápido, ideal para nuestros jóvenes. Al igual que ellos, hago fotografías todos los días, casi todos trato de subir algo a las redes, sin saber muy bien porqué, sin tener claro que lleguen donde tienen que llegar o digan lo que quiero que digan. Hago fotografía de forma compulsiva, muchas veces sin cuidar la técnica, sin grandes artificios, con mi móvil, fotografía urbana, clara, sencilla y directa. Otras veces analizo el concepto que quiero y me voy al estudio; otras, equipado con todo el equipo, salgo a la calle a la caza y captura. Experimento, vibro, busco, pero lo más importante, me fijo en la realidad, veo la realidad y la interpreto a mi manera, por eso hago fotografía, creo.
Para mí es un vehículo de observación y de oración, sacar mi móvil o cámara para captar un momento, una pared, un contenedor lleno de basura… es porque esa escena captó mi atención y me hace reflexionar, pensar y rezar. Imaginar las vidas de las personas con las que me cruzo es una manera de llenar de vida mi cabeza más allá de la rutina que nos rodea. Fotografiar el mensaje de una pared, a través del hashtag #paredesquehablan, es pensar en el chico o chica que meditó ese mensaje, que quiso escribirlo y dárselo a los demás. Hacer fotos para mí es multiplicar, es llevar una realidad a otros lugares, es compartir mi mirada con los demás, es mostrar lo que veo de Dios a los demás y en los demás.

Cada vez que se me ofrece la oportunidad de dar un curso sobre fotografía o bien sobre lectura creyente de la realidad siempre establezco las mismas claves de lectura ante una foto:

  • Primero hemos de fijarnos en el punto de vista del fotógrafo: ¿qué quiso transmitir en ese momento? Reflexionar sobre el porqué optó por un determinado encuadre y no otro, la técnica utilizada, lo que buscaba…
  • El segundo punto es reflexionar sobre lo que esa fotografía nos provoca a nosotros como espectadores. Hay una distancia temporal y espacial con el autor, eso es claro, pero también hay una distancia vital y cultural. La foto nos traslada a otro tiempo y lugar, pero nos habla hoy.
  • Por último está lo que el espectador interpreta. No es lo mismo ver una foto de niños jugando en Europa que en América del Sur o África. Tampoco es lo mismo que esa fotografía sea vista por los mismos niños que juegan o por niños de otro país. Una foto nos hace preguntarnos por nuestra situación vital, por lo que somos y tenemos, por lo que nos rodea, nos interpela… En algunas ocasiones nos generan serenidad, paz; otras repulsa o rechazo; otras incomp,rensión… Una lectura creyente además nos puede llevar a la oración, la acción de gracias, la petición…

Desde estas mismas claves os comparto mi experiencia:

  • Lo que veo. La gente que me conoce dice que tengo una manera peculiar de mirar la realidad. Me considero una persona observadora, no con un gran ojo fotográfico, pero sí observadora. Observar la realidad es buscar notas de Dios en ella. Un paseo para mí se convierte en un momento de oración, estar en una capilla con los ojos cerrados supone que vienen a mi memoria imágenes del día. Una cosa y otra están relacionadas.
  • La fotografía que veo. Cada vez veo más fotografía, no solo exposiciones, me fijo en todo, en la fotografía publicitaria, periodística, en lo que los jóvenes publican en Instagram. Son diferentes miradas de la realidad por diferentes actores, cada uno trata de poner el acento en algo, pero todo habla de vida, en ocasiones de muerte; me llena y me conecta con las alegrías y sufrimientos de mis hermanos, algunos cercanos, otros lejanos y desconocidos.
  • Lo que interpreto. Leer fotografía me mantiene activo, despierto, pero, sobre todo, me vincula con lo que la sociedad vive, lo que «nos obligan» a vivir y cómo lo vivimos.
  • La cámara es mi compañera casi siempre. Es un vehículo de comunicación potente. Y lo mejor de todo, está de moda. El siguiente reto que me planteo es ayudar a otros a leer y escribir fotografía, más allá de la impulsividad de las autofotos, buscar maneras de estar atentos a lo que nos rodea, leer la realidad, buscar notas de lo divino en ella y en las personas que la habitamos.

 

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