El estado normal de la persona debería ser el de la felicidad, pues para eso hemos sido creados. Lo cual no significa que debamos oponer sufrimiento a la alegría de vivir. La experiencia concreta de nuestras vidas y de la totalidad de seres humanos nos manifiesta que el sufrimiento es parte del paquete que se nos dio desde el comienzo de nuestra concepción en el seno materno.
Cuando alguien ha descubierto el sentido fundamental de su vida (y esta tarea implica acción movida por la voluntad de encontrarlo) sabrá a su vez encontrar el sentido que su sufrimiento tiene.
Analiza cuáles son tus sufrimientos y examina si son de verdad parte del paquete de tu vida o fruto de tus obsesiones, adicciones, tendencias de auto-victimismo, o de auto-destrucción.
En caso de que tus sufrimientos tengan ahí su fuente y su recarga energética malsana, tendrás que desalojar de tu mente tus obsesiones, adicciones, victimismos, y actitudes auto-destructivas. No hay otro camino para tu liberación interior y para la libertad que de verdad te mereces.
Nombra tus adicciones y/u obsesiones. Nómbralas sin miedo, confróntalas y recíbelas como parte de esa sub-personalidad que van creando en ti y que en realidad no te pertenece, pues nunca te perteneció. El problema es que un día, sin saber cuándo ni cómo esa sub-personalidad o planta parásita que devora tu ser real, se quedó inyectada en tu subconsciente. Es hora de exorcizarla, sacarla afuera y decirle: ¡basta!
Nombra de qué maneras concretas te auto-victimizas y te autodestruyes con pensamientos negativos, pesimistas y desesperanzados. Sabes que no te hacen bien, pero persistes en ellos, quizás para así llamar la tención de los demás y llenar de manera disfuncional tus necesidades emocionales de afecto y cariño. Obrando así no dejas que nadie te conozca tal y como eres. Además siembras ansiedad en tu corazón y en el de todos aquellos que te quieren bien. En el fondo te has convertido en un ‘manipulador’.
Es hora de ser tú mismo, de cantar tu propia canción, de conducir tu coche, de experimentar la autonomía y la alegría de ser lo que eres mientras avanzas comprometido con lo que debes ser.
Sufrirás al principio, es verdad. Pero vale la pena subir a la montaña de tu propio ser, que se encuentra dentro de ti. No temas. Verás cómo renace en ti una alegría profunda y genuina que brota de ti mismo, y no de afuera. Es la alegría espontánea y genuina del niño que llevas dentro, que clama y grita ‘libertad’.
Ser feliz… ¡Qué amplio y abstracto parece ser este término! La felicidad no se compra en el mercado, nadie puede venderla. La felicidad está dentro. Somos seres llamados a la felicidad, que siempre es menor de lo que de verdad merecemos, siempre más pequeña de lo que soñamos. Feliz es aquel que se goza en lo que es y tiene, aquel que incluso en el dolor encuentra constantemente razones para la confianza, la bondad, la verdad…
¿Crees en la felicidad? ¿Qué clase de felicidad?
¿Cómo definirías esa felicidad a la que tú aspiras incesantemente?
A la felicidad se llega en un vehículo llamado “valores”… Trata de identificar los tres valores fundamentales que están rigiendo tu vida en el actuar concreto… ¿Te llevan realmente a la felicidad?
¿Es comprensible para ti el que cada persona ya estamos predestinados para un final feliz o desgraciado de nuestra vida? A esto lo llamamos “fatalismo”. ¿En qué medida concreta tú te ves atado al fatalismo?
Describe los rasgos que, según tu parecer, caracterizan a una persona feliz.
¿Cuál es tu reacción y cómo te sientes ante la pregunta, aquí y ahora: “Eres feliz”?
Mira, de parte de Dios, aquí te presento una manera muy concreta de ser feliz a lo divino: Mt 5,3-12.
Escribe una carta que se podría titular: ¡BIENVENIDA, FELICIDAD!