DÍA SEIS – Fernando Negro

Cuando reprimimos nuestra capacidad de amar, cuando no expresamos lo que sentimos hacia las personas que amamos, el amor se convierte, por medio de la frustración, en odio. Y el odio consume lo mejor de nosotros mismos.

En esas circunstancias, la mente se ciega y se obsesiona, haciendo crecer más y más nuestro odio que, a la larga, nos aprisiona y entumece. ¿Qué hacer entonces? La única salida que nos dignifica es la de decidir amar y hacerlo saber con nuestras palabras y nuestras acciones.

Para tomar esta decisión hemos de vencer una primera resistencia: la de creer que nunca podremos salir de esa prisión que nosotros mismos hemos construido y en la que estamos encerrados.

Sin embargo sabemos que esa forma de pensar es una trampa, pues todo cambio se da cuando hay una decisión secundada por un acto de la voluntad. Hemos de decir: “aquí y ahora, puedo y quiero.” La sucesión de acciones positivas, y la renovación permanente de esta decisión, darán como producto la belleza de nuestra transformación total.

Recordemos que la libertad que ha sido reprimida, cuando la liberamos, emerge más asertiva y fecunda que aquella libertad que jamás nos atrevimos a vivir, víctimas de nuestros miedos y prejuicios.

No tenemos que pedir permiso a nadie para levantarnos una y otra vez de nuestro lodo. Hemos de estar despiertos y recibir la bondad que ya está dentro de nosotros, para ponerla a trabajar en nuestras relaciones, aunque voces negativas del pasado quieran convencernos de que ya no tenemos solución.

Proponemos el siguiente texto para la reflexión:

“Somos libres de ser auténticos o de vivir de manera ilusa. Podemos ser verdaderos o falsos; eso es parte de una decisión personal. Podemos usar una máscara ahora y luego cambiarla por otra, para jamás parecer tal y como somos. Pero no podemos actuar así con impunidad. Toda causa tiene su efecto, y si nos mentimos a nosotros mismos y a los demás, nunca podremos encontrar la verdad y la realidad cuando queramos encontrarla. Si elegimos el camino de la falsedad no deberíamos sorprendernos de que la verdad se nos esconda, precisamente cuando más la necesitamos.” (Thomas Merton)