Serie Camino a la Felicidad – Fernando Negro

Fernando Negro

La felicidad es un tesoro que se descubre que está dentro paulatinamente, en la medida en que maduramos y dejamos aparte nuestras actitudes egocéntricas y narcisistas, para experimentar que la auténtica felicidad consiste en darse sin medida. Por eso te propongo en el día de hoy que juntos exploremos de la mano de un gran psicólogo del desarrollo humano, James Fowler, cómo la conciencia moral evoluciona en las diferentes etapas de la vida.

  • Etapa primera (0-3): Es la etapa que Piaget llama del “pre-lenguaje”. Aquí se da la fe en su estadio más elemental, cuando la fe se hace depender de otra persona significativa. Así aprende el niño a confiar en alguien significativo, por medio del cual construye las primeras imágenes acerca de Dios.

 

  • Etapa segunda (2-8): Es la etapa de la fe proyectiva por medio del desarrollo del pensamiento pre-operacional. El niño aprende a crear imágenes mentales con las que desarrolla técnicas de pensamiento unidas al mundo de sus emociones. Es la época de la fantasía, la imaginación, la creatividad, el miedo, la esperanza. Todo eso tiene un gran potencial, positivo o negativo, de cara al desarrollo venidero.

 

  • Etapa tercera (infancia y post-infancia): Se trata de la fe mítica y literal. Se desarrolla igualmente el auto concepto, con un pensamiento operacional y concreto que le permite clasificar, ordenar, etc. Aquí aparece la diferenciación entre realidad y fantasía. La fe destapa la creencia ciega, el mito de Santa Claus se destruye, y los milagros se ponen en entredicho. La imagen de Dios aparece como benevolente y antropomorfo. El pensamiento se torna muy concreto, y se da una disposición interna entre motivaciones y necesidades. La percepción de la autonomía personal y de la propia identidad aparece.

 

  • Etapa cuarta (Adolescencia y Post-adolescencia): Es etapa de convencionalismos donde se asume que las convicciones propias son las mismas que otros tienen; En una etapa de síntesis más que de análisis, en la que se asimilan elementos de la fe que otros manifiestan; el adolescente se concibe a sí mismo/a como cree que otros lo ven y lo aprecian y, por tanto “ven el YO que creo que tú ves en mí.”  Enamorarse en el fondo es verse a sí mismo a través de los ojos del amado/a. Esto es ayuda en la formación de la conciencia religiosa. Se comienza a dar un despertar religioso a través de preguntas tales como: ¿quién soy?, ¿quién es Dios?, ¿Realmente Dios me ama? Es también un tiempo para mirar al futuro e imaginar lo que uno desearía ser (VOCACIÓN). Uno se pregunta algo así: ¿Qué quiere Dios de mí? Se suele dar una disociación entre lo que uno cree y practica. Suele darse una serie de conflictos con figuras de autoridad. La fe se desarrolla generalmente en esta etapa en relación con otros.

 

  • Etapa quinta (Joven adulto y más allá): Se trata de una etapa en la que uno percibe la individualidad con mayor fuerza; se cimenta la capacidad reflexiva, se consolida el valor moral de tomar responsabilidad por lo que uno hace. Así uno aprende a diferenciar lo intrínseco (lo propio de la experiencia individual) de lo extrínseco (lo que se recibe de los demás). Uno se enfrenta a la tarea de tomar decisiones personales, muchas veces en contra de lo aprendido o heredado. De esa forma la vida va tomando una dirección definida que en ocasiones se enfrenta a ciertas figuras de autoridad o a ciertas asunciones o creencias. Es el momento de la desnudez existencial. Aparece el pensamiento abstracto para conectarse con ciertas experiencias tales como la soledad, el aislamiento, la muerte, la falta de sentido, las consecuencias de la muerte, etc.

 

  • Etapa sexta (La mitad de la vida y más allá): Es la etapa del se individuativo e inter-individual. Para Erik Erikson es la etapa de la Adultez (40-60). Fowler la llama “Etapa del Ser Conjuntivo e Inter-Individual”. La persona comienza a consolidar su tipo de personalidad y pasa de la auto-preocupación o la dependencia a verdades fijas, a aceptar las ideas de los demás, sus puntos de vista, etc. Pasa a ser más tolerante y a servir más que a ser servido. Los grupos a los que pertenece ya no le definen por su pertenencia, sino que él mismo elige lo que cree, los valores que vive, y las relaciones significativas que le acompañan en su madurez. La persona aprende además a combinar e integrar los opuestos, las paradojas y las polaridades de la realidad. Por eso sele llama a esta etapa “Etapa de la Consolidación de Paradojas.”  Dios es experimentado como lleno de contradicciones y paradojas. Es como Soeren Kierkegaard define a Dios: “El Dios Paradójico.” Desde esta imagen de Dios, la relación con Él es más dinámica y retadora que en etapas anteriores, a la vez que más conflictiva, requiriendo  un grado elevado de abandonarse en la fe (Kierkegaard). Paul Tillich lo llamará ‘atrevimiento de creer’. Así la persona llega a ser más flexible y abierta a los diferentes puntos de vista, creencias, valores, convicciones, etc.

 

  • Etapa séptima (Fe Universalizadora): Coincide con la etapa que Erikson llama “de madurez” (65 años y más). Poca gente llega a este nivel; según Fowler, ni siquiera un 1%. La característica fundamental de esta etapa es la unicidad con el poder interior de sí mismo por medio del cual nos liberamos de nuestro apego a nuestro ego y a todo lo que nos quita la libertad para darnos y darlo todo, gastando toda la vida por puro amor. Es ahí desde donde emana una energía que nos motiva a sanar heridas, superar divisiones, evitar opresiones y quitar toda brutalidad. Todo ello no pertenece ya a la esencia de lo que realmente somos; obviamente todo esto implica siempre una relación íntima con Dios como fuente de esta energía amorosa. Se trata de una etapa meta-religiosa que coincide con la experiencia mística de figuras significativas en las confesiones religiosas diferentes. Ejemplos: Martin Luther, Martin Luther King, Nelson Mandela, Dag Hammarskjöld, Dietrich Bonhoeffer, Mahatma Ghandi, Mother Teresa. [1]

Al acabar este día, después de leer y reflexionar sobre este escrito, podemos preguntarnos acerca de nuestra madurez. La persona madura no sólo avanza cronológicamente en la vida, sino que en principio, lleva consigo el bagaje existencial que le aproxima al centro de lo que es. Ahí se encuentra la libertad que le lleva a la FELICIDAD.

[1] Muss, 264-280