Fernando Negro
Cuando hemos emprendido una nueva dirección de actitudes en la vida, llegan momento en que sentimos la llamada a retroceder, a volver a nuestros viejos modos de conducta, aunque sabemos que, en el fondo, nos llevan de nuevo a la tristeza y la frustración. Eso es lo más común del mundo. Pero hemos de reaccionar y aplicarnos al nuevo código de conducta, basado en valores que alimentan actitudes nuevas, que finalmente cristalizan en hábitos, que producen la transformación.
La felicidad es un regalo, sin embargo no es barata. En otras palabras, no todo vale en el proceso de ser felices. No puedo vivir en la ambivalencia del ´sí pero no´, o en el dejarme llevar por cualquier empuje emocional. Por el contrario he de aprender a llevar la cabeza sobre los hombros, con el punto de mira vital ben enfocado, y con la voluntad dispuesta a poner mi ser real a disposición de mis sueños.
Hay que aprender sin embargo a ser muy humildes, pues las caídas y los tropiezos están al alcance de todos. Caer en el intento es mejor que no haberlo intentado. Cuando caemos muchas veces y muchas veces nos levantamos, se opera en nosotros una personalidad que acepta el riesgo como camino hacia el triunfo de nuestra maduración integral.
San Pablo, mirando dentro de su vida, tiene conciencia de no ser perfecto en el camino que había emprendido como creyente en Cristo resucitado, pero en lugar de quedarse enredado con el pasado, mira hacia adelante y lo expresa con estas palabras: ¨No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.¨[1]
Los santos no eran perfectos cuando cerraron los ojos a esta vida, sin embargo son, eso, santos. Su perfección no consistía en ser del todo irreprochables, sino en su perfecta decisión de, a pesar de todo, amar incondicionalmente como Dios mismo los amaba. Porque es cierto que ¨ el justo cae siete veces; y vuelve a levantarse.¨[2]
Es muy importante juntarse con personas que compartan con nosotros el mismo conjunto de valores, que sean gente apasionada por la vida, que contagien alegría y esperanza. Es importante igualmente reevaluar y recalcular las direcciones vitales que tomamos cada vez que optamos por algo. Es importante orar para conectarnos desde Dios con su misma manera de mirar, de pensar y de sentir.
El camino de la felicidad para por la encrucijada de la integración personal. Nada de lo que es parte de nuestra vida es insignificante. El cúmulo de cualidades, experiencias positivas o traumáticas, nuestro carácter personal, la historia de nuestra familia, la experiencia de fe más o menos encarnada en uno mismo, etc., son elementos que, integrados desde el proyecto personal de crecimiento integral, dan como resultado la nueva creación en Cristo. Para la felicidad, todo es aprovechable.
[1] Filipenses 3, 12-14
[2] Proverbios 24, 16