Serie Camino a la Felicidad – Fernando Negro

Fernando Negro

El amor no es ciego ni ignorante. El verdadero amor se deja guiar por la brújula de la sabiduría que se conecta con el sentido esencial de tu vida. Por eso el amor ama la verdad. En definitiva, el ámbito natural del amor es la verdad acerca e ti mismo, acerca de tu historia personal reconocida, aceptada, integrada y sanada.

No te tengas miedo, pues la persona que habita dentro de ti será tu compañera para esta vida y la eternidad que vendrá.

Perdónate y dale la libertad de reconocer que hay aspectos de tu historia personal que te hubiera gustado vivir de manera diferente. Lo que es, es. Lo que sucedió, eso sucedió. Nadie puede hacer real la ilusión de volver al pasado para cambiarlo. Pero la sabiduría que tus fracasos, pecados, sufrimientos y frustraciones han traído a tu vida, te da la posibilidad de ser una persona mejor, más integrada y feliz que si no hubieras sido herida en el camino. A base de curar nuestras propias heridas, lentamente nos convertimos en sanadores heridos.

La persona des-pistada sueña con la felicidad anclada en el futuro, el sabio la construye de dentro afuera en el presente. Cada uno de nosotros somos los mejores candidatos para la gran obra de arte que es la felicidad.

Seremos felices si nos perdonamos y nos damos el regalo de saber que no somos perfectos, y no por ello perdemos la paz, sino que no alegramos porque  es entonces cuando nos bajamos del pedestal en el que producimos el orgullo, el odio, la venganza, y el estado de frustración permanente que tanto nos hace sufrir.

Seremos felices si alimentamos el propósito para el que fuimos creados a base de ejercitas el músculo invisible de la confianza ilimitada en que todo, absolutamente todo, está bien y todo estará bien.

No fuimos creados para la mediocridad, la tristeza o la ansiedad permanentes. Dios nos ha credo para la vida en abundancia, para esa vida que, desde la pasión por aquello que amamos, busca la excelencia  siempre y en todas las cosas.

Si quieres dar gloria a Dios, no lo hagas con oraciones repetitivas, con fórmulas aprendidas, con protocolos rígidos que te hacen sentir esclavo más que amigo. Dale gloria con una vida de pie, completamente viva. San Ireneo de Lyon escribió: “La gloria de Dios es que cada persona esté plenamente viva”.