Serie Camino a la Felicidad- Fernando Negro

Fernando Negro

Encontrar. Sólo el que busca encuentra. Y para todo encuentro, hay que encontrarse primero con uno mismo hay que encontrar el Tesoro Escondido del yo real, sin mascaras ni patrones de comportamiento aprendido.

El encuentro se alimenta de la pasión, del deseo profundo de salir al encuentro de todo lo que nos complete y nos hace más humanos y más divinizados.

Encontramos las cosas que hemos perdido si las buscamos; pero la búsqueda auténtica comienza cuando voy en busca de lo que me falta para ser yo mismo.

Encontramos un amigo para el camino, mientras vamos de camino. Encontramos aquel anhelo que no sabíamos verbalizar, hasta que sorpresivamente nos visita como por arte de magia. Encontramos el sentido y la dirección vital que dan claridad a nuestras dudas y oscuridades.

Pero sobre todo encontramos a Dios que nos espera y anhela encontrarse con nosotros desde antes de la creación, desde toda la eternidad.

¿Dónde lo buscaremos? ¿Dónde lo encontraremos? ¡Ahí adentro! Si lo buscamos afuera, nos cansaremos, nos dispersaremos y nos perderemos. Es ahí, en el corazón del yo real, donde su inmensa luz desea amanecer, dentro de ti y de mí.

Y lo más hermoso de todo: somos encontrados por Él, antes de que empecemos a buscarle. Ya estamos encontrados –salvados-  por Aquel que nos amó primero ¡Dios está apasionadamente enamorado de ti!

He encontrado un tesoro,

el que siempre he buscado,

y lo tengo tan dentro

que nunca lo perderé.

Lo que había en mi vida

como nada ha pasado.

He dejado aquello

que no me hablaba de Ti.

TÚ ERES MI GRAN TESORO,

TÚ, QUE ME HAS DADO EL AMOR.

VIVO, Y CADA DÍA ENCUENTRO,

EN EL GOZO DE AMAR,

MI LIBERTAD.

Te he ofrecido mi vida,

la has tomado aquel día,

pero sé que la encontraré

donde está mi tesoro.

TÚ ERES MI GRAN TESORO,

TÚ, QUE ME HAS DADO EL AMOR.

VIVO Y CADA DÍA ENCUENTRO

EN EL GOZO DE AMAR

MI LIBERTAD

Saltar. Saltar, aspirar al nivel más alto de nuestros sueños. Salta res avanzar multiplicando la envergadura de nuestros pasos. Saltamos de gozo ante lo inesperadamente Bueno, y a veces nos sobresaltamos ante la luz roja de la angustia no invitada.

Salto de altura… salto de longitud… salto con pértiga… triple salto… salto mortal… movimientos que nos llevan a descubrir posibilidades dormidas, anhelos de volar.

También hay saltos de agua que oscilan entre los pequeños chorros de una Fuente gorjeante entre las rocas, hasta las cascadas, y las cataratas del Niágara o del Iguazú. Son los saltos naturales que  nos aproximan a la belleza del Creador en todo lo creado.

El salto de la comba conecta con nuestro ´homo ludens´, mientras el salteador evoca al Maligno que quiere hundirnos para no volver a saltar de gozo. El saltarín evoca por el contrario al humor cálido, tierno y fraterno.

Hay quien salta a la fama efímera, mientras otros se arriesgan a dar un salto en vacío, fiados solo de la fe.

Saltó de gozo María ante la visita del ángel, y salto Juan el Bautista en el seno de su madre ante la cercanía del Mesías. Saltamos de gozo también nosotros, porque creemos en la increíble Buena Noticia de que Jesús ha resucitado y vive para siempre