DIA 81 – Fernando Negro

LOS SENTIMIENTOS Y EMOCIONES NOS ENFERMAN Y NOS PUEDEN LLEVAR HASTA LA MUERTE. RELATO DEL PADRE IGNACIO LARRAÑAGA.[1]

 Ceci tiene 2 hijos varones, el mayor de 10 años y el menor, Facundo, de 7. El menor comenzó hace unos años con una patología neurológica que no puedo definir, pero por la que tenía frecuentes convulsiones. Me llamó la atención que cuando yo atendía a Ceci, ella nunca se desprendía de su celular, estaba siempre atenta por si la llamaban del colegio por alguna convulsión del nene, motivo por el cual salía corriendo de donde ella estuviese.

    El neurólogo les dijo que lo que tenía su hijo solamente podía ser operado en Canadá, previos estudios también en Canadá. Los estudios eran de por sí complicados porque eran a cerebro abierto y dependía de los resultados de los mismo para ver si podía ser operado o no. Viajó toda la familia a Canadá, estuvieron 1 mes, se hizo todo lo que se debía y pusieron fecha para la operación: septiembre /octubre de 2010.

Costo de la operación:  U$S 190,000.

   Alguien le habló a Ceci del Padre Ignacio de Rosario, y llevada por la desesperación (cada día convulsiones más seguidas) y en búsqueda por lo menos de algún consuelo viajó a Rosario. El padre le dijo que le relatara algo de la vida del nene, cómo fue la circunstancia de su nacimiento, su vida, etc. Ceci comienza diciéndole que cuando ella quedó embarazada no fue una alegría, en realidad no quería tener ese bebé, pero al final decidió seguir adelante con el embarazo y que ahora lo adoraba, que lo mejor que hizo en su vida fue seguir adelante.

 

   El Padre le dijo que esa noche se acostara con su hijo y le contara todo esto que le relató a él. Ella espantada le dice: «¡¡Pero Padre, sólo tiene 7 años!!» y el Padre insistió: «Cuéntale» y después le vas reduciendo la medicación.

   Así lo hizo, se acostaron juntos y Ceci poco a poco fue dirigiendo el tema a ese punto.    Comenzó contándole desde que se conoció con su papá, que se amaron mucho, que nació el primer nene y que todo era felicidad, pero que cuando quedó embarazada de él no estaba muy contenta porque la circunstancia era distinta, ella era muy joven y no podía con 2 chicos, etc., pero que ahora estaba muy feliz de tenerlo y que lo amaba más que a nada en su vida, que estaba muy arrepentida de haber tenido ese sentimiento.   El chiquito la escuchaba muy atentamente sin decir palabra y cuando Ceci terminó sólo dijo: “¡Gracias mami, volví a nacer!»

    Facundo nunca más tuvo convulsiones. Ni una sola. Fueron a la visita programada con anterioridad al neurólogo y sólo le dijeron que Facu ya no tenía convulsiones. Como el médico no salía de su asombro, entonces Ceci le confesó que fue a ver al Padre Ignacio y que ella por su cuenta se había atrevido a quitarle la medicación a la mitad de la dosis. Como ya estaba todo contratado en Canadá y hasta los pasajes sacados, el médico les dijo: «Devuelvan los pasajes.  Estas cosas ocurren».

 No sé qué decirles, más allá de este milagro maravilloso y puntual esto me lleva a pensar en las enfermedades. Las enfermedades son absolutamente del alma, no de otra cosa.

   Los síntomas son físicos pero el origen es espiritual.

   El padre Ignacio no hace milagros ni cura, sólo (y no es poco) ayudó a ver el origen.

   Es un ser maravilloso con una sensibilidad y percepción especial.

   También resalto lo que hizo Ceci, no es fácil hablar así con un hijo.  Me la imagino, ya que la conozco, con su voz temblorosa pero segura de que era el bien para Facu.

«Sonríe siempre para no dar a los que te odian el placer de verte triste…»  (Padre Ignacio)

[1] http://brigittebibisi.files.wordpress.com/2011/04/043_ignaciolarranaga.jpg

 

Somos seres espirituales viviendo la realidad humana de nuestro ser. Por tanto el centro profundo de cada uno de nosotros es el espíritu que, conectados con él por medio del silencio, la oración, la toma de conciencia o la liberación interior de su energía por medio del amor, puede transformarnos y convertirnos en personas nuevas que, a modo de la mariposa que es el producto de la metamorfosis gradual de un mero gusano que se arrastra, lleguen a ser lo que realmente estamos llamados a ser.

Lo que llamamos enfermedades de la mente, suelen tener el origen en algunas disfuncionalidades originadas por no estar conectados, desde el yo real, con la fuente de la vida que es el espíritu.[1] Es curioso que la mentalidad postmoderna lleva a las personas a los psiquiatras y a las consultas de psicólogos, antes que a los maestros o acompañantes espirituales.

La mentalidad postmoderna concibe además a la persona, la historia, la concepción de la realidad, etc., desde la fragmentación y, de manera acrítica, asume que debe ser así. Sin embargo dicha concepción acaba destruyendo la identidad personal e inyecta en el alma el sentido trágico de la desesperanza e incluso de la desesperación.

Será bueno que hagamos un examen sincero de conciencia para ver en qué medida esto es así en mi vida concreta. Y mejor aún será el ver con claridad cómo reorientar nuestra vida desde la nueva consciencia espiritual, y ponernos a trabajar en todo ello. La auténtica sanación de la persona comienza desde dentro y, a la manera de círculos concéntricos, abarca todo el ser.

[1] ‘Quien no tiene el hábito de superar las dificultades vive constantemente en una situación de tedio, de fragilidad interior, y cuando se presenta un obstáculo, un contratiempo o un fracaso, la situación puede fácilmente degenerar, con resultados dramáticos: en ese momento, el fracaso se convierte en un desastre tan terrible que parece imposible seguir viviendo.” (Gionanni Cucci, SJ, “La Fuerza que Nace de la Debilidad, Aspectos Psicológicos de la Vida Espiritual”, Sal Terrae, Santander, 2010, p. 368)