Fernando Negro
¨En cierta ocasión, le preguntaron a un hombre muy deprimido cómo se encontraba después de haber comenzado a practicar meditación. ´Sigo estando igual de triste´, respondió, ´pero la diferencia es que ahora ya no me importa´. Esto es lo que los hindúes llaman ´posición del testigo´. La postura es similar a ver pasar una cinta cinematográfica sobre ti mismo. No es la panacea, desde luego, pero sirve para estar en la vida sin tener que tomar antidepresivos. Y quizá ser la base para conseguir un poco de luz mística.¨[1]
La felicidad, desde luego, no es la ausencia de dolor, ni la condición antiséptica de un buda que se acuartela en el mudo estrecho de mirarse al ombligo. Todos pasamos por momentos difíciles en los que desearíamos tirar la toalla. Pero estar ahí, simplemente abrazando lo que somos en el aquí y ahora, madura en nosotros actitudes nuevas por medio de las cuales aprendemos el arte de la paciencia y de la auto aceptación.
Estas dos actitudes vitales son la medicina que ningún antidepresivo te dará mientras caminas a la felicidad. Los antidepresivos son elementos químicos que nos llegan de fuera hacia adentro, mientras que la paciencia activa y la auto aceptación incondicional son dos medicinas existenciales grabadas en nuestro ADN desde siempre y para siempre.
Las grandes personalidades que han aportado cambios sustanciales en la historia de la humanidad lo han tenido muy claro: todo cambio estructural comienza con la progresiva trasformación del ego en el yo real. Gandhi por ejemplo decía: ¨He tomado sobre mis espaldas el monopolio de mejorar sólo a una persona, y esa persona soy yo mismo.¨
Viviendo con esta actitud, maduramos, tomamos las riendas de nuestra vida y aprendemos a nunca delegar en otros las grandes opciones que sólo a nosotros corresponde tomar.
Es así como nos liberemos de la trampa del auto victimismo y de la tendencia acusatoria por la cual hacemos culpables de nuestros males a las circunstancias y a las personas que se cruzan en el camino de la vida.
Al hilo de estos pensamientos, déjame escribirte, por si te sirven, estas cuatro máximas de terapia personal:
- Olvida los cuentos de hadas que hacen vivir en la ilusión del país de las maravillas que no existen. Disfruta del placer del momento presente.
- Date la libertad de vivir el momento presente y de sorprenderte de todo lo bello que hay dentro y fuera de ti. Estamos rodeados de belleza.
- Con el esfuerzo de quien poco a poco se desenmascara, podrás llegar a ser feliz siempre, incluso cuando sufras.
- Sé valiente y pacíficamente asertiva. Mantén tu identidad y tus ideas, y compártelas incluso con quienes disienten.
Y no olvides que eres una obra de arte todavía no acabada. Dios es el artista que sueña noche y día por verla completada. Todo depende, sin embargo, de tu libertad para colaborar con él. Alguien escribió: ¨la tarea principal del hombre es darse luz a sí mismo.¨[2]
Si pones tus metas en cosas demasiado bajas, aunque estén de moda o te den la apariencia de ser una heroína, desengáñate, una vez conseguidas sentirás el vacío existencial de quien ha fracasado.
Así lo demuestra la historia de un atleta indio, Abhinav Bindra. Bindra ganó una medalla de oro de tiro con escopeta, en las Olimpiadas de Londres, en el 2012. Cuando le preguntaron cómo se sentía sobre el podio de los vencedores, Bindra respondió: ¨Sentí una especie de vacío. Es como cuando escalas la montaña y ves que no hay nada en la cima. Cuando trabajas duro para conseguir algo y finalmente lo obtienes, hay un sentimiento de vacío. Sin embargo, la vida continúa…¨[3]
[1] Tomado del periódico ´LA RAZÓN´, sábado, 15 de agosto de 2009, pp. 14-15. Autor: Salvador Paniker
[2] Erick Fromm (1900-1980)
[3] Revista JIVAN, New Delhi, Enero, 2009, p. 3