Serie Camino a la Felicidad – Fernando Negro

Fernando Negro

No existe mejor herramienta para combatir las heridas del pasado que la acción de gracias. Hay personas que llevan dentro de sí mismas un rencor invisible que les acompaña a lo largo de su existencia.

En realidad, más que el rencor, lo que llevan en su memoria, como obsesión permanente, son personas negativamente significativas a quienes han dado el poder de controlar sus vidas, de manera invisible pero real, en el presente.

Esta tipología de persona se caracteriza por su tensión en el hablar, por su preocupación en ni siquiera mencionar el nombre de quien consideran su predador, por su engaño en creer que porque reprimen el sentimiento de venganza y odio,  éste se va a acabar. Por el contrario sabemos que todo lo que se reprime se alimenta dañinamente y crece como la cizaña en el campo de la simplicidad y la inocencia en que fuimos creados.

La verdadera sanación nos la da el terapeuta que todos llevamos dentro, nuestro ser real conectado con el deseo insaciable de bondad en el que encontramos la felicidad. Esa sanación comienza con una observación de lo que somos, sin fisuras ni filtros de máscaras que nos oprimen.

De la observación pasamos a la identificación de esas áreas oscuras, traumatizantes, frustrantes o causantes de miedos y temores que nos tienen encarcelados en el presente, sin dejarnos mirar al futuro con esperanza.

Y de esa identificación, por muy oscura y tétrica que nos parezca, debería surgir una acción de gracias. Gracias a todo eso hoy somos lo que somos y, desde todo eso, oculto en el fondo original de nuestro ser, descubrimos lo que está escrito que podemos llegar a ser.

Desde la acción de gracias vienen a la mente las personas que nos han dañado, que nos quisieron mal, que no creyeron en nosotros, que nos excluyeron, que nos negaron su amor y comprensión… Desde la acción de gracias abrimos las puertas de la cárcel de nuestras obsesiones y las dejamos salir para siempre.

No las dejamos salir porque las odiamos, sino porque no nos pertenecen. La basura que echaron sobre nuestra mente y corazón, enturbiando nuestra capacidad de sabiduría libre y de amor espontáneo y generoso, no nos pertenece… la echamos fuera para siempre.

Sin embargo no cierres tu puerta, déjala abierta para que entre solamente lo que es bueno, bello y verdadero. Recuerda que estamos rodeados de belleza.

Los hindúes celebran cada año la fiesta de la luz, llamada Dipawaly. Es la fiesta mayor para los creyentes, pues en ella se celebra la victoria definitiva de la luz sobre la oscuridad, del bien sobre el mal. Durante toda la noche, después de haber limpiado los hogares y haber decorado el interior, así como después de estrenar vestidos nuevos, colocan a la puerta lámparas encendidas durante toda la noche. Con ello expresan su deseo de que nada malo entre adentro y de que todo lo malo salga afuera.

Deberíamos hacer lo mismo nosotros: vivir en estado permanente de festival de la luz. Para ello hemos de adquirir una consciencia atenta para que, conectados con la oscuridad que nos habita, la echemos fuera persistentemente mientras damos la bienvenida a la luz que nos rodea por doquier.