DIA 61 – Fernando Negro

La verdad nos hace libres. Pero no cualquier tipo de verdad, sino la Verdad que nace de una experiencia pura que libera de nosotros lo mejor que llevamos dentro. Es la misma verdad que deberemos pedir, incluso exigir, de los demás.

Si nos dejamos manipular por la mentira, nos hacemos cómplices de la mentira. Y aunque no seamos los autores de la misma, llevamos la carga de la culpa por no ser valientes de denunciarla. Solamente quien denuncia la mentira, del tipo que sea, puede erigirse en profeta que anuncia la luz de la verdad.

Será bueno pues que ‘planchemos’ nuestro pasado para ver qué pliegues llevamos dentro que no nos dejan ser libres en plenitud. Ni la apariencia de verdad es auténtica ‘verdad’, pues esa apariencia es mera fachada para ocultar algo de lo que un día se llegará a saber. Pues la luz no se oculta, por mucho que nos empeñemos en ello.

Dentro de nosotros llevamos un tesoro por el que, una vez descubierto, ¿no? lo daríamos ‘todo’, como nos dice Jesús en el Evangelio. Ese tesoro es el Reino, la perla preciosa que brilla resplandeciente con sus tres bellas facetas con las que Jesús se define a sí mismo: la verdad, la belleza y la bondad.

De la verdad dice Jesús que Él es la Verdad, y que si la buscamos la encontraremos; y una vez encontrada, esa Verdad nos hará plenamente libres. No es la libertad del que se escapa de su centro, sino la libertad del que encuentra en su interior la fuerza para ser feliz en plenitud.

Jesús es el Pastor Bueno (agathós), que en griego se identifica como Bello (kalós). Así pues Jesús es bello y hermoso, bueno por excelencia. ¿Por qué? Porque ama hasta el final, hasta ser capaz de dar su vida por aquellos a quienes ama. La belleza cambiará al mundo; pero en verdad la Belleza (el amor incondicional del Pastor Bello) ya lo cambió y lo sigue cambiando en mí y en ti si decidimos hacer lo mismo que Él hizo.

La verdad inyecta en nosotros el deseo siempre insatisfecho de entrar más a fondo en la espesura de la sabiduría ante la que nuestra mente se queda chiquita. La belleza nos hace vivir henchidos de la luz que brilla desde dentro de nosotros mismos, iluminando el camino hacia la verdad no sólo para nosotros mismos, sino para aquellos que se conectan con nosotros. La belleza es el imán que atrae a otros hacia nosotros aunque más exactamente no es hacia nosotros, sino desde nosotros hacia Él, fuente de toda belleza.

Podemos decir que la persona que se llena de estas tres tonalidades ha descubierto el tesoro de su vida, la auténtica brecha mágica desde donde renace como el ave Fénix y ayuda a otros a hacer lo mismo.

Radiografía de la persona “tocada” por el Resucitado y sus expresiones principales:

. Hay un crecimiento de confianza ilimitada en la vida, porque sabe que es en Él en quien vivimos, nos movemos y existimos.

. Se ve invadido por esa presencia gozosa del resucitado que le ama tal y como es y ahí donde se encuentra.

. Se despierta en él un dinamismo entusiasta que le lanza a ser testigo de la alegría, del perdón sin límites y de la paz.

. Poco a poco esta persona se va integrando en todas sus capacidades, limitaciones, errores y pecados, de tal manera que su vida entera adquiere un nuevo sentido que se manifiesta en la armonía y la paz con todo y con todos.

. Se opera un deseo por la contemplación, la alabanza, la gratitud y la fiesta, entendida ésta última como “celebración” cotidiana de todo lo sencillo.

. La mente se simplifica al constatar que lo más esencial de la vida consiste en amar y ser amado. Y por eso él hace de su vida un proyecto de amor que renueva cada mañana.

. El hombre nuevo resucitado sabe perder de sí mismo porque ha aprendido a relativizar toda ideología, toda concepción meramente cultural y toda percepción del mundo y del otro, basada únicamente en prejuicios.

. No trata de vencer a nadie, pero su convencimiento se impone por la claridad, la transparencia y la asertividad que proceden de la presencia del Resucitado que constantemente le lanza este mensaje: “No temas, soy yo”.

. Confronta todos los miedos, dialoga con ellos y los vence a base de confianza ilimitada en Dios y en los demás.

. Desata una extraña creatividad interior desde la pobreza de medios, de tal manera que para él sólo el testimonio de la vida cualifica toda acción y todo apostolado.

. Relativiza la salud y la enfermedad, porque sabe que Dios ama la realidad ya sea en momentos eufóricos y triunfales, como en momentos de decadencia.